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La política del dolor

Salvini maniobra para colocar a la Liga en la carrera por la presidencia de Emilia Romaña, una región que vota progresista desde1946

Salvini, durante un mitin de campaña en la localidad de Bibbiano, con Paola Pellinghelli, madre de Tommaso Onofri, un niño de 17 meses secuestrado y asesinado en el 2006.

Salvini, durante un mitin de campaña en la localidad de Bibbiano, con Paola Pellinghelli, madre de Tommaso Onofri, un niño de 17 meses secuestrado y asesinado en el 2006. / periodico

Irene Savio

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Solo hace falta mencionar a <strong>Matteo Salvini</strong> para que la conversación sobre las elecciones regionales en Italia se anime. "Entiendo que la gente quiera cambiar. Hace 70 años que la izquierda nos gobierna. Pero, ¿votar a la ultraderecha? Las cosas no han ido tan mal, ¿verdad? Éramos pobres, pobrísimos, y ahora quizá no somos ricos, pero estamos mejor que muchos", dice Francesca, una mujer de 40 años residente en Rímini, una de las grandes ciudades turísticas de Emilia Romaña. No le falta lógica.

Emilia Romaña es uno de los motores económicos de Europa. Genera 157.200 millones de euros al año, el 9% del PIB de Italia. Hay riqueza y hay redistribución: el PIB per cápita es de 35.195 euros al año, el paro no supera el 6% y la desigualdad es inferior a la de otras regiones italianas. Un bienestar que refleja el milagro emiloromañol. El de una región antaño herida hasta la médula por el fascismo y la segunda guerra mundial, que supo reconstruirse, y hoy también se sostiene en la mano de obra inmigrante, con más de medio millón de extranjeros (el 12% de la población total) que han ido progresivamente afincándose en este territorio.

"Es sin duda una de las regiones más avanzadas del país. No en vano Salvini se ha dedicado durante cuatro meses a hacer campaña aquí. El desafío ha sido mayúsculo", observa la analista Nadia Urbinati, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Columbia de Nueva York. Cómo entonces el ultraderechista italiano logró colocar a la Liga en primera línea de la carrera para hacerse con la presidencia de Emilia Romaña, un región roja desde que Italia es república, en 1946.

Giuditta Pini, diputada nacional del Partido Demócrata (PD), la formación que heredó la región del Partido Comunista (PCI), relaciona el logro con el mensaje que Salvini ha dirigido a aquellos más amenazados por la globalización y que tuvieron mayores dificultades para reincorporarse a los mercados tras la última gran crisis económica. Un malestar que se siente en particular en las zonas de montaña de los Apeninos toscoemilianos -más alejadas de los grandes centros urbanos y donde el turismo ha desaparecido con la subida de las temperaturas- y en las periferias de las ciudades. 

"Mucha gente tiene miedo de volver a perder su trabajo, como le pasó en el 2010; es algo también psicológico", dice Pini. "Además, hay que entender que a muchas personas no les importa qué ocurre en otros lugares, no comparan, solo quieren sentirse bien donde están", añade. "Es un fenómeno mundial. Ya lo hemos visto también en la América de Donald Trump", abunda Urbinati. 

Aprovecharse del dolor

Pero no solo en la economía o en la inmigración irregular se han centrado los debates electorales en Emilia Romaña. Ha habido mucho más. También se ha buscado conectar con los electores al mostrar empatía con familias destruidas por tragedias, para ir directo a las tripas.

Ha habido "una política que se ha aprovechado del dolor", como dijo el escritor Massimo Gramellini, al criticar el acto más simbólico de la campaña electoral de Salvini, un mitin en un pueblo llamado Bibbiano. Allí donde el año pasado saltó un escándalo de adopciones ilegales que la Liga usó -durante meses- para atacar al alcalde del lugar, del PD, supuestamente envuelto en la trama.