ESTADO DE LA UNIÓN

La tensa división partidista de EEUU se exhibe en el discurso sobre el estado de la Unión de Trump

Idoya Noain

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Hacía cuatro meses que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y Nancy Pelosi, la presidenta demócrata de la Cámara Baja que puso en marcha el ‘impeachment’ en su contra, no se veían cara a cara. El encuentro ha llegado este martes, víspera de la asegurada absolución de Trump en el juicio político en el Senado, durante el tercer discurso sobre el estado de la Unión de Trump y su cuarto ante el pleno del Congreso. Y gestualmente ha sido la representación suprema de la radical y tensa división partidista que se ha instalado en el país, sumido ya plenamente en la carrera para las elecciones del 3 de noviembre en las que Trump busca un segundo mandato.

Cuando Pelosi ha tendido la mano a Trump para estrechársela antes de que comenzara el discurso, él la ha ignorado. La ‘speaker’ a continuación ha eliminado de la introducción protocolaria el tradicional “es un elevado privilegio y distinguido honor presentarles al presidente de EEUU”, limitándose solamente a anunciar el cargo. Y tras la intervención de Trump, Pelosi ha cogido las páginas de su copia del discurso y, alzándolas, las ha ido partiendo en dos. “Era lo cortés teniendo en cuenta las alternativas”, ha dicho después Pelosi. “Ha sido un discurso tan sucio”.

Esa es la interpretación demócrata de una hora y 18 minutos en los que el presidente básicamente ha presentado a los estadounidenses el caso para defender su reelección. Su idea central es que bajo su mandato se está viviendo “la gran remontada estadounidense” que ha dejado atrás la “carnicería” de la que habló cuando tomó posesión. Y el núcleo de su mensaje, en el discurso y de cara a las elecciones, es la buena situación de la economía, en la que ha puesto el acento, pasando por cuestiones como la desregulación, la firma del nuevo tratado de libre comercio con México y Canadá o la tregua en la guerra comercial con China.

Guerras culturales

El discurso, no obstante, ha estado lleno también de los que han sido otros ejes de su política hasta ahora y que serán centrales en su campaña: en sus palabras, escritas en buena parte por su extremista asesor Stephen Miller, ha vuelto a aparecer, con fuerza, la demonización de la inmigración y de los inmigrantes; han tenido también lugar prominente temas vitales en las guerras culturales como el aborto y las armas y Trump ha podido presumir de los centenares de jueces conservadores que ha nombrado, incluyendo dos del Tribunal Supremo para el que, ha dicho, “tenemos más en la reserva”.

Con Juan Guaidó como uno de sus invitados, Trump ha aprovechado el discurso también no solo para denunciar el socialismo en Venezuela, sino, sobre todo, en EEUU, alertando repetidamente sobre la “izquierda radical”. Y en una de las partes que más han indignado a la bancada demócrata, cuando se ha atribuido falsas medallas como luchar para mantener la cobertura de condiciones médicas previas en los seguros médicos o proteger la sanidad pública y la seguridad social, ha asegurado: “Nunca dejaremos que el socialismo destruya la sanidad estadounidense”, ha dicho. Bernie Sanders, uno de los favoritos para ser candidato demócrata, defiende que exista la sanidad universal gratuita.

Trump, que no ha hecho mención al 'impeachment', se muestra envalentonado, confiado. No parece creer necesario, como querían algunos de los republicanos moderados, tender siquiera dialécticamente la mano a los demócratas ahora que el proceso acaba. 

También ha vuelto a recuperar sus mejores trucos de estrella de la televisión realidad. Durante el discurso ha hecho que Melania Trump colgara la medalla de la Libertad, el más alto honor civil en EEUU, al comentarista radiofónico ultraconservador Rush Limbaugh. También ha reunido por sorpresa a una mujer y sus dos hijos con su esposo, un soldado desplegado en Afganistán al que hacía meses que no veían. Y con una madre soltera de Filadelfia y su hija también entre sus invitados, ha anunciado en vivo la concesión de una beca a la pequeña. La niña es negra y en ese gesto, así como en el acento que ha puesto repetidamente durante el discurso en logros conseguidos para la comunidad afroamericana, se intuye parte de su estrategia de campaña de no dejar de luchar por ese voto que hasta ahora le ha sido esquivo.