ELECCIONES PRESIDENCIALES

El régimen militar se perpetúa en Argelia con la elección de Tebboun

Abdelmaldjid Tebboune, este jueves, mientras votaba en su colegio electoral.

Abdelmaldjid Tebboune, este jueves, mientras votaba en su colegio electoral. / periodico

Beatriz Mesa

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Larga vida para el régimen militar en Argelia tras la elección del exprimer ministro Abdelmajid Tebboun, de 74 años, como presidente de la República. Logró el 58,15% de los sufragios, evitándose así una segunda vuelta, pero la participación de los ciudadanos en las elecciones de este jueves no llegó al 40%, la peor cifra registrada en Argelia desde su independencia en 1962. Además, en algunas localidades de la Cabilia (la región rebelde beréber) ningún ciudadano acudió a las urnas. Por todo ello, difícilmente Tebboun podrá festejar una victoria cuya legitimidad se cuestiona.

Las manifestaciones, como era de esperar, se mantuvieron este viernes en las calles de la capital argelina bajo nuevos eslóganes "¡Votos falsificados!", "¡La elección de Tebboun, un grano negro para la democracia argelina!" o también "¡Argelia será blanca tras la designación del Escobar argelino!", aludiendo al hijo del nuevo presidente de la República, Khaled Tebboun, detenido en el 2018 por tráfico de drogas. Más de un corrillo se organizó en mitad de las protestas con argelinos simulando esnifar una raya de cocaína con harina.

El clima de tensión es tal que varios representantes intelectuales de la sociedad civil, a través de un comunicado difundido en las redes sociales, han pedido al 'hirak' -el movimiento que clama por una ruptura con el régimen- preservar el carácter cívico de las movilizaciones y evitar la deriva hacia la violencia que justifique cualquier intervención de las autoridades. Asimismo, los autores de este escrito invitaron a los manifestantes a considerar las presidenciales como una etapa más para continuar adelante con una movilización popular con vocación de revolución política.

"Seguir avanzando"

Frente a la contestación popular que tilda al elegido presidente de "perfecto servidor del régimen", se han alzado voces contrarias que ven en la aceptación del resultado electoral una obligación para "seguir avanzando", según explicó a EL PERIÓDICO, Salahdine Merzougui, activista político. "Es el momento para que el 'hirak' se convierta en una institución con líderes que puedan sentarse a negociar con el poder. Y espero que el presidente cumpla sus promesas de acompañar a los manifestantes", subrayó. En este sentido, Abdelwahab Benzaim, uno de los líderes del que ha sido el partido político hegemónico, el Frente de Liberación Nacional de Argelia (FLN), está convencido de que el "diálogo debe ser la solución para establecer una transición con el actual presidente".

De hecho, en una rueda de prensa celebrada este viernes, Tabboun prometió convocar a intelectuales y juristas con la finalidad de revisar la Constitución y votarla en un referéndum popular. Asimismo, garantizó apostar por el diálogo y la ruptura con el anterior régimen, unas promesas que, además de no ser nuevas, la mayoría de la población considera que son una estrategia para seguir perpetuándose en el poder.

Redes clientelares

Desde hace 10 meses, el 'hirak' exige la instauración de una nueva Argelia democrática y durante el camino algunas de sus cabezas visibles han ido cayendo dándose de bruces con la prisión. Sin embargo, la represión no ha interrumpido el proceso de movilizaciones de un país cuyo principal enemigo son los hidrocarburos. Estos constituyen el eje central de la economía nacional y en torno a ellos se han creado intrincadas redes clientelares conectadas con el 'establishment' militar que bloquean la puerta a las reformas. En ellas también participan determinados actores occidentales dependientes de los recursos de Argelia y que prefieren la estabilidad  militar a transiciones democráticas inciertas.

El pueblo argelino no parece estar dispuesto regresar a casa y la calle se convierte en la única arma legítima para aspirar al cambio. La transformación de la sociedad argelina es profunda y no hay marcha atrás. A ojos de los observadores, "es solo una cuestión de tiempo".

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