PROBLEMA ESTRUCTURAL

La pandemia visibiliza la explotación de temporeros extranjeros en Alemania

El apreciado espárrago blanco se ha convertido en un símbolo de la precariedad y las condiciones que sufren trabajadores del este de Europa

Temporeros recogen la cosecha de repollo en una plantación de Nuremberg.

Temporeros recogen la cosecha de repollo en una plantación de Nuremberg. / periodico

Andreu Jerez

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"¿Espárragos por encima de la dignidad humana?", se pregunta lacónicamente una pancarta colgada en el balcón de una vivienda en el centro de Berlín. Quien desconozca la situación de los temporeros extranjeros en el campo alemán difícilmente entenderá la denuncia. El espárrago blanco, ese producto de temporada tan apreciado -y caro- en la cesta de la compra de los alemanes, se ha convertido en las últimas semanas en todo un símbolo de la precariedad y de las miserables condiciones laborales y de alojamiento que sufren trabajadores temporales, fundamentalmente rumanos búlgaros, en explotaciones agrarias de Alemania.

La llegada de la pandemia y las correspondientes medidas restrictivas de movimiento y actividad económica ya evidenciaron el pasado marzo la dependencia del sector agrícola alemán de la mano de obra extranjera: la patronal de agricultores alertaba hace dos meses de que el campo alemán se estaba quedando sin brazos para cosechar productos de temporada como la fresa y el apreciado espárrago blanco. El Ministerio federal de Agricultura y el de Interior reaccionaron ante las demandas empresariales con una serie de medidas excepcionales que permitían la llegada de hasta 80.000 temporeros extranjeros -fundamentalmente del este de Europa- durante los meses de abril y mayo. Esas medidas se extenderán previsiblemente durante el verano.

La cosecha de temporada está así, al menos parcialmente, asegurada. Las condiciones laborales, no tanto. La pandemia ha visibilizado el hacinamiento, las condiciones poco higiénicas y las largas jornadas laborales que sufren temporeros extranjeros en Alemania. Unas condiciones que, obviamente, aumentan las posibilidades de aparición de focos de contagio, como los surgidos en algunos mataderos del país -en los que también trabajan muchos ciudadanos del este de Europa y cuyas condiciones fueron calificadas recientemente de "vergonzosas para Alemania" por la Organización Internacional del Trabajo-.

Huelga en Bornheim

A mediados de este mes de mayo una noticia llamó la atención de Erik Hagedorn y sus colegas del pequeño sindicato anarquista Unión Libre de Trabajadores y Trabajadoras (FAU): un grupo de temporeros rumanos se levantó en una explotación de espárragos de la localidad de Bornheim, cerca de Bonn, en el estado federado occidental de Renania del Norte-Westfalia. Cuando Erik y sus compañeros llegaron al lugar, se encontraron con la siguiente situación: decenas de trabajadores rumanos denunciaban no haber recibido sus salarios; la empresa no cumplía con las medidas de protección contra el coronavirus y ofrecía salarios más bajos y peores condiciones a los empleados extranjeros que a los alemanes; los temporeros vivían hacinados en contenedores dentro de la misma explotación, en la que se les ofrecía comida en mal estado.

Uno de los temporeros filmó los barracones en los que vivía dentro de los mismos terrenos de la empresa Spargel Ritter -que se ha declarado en bancarrota-. El sindicato FAU publicó las imágenes en su canal de Youtube. "Diría que lo ocurrido en Bornheim es lo habitual. La diferencia es que allí la gente se levantó y ello les permitió recibir ayuda de nuestro sindicato. Pero, lamentablemente, no es lo normal. En la mayoría de ocasiones, simplemente, les toman el pelo", asegura Erik Hagedorn a EL PERIÓDICO.

Problema "estructural"

El portavoz de la FAU argumenta que el colectivo de temporeros extranjeros en Alemania ha tenido históricamente poca o nula representación sindical. Ello responde a la desconfianza de los propios trabajadores, que acumulan malas experiencias con sindicatos corruptos en sus países de origen, el poco o nulo conocimiento de alemán de los temporeros y también a los equipos de seguridad contratados por empresarios, que mantienen aislados a los empleados extranjeros.

El informe 'Iniciativa para un trabajo agrícola justo', confeccionado por el sindicato mayoritario IG BAU, apunta que condiciones como las de Bornheim no son aisladas ni nuevas: "Como en el 2018, las penosas situaciones descubiertas en muchos lugares permiten suponer un fraude sistemático en el pago del salario mínimo. Los trabajadores entrevistados en los campos a menudo mencionaban uno o varios de los siguientes delitos: fraude salarial, nóminas y hojas de horarios opacas, falta de equipos de protección, retenciones salariales ilegales, alojamiento y alimentación precarias...". 

IG BAU pide aumentos salariales para un colectivo que considera "relevante para el sistema" y medidas como las tomadas por las autoridades alemanas en el sector cárnico tras la salida a la luz de los focos de infección de covid-19. De momento, el tema no parece estar en lo más alto de la agenda del Gobierno federal: el pasado 27 de mayo, la cancillera Angela Merkel y el primer ministro rumano, Ludovic Orban, mantuvieron una llamada telefónica. En ella, hablaron de "la necesidad de cumplir los estándares de protección laboral y de higiene" de los temporeros rumanos en Alemania". No propusieron, sin embargo, medidas concretas para ello.

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