Unos comicios cruciales
Los 'tories' barren el Reino Unido y hunden a los laboristas
La batalla interna del laborismo por la sucesión de Corbyn será sangrienta

Boris Johnson, aplaudido al entrar en la residencia oficial de Downing Street, en Londres. / periodico

Begoña Arce
Begoña ArcePeriodista
Begoña Arce
La marea azul ha barrido el Reino Unido. El Partido Conservador británico logró el jueves la mayor victoria desde 1997. Un triunfo, por una mayoría de 80 escaños, que superó todas las previsiones, incluso las de Boris Johnson. La promesa de resolver el ‘brexit’ de una vez resonó más allá de los distritos conservadores. El mensaje populista y fácil logró calar en las circunscripciones laboristas de clase obrera, donde jamás se había votado a los ‘tories’. El resultado en las urnas es uno de esos grandes giros históricos de rumbo político, que ya ha sido comparado con el de Margaret Thatcher en 1979 o Tony Blair en 1997. Ellos también atrajeron a masas de votantes, más allá de sus propios simpatizantes.
“Hemos destrozado el muro rojo”, declaró Johnson, cuando el recuento de papeletas mostró que, en circunscripciones obreras del noreste de Inglaterra y Gales, devastadas a las consecuencias de la desindustrialización y el cierre de las minas, había ocurrido lo impensable. En esos lugares donde siempre se culpó a Thatcher de sus miserias era anatema la idea de votar por los conservadores. Pero esta vez, sin embargo, lo hicieron. Ocurrió en Bishop Auckland, laborista desde 1918, Blyth Valley, Workington, Redcar, Darlington e incluso Sedgefield, el antiguo distrito de Blair. Los electores no optaron por abstenerse, votar a los liberales o por el Partido del Brexit. Pasaron directamente de votar laborista a votar conservador. A ellos se dirigió Johnson cuando ya tenía la victoria en la mano. “Quizás sólo nos han prestado el voto y piensen volver a votar laborista la próxima vez. En ese caso agradezco que hayan puesto su confianza en mí, en nosotros. Nunca voy a tomar su apoyo como si fuera cosa hecha”.
Debacle laborista
La noche electoral fue espantosa para los laboristas. Buena parte del gabinete en la sombra se quedó sin escaño. Las recriminaciones comenzaron inmediatamente y también los llamamientos para que Jeremy Corbyn dimitiera, algo que no ocurrió. Corbyn afirmó sentirse “decepcionado” por el resultado, pero no pidió disculpas por haber perdido 59 diputados. Volvió a defender su programa de inspiración marxista, del que dijo sentirse “orgulloso” y contaba con “un gran apoyo del público”. De la derrota echó la culpa al ‘brexit’, que había polarizado el debate. Muchos en cambio apuntaron al propio Corbyn , el hombre que según el diario 'The Guardian', cercano al laborismo, “ha llevado a los laboristas al abismo. No tiene agilidad, carisma o credibilidad”.
Corbyn, de 70 años, no estará al frente de ninguna otra elección y se marchará, según anunció “el próximo año”, cuando sea elegido su sucesor. La batalla interna promete ser sangrienta. El enfrentamiento entre la línea de socialismo marxista del ‘corbynismo’ y los diputados centristas y proeuropeos ha sido continuo. En este último grupo se hallarían como candidatos potenciales el portavoz del ‘brexit’, Keir Stamer, la popular diputada de Birmingham, Jess Phillips, y la portavoz de Exteriores, Emily Thornberry, mientras que Rebecca Long-Bailey sería la favorita del más importante aliado de Corbyn, John McDonnell. El proceso de selección es un mecanismo complicado que puede llevar meses. El tiempo apura porque en mayo hay unas elecciones municipales y locales importantes, en la que está en juego la alcaldía de Londres. Para entonces deberían tener un nuevo líder y una línea de actuación clara, si quieren evitar otra debacle.
Los laboristas no fue la única oposición descabezada. La tercera fuerza a nivel nacional, los Liberal demócratas, lejos de remontar en estas elecciones, perdieron un escaño, incluido el de su líder Jo Swinson, que presentó la dimisión. El futuro de la formación centrista es incierto.
Nueva era
En la nueva realidad británica, Johnson no tiene oposición que le frene o le rete. Manejará con facilidad un nuevo Parlamento irreconocible, donde los elementos más moderados del Partido Conservador han desaparecido. Con su enorme victoria también queda liberado de las presiones de los euroescépticos recalcitrantes, que han saboteado a los tres últimos primeros ministros conservadores. Lo que hará Johnson con las manos libres y cargadas de poder está por ver, pero el Reino Unido ha entrado en una nueva era.
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