CRISIS MIGRATORIA

Grecia cierra las puertas

Reunión de refugiados en el campo de Moria, en la isla griega de Lesbos.

Reunión de refugiados en el campo de Moria, en la isla griega de Lesbos. / periodico

Adrià Rocha Cutiller

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Cuando era el jefe de la oposición, Kyriakos Mitsotakis, líder de Nueva Democracia (ND) lo prometió en mil ocasiones: sería él, cuando fuese primer ministro, cuando se echase Alexis Tsipras, el que solucionaría de una vez por todas el problema migratorio en el que Grecia lleva sumida desde el 2015.

Lo consiguió -lo convertirse en primer ministro-, pero la crisis con los refugiados no solo no se ha solucionado, sino que ha ido a peor: desde este pasado otoño, las llegadas de barcos con migrantes desde Turquía se han multiplicado. Las islas griegas están abarrotadas como nunca. Grecia, país de 10 millones de habitantes, alberga, en total, a 112.000 solicitantes de asilo.

Mitsotakis, sin embargo, lucha para cambiarlo. "En ciertos aspectos, es cierto. He de decir que el Gobierno de ND ha cumplido con lo que decían que harían cuando estaban en la oposición", dice Ioannis Papageorgiu, profesor de la Universidad Aristóteles de Salónica.

Las medidas estrella del nuevo Ejecutivo son tres. La primera es la única que ya es una realidad: desde el 1 de enero, el Gobierno griego aplica una nueva ley de migración cuyo objetivo es agilizar las respuestas a las peticiones de asilo y, así, una vez haya un resultado, deportar a los que no reciben el estatus de refugiado.

"El Gobierno parece no ser capaz de entender que las deportaciones masivas, como ellos pretenden, no son posibles -continúa Papageorgiu-. Tanto por temas prácticos como por temas políticos. Grecia no puede funcionar sola: todo depende de la voluntad de Turquía. Y Mitsotakis no se puede permitir las imágenes en medios internacionales de mujeres, niños y familias enteras siendo devueltas a Turquía o Afganistán".

Hartazgo en casa

En Grecia, sin embargo, esas imágenes serían recibidas con bastantes vítores. Los griegos, que llevan un lustro con esta crisis, se sienten abandonados por una Europa que mira a otro lado. Mitsotakis, político conservador, supo capitalizar a la perfección este descontento en las pasadas elecciones.

"Es cada vez más difícil hablar de este tema de una forma racional -afirma Yorgos Christidis, profesor de la Universidad de Macedonia-. Cada vez más gente ve el asunto como un problema de seguridad que amenaza nuestra identidad nacional. El discurso público ha sido distorsionado, y me temo que, en el futuro, veremos más medidas punitivas contra los refugiados. Es lo que ha escogido este Gobierno y es triste, pero tienen gracias a ello un apoyo popular cada vez mayor".

Algunos abogados se quejan de que la nueva ley está escrita de una forma vaga para darle margen de maniobra al Gobierno; y que muchos de los pasos legales que un refugiado debe de tomar para, por ejemplo, apelar un rechazo son ocultados para que el solicitante de asilo desista de hacerlo.

"La idea detrás de la nueva ley no es agilizar los trámites, sino rechazar a cuánta más gente mejor, sea o no en un proceso legal, limpio y justo -explica Lorraine Leete, coordinadora de la oenegé Lesbos Legal Centre, que da asesoramiento legal a refugiados-. Hay violaciones sistemáticas del reglamento: las condiciones en las que se obliga a vivir a los que llegan, el derecho de acceso a la salud y educación, que se les niega... Hay unas normas legales que dictan cómo se tiene que recibir a un solicitante de asilo y no se siguen. Y no se siguen a propósito".

Encerrar y vallar

Aparte de la nueva legislación, hay otras dos medidas estrella. Estas aún no se han materializado: son la creación de Centros de Internamiento para Extranjeros (CIE) en las islas griegas y la construcción de una valla marítima que impida el paso de las lanchas de refugiados que llegan desde Turquía.

"Lo de la valla... eso es solo publicidad -dice Papageorgiu-. Algo mediático. Los campos cerrados son otra cuestión. Los quieren hacer claramente para desalentar a la gente que quiere llegar. Pero construir un centro así, que sea suficientemente grande como para albergar a decenas de miles de personas y que esté bien equipado, requiere años. Y mientras tanto, el problema sigue". Christidis, desalentado, lo resume de otra forma: "Todo esto es un callejón sin salida".