Crisis sanitaria internacional

EEUU inicia la reapertura ignorando los criterios de desescalada de la Casa Blanca

Operarios entierran en una fosa común a varios fallecidos por el coronavirus, en la isla de Hart (Nueva York)

Operarios entierran en una fosa común a varios fallecidos por el coronavirus, en la isla de Hart (Nueva York) / periodico

Ricardo Mir de Francia

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Los senadores han regresado al Capitolio. El presidente vuelve a viajar por el país. Y una treintena de estados han empezado a levantar las restricciones que pesaban sobre sus economías. Visto desde fuera podría parecer que Estados Unidos ha conseguido doblegar la famosa curva de infecciones y está listo para poner nuevamente en marcha sus motores, pero sería una impresión equivocada. La desescalada en el epicentro mundial del coronavirus ha comenzado a las bravas y de espaldas en gran medida a los criterios científicos recomendados por la propia Casa Blanca. En muchos estados inmersos en la reapertura ni siquiera están descendiendo los positivos de Covid-19. Y a los sistemas de diagnóstico y rastreo de contactos les queda todavía tiempo para estar al nivel que aconsejan los expertos. 

Nada de eso ha impedido que haya comenzado el gran experimento de la reapertura, un baile descompasado y algo confuso donde cada estado marca sus pautas y sus tiempos. En Georgia vuelven a funcionar las peluquerías, gimnasios o boleras. En Florida han abierto los restaurantes, comercios y algunas playas. Y en Texas todo está listo para que el viernes reabran los cines, los museos o los centros comerciales. En esta nueva normalidad, nada es demasiado normal. En los establecimientos de muchos estados no se puede superar el 25% del aforo; en otros hay que pedir cita previa; y en todos se deben respetar los seis pies (1,8 metros) de distancia de seguridad

Criterios científicos no vinculantes

Lo más llamativo de todo, sin embargo, es que no necesariamente se están respetando los criterios establecidos por la Casa Blanca hace casi tres semanas para iniciar la desescalada. Aunque no eran vinculantes, se apoyan sobre criterios científicos para fijar una reapertura escalonada de la economía en tres fases. Para entrar en la primera, se aconsejaba un descenso continuado de los positivos durante 14 días y un sistema hospitalario capaz de absorber sin problemas el ingreso de nuevos pacientes. Al mismo tiempo reclamaba suficientes PCR para diagnosticar a todos los residentes con síntomas y un sistema para localizar a los contactos de cada positivo. 

Unas normas que muchos gobernadores han ignorado sin el menor rubor. Estados como IowaArizonaKansasMisuri o Texas han iniciado la desescalada en plena crecida de su curva de contagios. En otros no ha hecho más que aplanarse, sin que se atisbe todavía un descenso sostenido, un escenario que alarma a los científicos. “No tenemos los test. No tenemos rastreo de contactos. No vamos a poder detectar un rebrote, es una situación realmente problemática”, ha dicho el epidemiólogo de la Universidad de Columbia, Jeffrey Shaman. Lo que sí tienen todos esos estados es el respaldo incondicional de Donald Trump, quien lleva días jaleando a los gobernadores que han movido ficha. 

Normalidad ficticia

Con su reelección a seis meses vista, el presidente le teme más al colapso de la economía que al desastre humanitario de una pandemia que se ha cobrado ya la vida de 72.000 estadounidenses y ha contagiado a 1,2 millones. Y no solo está pintando un panorama bastante más optimista del que reflejan los datos, sino que baraja desmantelar antes de final de mes el gabinete de crisis encabezado por varios epidemiólogos que ha informado casi diariamente al país de la evolución de la epidemia. Un gesto que le serviría para transmitir una suerte de ficticia normalidad. El martes empezó a aplicarla durante su viaje a Arizona. Visitó una fábrica de mascarillas sin ponerse él mismo la protección bucal que todos a su alrededor llevaban. 

“¿Cuánto vale una vida humana?”, se preguntaba el martes el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, quien empieza a recoger los frutos de sus estrictas medidas de contención. “Cuanto antes reabramos menor será el coste económico, pero mayor será el coste humano. Esa es la decisión a la que todos nos enfrentamos”. No hay demasiadas señales de que la situación en el país haya mejorado sustancialmente. Cada día añade un mínimo de 25.000 nuevos positivos y solo una quincena de estados acumulan una semana de casos en declive, según los datos del ‘New York Times’. El coronavirus está además colonizando lentamente las zonas rurales a través de sus cárcelesprocesadoras cárnicas y residencias de ancianos.    

“Si se incluye Nueva York, la curva parece una meseta descendiente”, le dijo al ‘Times’ el profesor de la Universidad de California, Andrew Noymer. “Si se excluye Nueva York, es una meseta que asciende lentamente”. Y todo podría empeorar notablemente si la estrategia de reapertura fracasa. Uno de los modelos que baraja la Casa Blanca, filtrado a la prensa esta semana, dibuja un escenario de hasta 3.000 muertos diarios el 1 de junio, una cifra que doblaría a la actual, y 175.000 nuevos positivos al día “si se relajan de forma prematura las medidas de distanciamiento social”.