MAGREB

Argelia acumula un año de protestas

Ciudadanos argelinos corean consignas contra el Gobierno en una manifestación en Argel, esta semana.

Ciudadanos argelinos corean consignas contra el Gobierno en una manifestación en Argel, esta semana. / periodico

Carlos Palomino

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En una demostración sin precedentes de resistencia pacífica en la historia del país, los argelinos continúan en la calle 12 meses después del inicio de las protestas contra el estamento político. El Hirak —como se denomina al movimiento popular— comenzó en febrero del pasado año exigiendo la renuncia de Abdelaziz Buteflika, presidente de Argelia durante más de 20 años, que había anunciado su intención de presentarse a la reelección.

Tras semanas de protestas, Buteflika cedió a las presiones que empezaban a aflorar en su entorno y dimitió. Sin embargo, lo que parecía una victoria abrumadora de las movilizaciones, fue solo el primer paso de unas protestas con muchas asignaturas pendientes. Los argelinos, decididos a no repetir los errores del pasado, y teniendo muy presente lo ocurrido durante la Primavera Árabe en países como Egipto —donde el derrocamiento de su dictador no fue suficiente para cambiar el sistema—, han mantenido la presión en las calles.

Desconfianza y represión

Tras la salida de Buteflika, los mandos del país quedaron en manos del jefe del Estado Mayor, Ahmed Gaid Salah. La asunción del poder de este excombatiente de la guerra de la Independencia contra Francia (1954-1962) y hasta ahora hombre de confianza del octogenario dirigente, significaba la perpetuación del sistema. Pese al anuncio de unas elecciones de manera inmediata, la desconfianza en Salah y sus verdaderas intenciones han ido en aumento, y la represión hacia opositores, periodistas y manifestantes se convirtieron en el modus operandi de la nueva cúpula política argelina.

En un intento de demostrar que se estaba intentando cambiar el sistema, se detuvo y condenó a 15 años de prisión a personalidades cercanas a Buteflika—entre ellos dos exprimeros ministros y el propio hermano del exmandatario—, pero de poco o nada sirvió para apaciguar las calles. La gran presión popular ha obligado al aplazamiento de las elecciones en varias ocasiones, hasta que finalmente se convocaron para el 12 de diciembre del pasado año.

La campaña electoral estuvo marcada por las numerosas detenciones de manifestantes y opositores. Además, los únicos cinco candidatos aceptados para concurrir a las urnas eran todos viejos conocidos del régimen, y a los observadores internacionales que pretendían controlar la jornada electoral no se les permitió la entrada al país. Estas irregularidades llevaron a la oposición y al movimiento del Hirak a boicotear el plebiscito. Finalmente, con el 41% de participación —la mayor abstención en la historia de Argelia, incluso asumiendo los datos oficiales— salió elegido Abdelmayid Tebboun, un tecnócrata afín al régimen y que ya fuera primer ministro con Buteflika.

Todo cambia para que nada cambie

Para los manifestantes, el pasado de Tebboun pesa demasiado como para poder liderar el cambio hacia una democracia real. En una muestra de buena voluntad, el nuevo Ejecutivo ha puesto en libertad a más de 70 personas detenidas durante estos últimos meses. No obstante, esta liberación masiva demuestra también la arbitrariedad con la que se produjeron los arrestos.

Para el Hirak es un gesto insuficiente y continúan pidiendo la puesta en libertad de las decenas de personas que siguen en prisión y la convocatoria de elecciones libres con garantías reales. Por su parte, el Gobierno de Tebboun critica la falta de disposición al diálogo de los manifestantes y la imposibilidad de llevar a cabo un acercamiento dada la falta de liderazgo dentro del movimiento.

Pese a los intentos del Gobierno de conservar con uñas y dientes el sistema, las protestas mantienen un año después su capacidad movilizadora y sus formas pacíficas. Sin embargo, los cambios estructurales que se pedían siguen sin llegar, y aunque Argelia hoy parece diferente todo sigue igual en el país magrebí.