crisis sanitaria

Brasil ya tiene medio millón de casos de covid-19 y más de 29.000 muertos

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Abel Gilbert

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Brasil traspasó este domingo la barrera de los 500.000 infectados de coronavirus. Además de los 514.849 casos positivos oficialmente confirmados, el gigante sudamericano llegó a las 29.314 muertes en total y se convirtió en el cuarto país del mundo con mayor cantidad de decesos. El curso de la crisis sanitaria sume a la sociedad en el temor y la perplejidad. Pero a eso se añade una  tensión política en alza y la latente amenaza de un quiebre institucional. El presidente Jair Bolsonaro hizo dos gestos claros en esa dirección. Primero sobrevoló la manifestación contra el cierre del Congreso y a favor de una mayor intervención de los militares en los asuntos políticos brasileños, realizada en Brasilia. Como si fuera poco, el capitán retirado se subió a un caballo y atravesó la manifestación sin mascarilla.

Según la consultora Datafolha, un 52% de los brasileños están en contra de la presencia uniformada en el poder político, mientras que el 43% lo aprueba y el 5% no sabe cómo responder. La polarización se dejó sentir en las calles pese a la cuarentena. En Sao Paulo y Río de Janeiro chocaron en las calles grupos de extrema de derecha y los que llamaban a defender la democracia, quienes fueron dispersados con gases lacrimógenos. El uso por parte de los primeros de la bandera de un movimiento neonazi de Ucrania provocó estupor.

Dramática advertencia

En medio del recuento de muertos, Celso de Mello, uno de los ministros del Tribunal Federal Supremo (STF) le advirtió a sus colegas de la máxima instancia judicial  que "la intervención militar, como pretendían los bolsonaristas y otros líderes autocráticos que desprecian la libertad y odian la democracia", no es más que "el establecimiento de una dictadura militar despreciable".

De acuerdo con Folha de Sao Paulo, De Mello comparó el actual momento que atraviesa Brasil  con el de Alemania bajo Adolf Hitler, a principios de la tercera década del siglo XX. "Debemos resistir la destrucción del orden democrático, para evitar lo que sucedió en la República de Weimar cuando Hitler, después de ser elegido por votación popular y luego nombrado por el presidente Paul von Hindenburg como canciller de Alemania, no dudó en romper y anular la Constitución progresista, democrática e innovadora". El integrante del Supremo decidió elevar el tono de su alerta después de que el propio Bolsonaro lanzara durante la pasada semana amenazas contra el STF.  Los miembros de las Fuerzas Armadas que se desempeñan como ministros han respaldado las expresiones del jefe de Estado.

Política sanitaria a la deriva

En este contexto, Estados Unidos anunció el domingo el envío a Brasil de dos millones de dosis de cloroquina, cuyo uso en pacientes con covid-19 es recomendado por los presidentes Donald Trump y Bolsonaro, pero cuya eficacia ha sido seriamente puesta en duda por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y diversas investigaciones científicas.  En una nota oficial, la Casa Blanca señaló que el medicamento "se utilizará como profiláctico para ayudar a defender a las enfermeras, médicos y profesionales de la salud" así como "tratamiento terapéutico" a los infectados. Bolsonaro ha perdido a dos ministros de Salud. Luiz Henrique Mandetta dio el portazo porque defendía la cuarentena social contra las opiniones del mandatario. El oncólogo Nelston Teich abandonó su cargo tras 28 días porque rechazaba la cloroquina. El general Eduardo Pazuello, un experto en logística, se ha quedado al frente de esa cartera. Bolsonaro lo rodeó de uniformados con tan pocos conocimientos sobre los problemas sanitarios como él

"Brasil es el país del mundo con más contagios y con más muertes por día. Todo indica que nos dirigimos a una crisis económica muy larga y muy larga, mientras que los países que tomaron en serio la amenaza ya planean la reanudación de las actividades", señaló Denis Russo Burgierman, columnista de la revista Época. "Pero lo más impactante es que Brasil, en contra de lo prometido en la Constitución, parece haber aceptado el hecho de que dejará morir a miles. Si, en la década de 1980, los funcionarios del Ministerio de Salud se enfrentaron al mundo para salvar a su población (ante el surgimiento del virus HIV), ahora parecemos resignados a nuestra propia incompetencia". Para Burgierman "Esto no es solo una tragedia. También es un crimen. Es una gran infamia, una que se contará por generaciones y dejará lecciones sobre los peligros de un Gobierno malvado".