Aniversario de un conflicto

Nueve años de guerra en Siria

Refugiados sirios de Deir Zoor en el campo de Al Hawl, en Siria, en marzo del 2020.

Refugiados sirios de Deir Zoor en el campo de Al Hawl, en Siria, en marzo del 2020. / periodico

Ricardo García Vilanova

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"Esto no es Irak ni Libia, esto es otra cosa. Mueren cada día más de treinta personas, así que... Bienvenidos a Turquía, pero tomaros vuestro tiempo, dos o tres días, para decidir si queréis entrar en Siria. Os pueden matar". Esta fue la presentación de Nadir, un antiguo profesor de baloncesto reconvertido a traficante, que fue nuestro contacto con la red que nos introdujo ilegalmente en el país. Corría el año, 2011, en los inicios de la guerra en Siria, que hoy cumple nueve años.

Nos enseñó vídeos de heridos y muertos, y de las milicias alauís, los shabbihad, con algunas de sus victimas asesinadas a su lado.  Eran unos tipos con pinta de matones inyectados en anabolizantes que aman los coches de lujo y las armas. "Los soldados sirios que se niegan a disparar contra los civiles en las manifestaciones son ejecutados por ellos. No tienen piedad de nadie", explicó Nadir. 

Llegamos a Abdita entrada la noche, donde se había organizado una manifestación con el Ejercito situado a apenas un kilometro de distancia. La concentración se llevaba a cabo en la plaza principal. Era la primera a la que teníamos acceso, después de ver algunas por internet. La manifestación congregó a unas 600 personas que clamaban contra Bachar al Asad. Había una primera, de solo niños, con todo de consignas en árabe, excepto una que decía simplemente Freedom.  "Por favor, intenta tomar imágenes sólo de niños o de adultos que acepten", me dijeron repetidas veces. Eran conscientes de que con esas imágenes podían ser identificados y ser objeto de represalias tanto ellos como su familia.

Balas sobre los manifestantes

Subimos al tejado de un edificio. "Agachaos porque os pueden disparar los francotiradores", nos aconsejó Abu Mohamed , del MC (Media Center), activistas que, al igual que en Libia, documentaban la revolución. En este caso era una retransmisión en directo para la televisión Al Jazeera. De repente, varias ráfagas con balas trazadoras pasaron sobre las cabezas de los manifestantes. Lejos de crear una estampida, se limitaron a disolver la marcha de forma pausada. 

De esto hace ahora nueve años. Desde entonces, Siria ha dejado más de medio millón de muertos y más de millones de refugiados, y el país sigue inmerso en un caos inhumano para la población civil. En estos últimos años, este país pasó de celebrar manifestaciones pacificas, en las que participaban juntos sunís, chiís, armenios, kurdos y cristianos, a una guerra civil que posteriormente se convirtió en sectaria. Un grupo de civiles y militares tomaron las armas porque les estaban masacrando a la llegada de grupos extremistas como Ahrar al Sham,  Jabhat al Nusra y el tristemente famoso Estado Islámico que sembró un reinado de terror, ya no solo en ese país, sino también en Irak y Libia.

Situación desgarradora

En este noveno aniversario poco se habla ya de la situación desgarradora a la que se enfrentan los civiles que aún se encuentran en Idlib, último feudo (junto a un pequeño enclave en la frontera jordano iraquí ) de la llamada revolución que no solo agrupa a fuerzas del FSA sino también a grupos extremistas. Se estima en más de un millón los refugiados que huyen de los ataques aéreos y de la artillería de las fuerzas gubernamentales y de su aliada, Rusia, que diariamente atacan la zona desde que comenzó la ofensiva de Damasco en abril del 2019.

El resultado es un éxodo de civiles y poblaciones destruidas fantasmagóricas. Mientras, en la vecina ciudad de Qamislo, en el Kurdistán sirio, la vida sigue ajena al caos que hay en todo el país, después de los últimos acontecimientos con la entrada de Turquía y su corredor de seguridad de 30 kilómetros que ha generado otro conflicto.  

Gran tablero de ajedrez

Es en esa ciudad donde Farhan deja por un momento su kebab y levanta la cabeza indicándome algo a mis espaldas. Me giro y veo una gran bandera rusa en un convoy militar que atraviesa una de las calles de Qamislo en dirección al aeropuerto. Hacía pocas horas, en la carretera de Hasaka, nos habíamos cruzado con un solo vehículo militar con una gran bandera estadounidense. Eso básicamente resume lo que es hoy Siria, un gran tablero de ajedrez en la que dos superpotencias mueven sus reinas y Turquía sus caballos. 

"¿Qué opináis de los americanos?", pregunto a Farhan. "La gente ya no confía en ellos después de la íltima vez, solo quieren el petroleo", afirma, y recuerda la salida de los estadounidenses de Rojava hace algunas meses, donde la gente les arrojaba piedras, para pocos días después volver a entrar. Los kurdos se sienten traicionados. En realidad todo parece un teatro orquestado en la que cada actor tiene su papel, unos se van para que otros puedan entrar y crear una franja de "seguridad", mientras casualmente estos últimos entregaron la cabeza del hombre mas buscado: exlider del Estado Islámico, Bagdadí.

Ala dura del Estado Islámico

Mohamed, uno de los soldados del ala dura del Estado Islámico que permaneció hasta los estertores finales en la batalla de Baghouz, ajeno a todo esto, porque permanece incomunicado con el exterior, como los otros 6.000 prisioneros del Estado Islámico en la prisión de Hasaka, me dice: "He escuchado que pronto tendremos un juicio. Llevamos mas de un año aquí".  En realidad los juicios contra los miembros del Estado Islámico estaban ya programados para estas fechas, pero el coronavirus ha hecho imposible llevarlos a cabo.

De hecho una vez entras en Siria, te recibe una figura envuelta en un traje blanco con una mascara que te mide la temperatura. Es una imagen surrealista para un país en guerra, por lo que le pregunto a Omar si cree que hay casos de coronavirus en Rojava. "Muchos iranís entran directamente de Damasco. Y algunos están en esa base. Puede que los tengamos y no lo sepamos, pero ahora al mundo solo le importa el coronavirus. Siria no existe".