DESESCALADA

Un futuro incierto para el Gran Bazar de Estambul

El mercado emblemático de Estambul, que ha abierto sus puertas este lunes tras meses cerrado, vive con miedo e incertidumbre lo que le espera en los próximos meses

El Gran Bazar de Estambul, abierto de nuevo, tras 2 meses de cierre por COVID-19

El Gran Bazar de Estambul, un histórico complejo comercial de 560 años de antigüedad, abrió este lunes sus puertas tras más de dos meses de cierre forzoso por la pandemia del coronavirus, con la esperanza de que pronto vuelvan los turistas, su principal fuente de ingresos. / periodico

Adrià Rocha Cutiller

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Recep, lo acepta, ha ido este lunes al Gran Bazar algo nervioso. No ha sido la primera vez desde marzo —cuando cerró el mercado histórico de Estambul por culpa del coronavirus—, porque durante estas semanas pasadas ha entrado algunas veces a mirar, ver que estaba todo bien y airear su tienda de relojes.

Pero esta vez ha sido distinto: Recep, por primera vez desde el 23 de marzo, ha podido abrir su tienda. Se le nota feliz: “Estos meses han sido muy difíciles. La situación de la que salimos ahora fue muy difícil. Pero con la ayuda de Dios, hemos pasado a una etapa mejor y a partir de ahora, inshallah, todo irá aún mejor”, dice. Sin embargo, aunque ya haya abierto, no espera clientela, porque sin turistas nadie viene y, además, toca levantar todo el polvo acumulado durante meses.

“Supongo que estaremos unos 10, 15 días esperando a la gente, y con suerte después empezarán a venir. Esperaremos, aunque será todo muy lento. Puede que dure dos meses, cinco meses. Hasta puede que pase un año hasta que no volvamos a la plena normalidad, pero los días de antes volverán. Estoy seguro”, añade Recep.

Este lunes ha sido un día especial en Turquía: la normalización tras la crisis del coronavirus ha dado un paso de gigante. Desde este 1 de junio, restaurantes y cafeterías pueden abrir, y la prohibición de viajar entre provincias ha sido levantada. Aunque aún haya cerca de unos 800 nuevos casos diarios, la normalidad vuelve. Los muertos totales en el país anatolio son 4.500; y los casos de contagio ascienden a 164.000.

Revitalización

Pero los vuelos internacionales no se reanudan hasta el 10 de junio y, a partir de ahí, existe la duda de si el turismo, este verano, vendrá a Estambul. Los 3.000 negocios y los 30.000 trabajadores del Gran Bazar —que viven casi íntegramente de los turistas— lo desean con desespero.

“Este mes pasará sin clientes —dice Mehmet, propietario de una tienda de bolsos—. Y ya veremos el siguiente. Pero nada será como antes. Muchas tiendas tendrán que acabar cerrando. Porque hemos pasado casi tres meses cerrados, más otros dos meses hasta que venga gente… ¡Eso será medio año sin vender nada pero pagando el alquiler!”.

Las primeras veces

Las primeras vecesEste lunes, sin apenas clientes, ha sido día de lavado de cara y limpieza en el Gran Bazar. Sus pasillos no se han llenado de compradores sino de trabajadores que, fregona en mano, se saludaban jocosos tras dos meses y medio de separación. Nunca en sus 556 años de historia —ni cuando fue destruido casi al completo en 1864 por un terremoto— estuvo tanto tiempo cerrado.

Tampoco durante los brotes de peste bubónica: “En mis investigaciones nunca he visto un documento histórico que hable del cierre del Gran Bazar durante tanto tiempo —explica Nukhet Varlik, historiadora y especialista en el impacto de la peste bubónica en la antigua capital del Imperio Otomano—. De hecho, muchos viajeros, cuando iban a Estambul, hablaban del Gran Bazar como un gran foco de infección porque, decían, en los mercados de ropa se vendían prendas de los muertos de peste, y eso servía para que las pulgas se esparciesen. Muy probablemente sea una leyenda urbana; una exageración de algo que podría haber pasado en algún momento concreto”.

Pero todo esto es pasado y el problema, ahora, no es el exceso de pulgas sino la falta de clientes. “¡Hola, amigo! ¡Hola! Aquí: ¿quiere zapatos? ¿Bolsa? ¡Hay!”, grita un vendedor en el español tradicional del Gran Bazar. Pero mientras lo dice, sonríe, suelta una carcajada y se rasca la nuca, porque sabe que su dominio en idiomas y regateo, en los próximos meses, no le servirá de mucho.