EPIDEMIA GLOBAL

No existe el virus en Bielorrusia

Fieles con másacara en una ceremonia de pascua ortodoxa en Minsk.

Fieles con másacara en una ceremonia de pascua ortodoxa en Minsk. / periodico

Marc Marginedas

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

"Mejor morir de pie que vivir sentado; aquí no hay virus; ¿acaso los ve usted volando?; yo tampoco los veo". Esbozando una cándida sonrisa, y enfundado en un aparatoso traje de jugador de hockey sobre hielo con casco protector incluido, el presidente de Bielorrusia, Aleksándr Lukashenko, declaraba, hace unos días, ante los micrófonos de una televisión local, sentirse muy al abrigo del COVID-19. Participaba en un partido amateur de su deporte favorito, y era de la teoría de que las "bajas temperaturas" en el interior de la pista helada impedían que la enfermedad se transmitiera de persona a persona. 

Bielorrusia es uno de los escasísimos estados europeos que no ha decretado medidas de excepción para frenar la pandemia. Las escuelas se mantienen abiertas, la liga local de fútbolcontinúa jugándose, los movimientos de los ciudadanos no han sido restringidos y eventos multitudinarios como festivales musicales no han sido cancelados.

Las estadísticas oficiales difundidas por el Gobierno de Minsk intentan transmitir la idea de que la epidemia se halla bajo control. Según el último balance, poco más de<strong> 2500 casos</strong> de infección y 26 fallecimientos. A decir de las autoridades sanitarias locales, en el país hay más sistemas de ventilación asistida por 100.000 habitantes que en Italia o EEUU. Lukashenko, quien el próximo agosto debe revalidar su longevo mandato de un cuarto de siglo en unas elecciones presidenciales sin rivales de entidad, mantiene que no hay razones para paralizar la economía.  

Pero una cosa es la versión oficial de las autoridades del país y otra lo que piensan los bielorrusos, a decir de Andrei Dmitrev, de la oenegé 'Dí la verdad' este activista, una "inmensa mayoría, un 90%" de la ciudadanía desconfía profundamente del optimismo gubernamental y ha adoptado ya de forma unilateral medidas de protección sin esperar instrucciones desde el Estado, bautizado por los medios de comunicación como la "última dictadura de Europa". En Bielorrusia, de largo el país más afectado por la explosión del reactor nuclear en Chernobil en 1986, "se tiene muy presente" aquella catástrofe, agravada por la falta de transparencia entonces del poder soviético, destaca Dmitriev a través del teléfono.  

"La gente evita salir a la calle si no es por obligación; las oenegés están recaudando dinero para comprar material al personal médico, muchos padres no envían a sus hijos al colegio, e incluso clubs de fans de fútbol solicitan a sus seguidores que no acudan a los estadios", afirma el activista desde Minsk. Durante esta epidemia, "la sociedad bielorrusa ha demostrado que va muy por delante de sus autoridades", continúa. 

Vitebsk, epicentro de la pandemia

Todo parece indicar que es Vitebsk, una ciudad de tamaño medio no lejos de la frontera con Rusia, el lugar donde más casos se han registrado. Fue en esta localidad donde se produjo la primera muerte confirmada por coronavirus: Viktor Dashkievich, un actor de 75 años bastante conocido a nivel local y cuyo periplo por los centros sanitarios refleja el tratamiento que la enfermedad está recibiendo en Bielorrusia.

Tras ser diagnosticado de neumonía a mediados de marzo, fue enviado a un hospital de enfermos de tuberculosis, donde no pudo ser ingresado porque estaba abarrotado de pacientes. Finalmente, después de permanecer en el ala para enfermedades veneorológicas de otra clínica, llegó en muy mal estado a un hospital regional donde por fin le fue confirmado el diagnóstico de coronavirus.

Desde la misma Vitebsk, Oleg Kvitinskii describe, también a través del teléfono, la incertidumbre que reina en la ciudad, al tiempo que critica con contundencia la falta de información. "La gente solo sale a la calle por obligación, y todos van con mascarillas", relata. "Nos tenemos que informar a través de Telegram o de internet ya que las autoridades no nos explican nada", continúa. Confirma, eso sí, que el número de pacientes locales con neumonía se ha multiplicado "por dos y por tres" respecto al año pasado. 

La laxitud de Minsk inquieta a los países vecinos 

La laxitud con la que las autoridades de Bielorrusia afrontan la pandemia inquieta a los países vecinos. Hace un mes, a mediados de marzo, el Kremlin decidió vetar la entrada de ciudadanos bielorrusos, al tiempo que ha cerrado la frontera común para individuos, permitiendo solo el trasiego de mercancías. La decisión, un fuerte golpe para los habitantes de las regiones orientales, que tienen por costumbre acudir a la vecina Rusia a aprovisionarse de gasolina y vender sus productos, sentó muy mal en Minsk. "Nuestra querida Rusia ha cerrado la frontera", reaccionó entonces el presidente Lukashenko con sarcasmo.