carrera a la casa blanca

La fragilidad de Joe Biden como candidato

Las dudas sobre su estado mental y su controvertido historial en el Congreso persiguen al favorito para la nominación demócrata

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joe biden / periodico

Ricardo Mir de Francia

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Lo que parecía imposible hace solo un mes es ahora una realidad. Joe Biden tiene el camino crecientemente despejado para conquistar la nominación demócrata después de que sus rivales moderados se quitaran de en medio a las primeras de cambio y el 'establishment' demócrata cerrara filas en torno a su candidatura. Un escenario que responde más a los cálculos de su partido, secundados por legiones de votantes, que a las pasiones que el vicepresidente de Barack Obama despierta en el país. La lógica propagada desde los centros de poder esgrime que Biden es la apuesta más segura para arrebatarle la Casa Blanca a Donald Trump y, por extensión, para devolverle la normalidad al país tras la tumultuosa presidencia del republicano. Un argumento más osado de lo que podría parecer.

“Este no es momento para asumir riesgos. Necesitamos al candidato más fuerte, así que nominemos al demócrata que Trump más teme. Voten a Biden. Derrotemos a Trump”, decía el candidato en un reciente anuncio electoral. Lo cierto, sin embargo, es que el veterano político de 77 años está lejos de ser una apuesta segura, por más que casi todo el mundo lo describa como un hombre decente, cercano y capaz de conectar con los problemas de los estadounidenses. Sus casi 40 años como senador en Washington han dejado un historial de controvertidas posiciones que tienen mal encaje con los vientos que soplan actualmente entre el electorado demócrata. Un bagaje en cierto sentido muy similar al que acabó lastrando la candidatura de Hillary Clinton hace cuatro años. 

“A los estadounidenses les gustan los ‘outsiders’ y las caras frescas, no los políticos de toda la vida que arrastran las heridas de todas las batallas políticas de las últimas dos generaciones”, escribió en ‘Vox’ el columnista Matt Yglesias. Como la exsecretaria de Estado, Biden tampoco tiene un mensaje poderoso o particularmente nuevo, más allá de devolver la buena educación a la Casa Blanca o retomar la senda que dejó Obama, una suerte de nostalgia por el pasado que podría resultar insuficiente cuando se pretende conquistar el futuro. Se enfrenta además a un problema añadido: las dudas sobre su estado mental

Deslices explotados

Por más crudo que resulte el debate, se ha recrudecido a raíz de sus últimos lapsus en la campaña. En un mitin fue incapaz de repetir la frase más icónica de la Declaración de Independencia; ha confundido nombres de estados y personalidades; y en un debate llegó a decir que 150 millones de estadounidenses han muerto desde el 2007 fruto de las armas de fuego. Unos deslices que están siendo explotados tanto desde la derecha como la izquierda. “Lo van a internar en un hogar y dejar que otra gente maneje el país”, dijo Trump hace unos días. “Resulta aterrador ver cómo las élites demócratas y mediáticas se niegan concienzudamente a discutir lo que cada día parece más evidente: el serio declive cognitivo de Biden”, escribió Glenn Greenwald en ‘The Intercept’, un medio que apoya a Bernie Sanders. 

El socialdemócrata no ha logrado que el historial legislativo de Biden le pase por el momento factura, pero podría bastar para que parte del electorado demócrata se quede en casa en noviembre si acaba siendo el candidato. Biden tiene estrechos lazos con la industria financiera, que tiene en su estado de Delaware uno de sus centros neurálgicos. Apoyó en su día la desregulación de los derivados que contribuyó decisivamente a la crisis del 2008 y se ha aliado en numerosas ocasiones con los bancos y las grandes empresas de tarjetas de crédito. “Nada cambiará fundamentalmente conmigo”, dijo el año pasado a un grupo grandes donantes que asistieron a uno de sus eventos de recaudación de fondos. 

En los años noventa respaldó una ley para prohibir los matrimonios del mismo sexo y fue uno de los principales impulsores de las políticas de mano dura contra las drogas de Bill Clinton que acabaron llenando las cárceles, principalmente de afroamericanos. Más recientemente apoyó los planes de los neocon para invadir Irak. Por no hablar de sus elogios a notorios segregacionistas, un currículum que le convierte en un candidato bastante más vulnerable del mantra que propaga el partido.