58 MUERTOS

Un naufragio en Mauritania revela el regreso de pateras a la ruta más peligrosa

La presión policial lleva a las mafias a recuperar la mortífera ruta de los cayucos

Supervivientes del naufragio ante las costas de Mauritania del pasado 4 de diciembre.

Supervivientes del naufragio ante las costas de Mauritania del pasado 4 de diciembre. / periodico

Efe / José María Rodríguez

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El naufragio que ha costado la vida a 58 personas en Mauritania cuando intentaban llegar a Canarias desde Gambia representa para las oenegés que trabajan con los inmigrantes la confirmación de que se ha reactivado "una de las rutas más peligrosas" hacia Europa, la de la crisis de los cayucos, esta vez con importante presencia de mujeres, niños y bebés.

Cruz Roja, la Comisión Española de Ayuda el Refugiado (CEAR) y Caminando Fronteras han analizado el significado de los cambios que se están observando en los últimos meses en el flujo de emigrantes desde África a Canarias, más allá de los números (los más altos desde el final de la crisis de los cayucos, en 2009crisis de los cayucos).

De la patera con 20-30 varones adultos magrebís a bordo que llegaba a Canarias desde Marruecos o el Sahara por la ruta más corta (el perfil que predominó durante los últimos años), se está volviendo al cayuco cargado con 150 o más personas, generalmente de origen subsahariano, ahora con una presencia notable de mujeres y niños pequeños y con salidas cada vez más lejanas.

"El cierre de rutas provoca la activación de otras más peligrosas, como la ruta atlántica. Siempre pasa así, porque en realidad no hay un efecto llamada, nos han engañado mucho con eso. Hay un efecto salida. Y la gente va a intentar seguir saliendo como sea", resume en conversación telefónica la portavoz de Caminando Fronteras, Helena Maleno, cuya organización está pendiente estos días de al menos una patera de la que no se sabe nada desde hace ya demasiado.

1.800 kilómetros de océano

Cruzar a Europa por el Estrecho de Gibraltar supone de 15 a 30 kilómetros. Hacerlo desde Tarfaya (Marruecos) a Fuerteventura, poco más de 100. Intentarlo desde Libia a Lampedusa (Italia), 300. Pretender llegar desde Gambia a Canarias representa un mínimo de 1.800 kilómetros de navegación (equivalentes a ir de Madrid a Berlín en línea recta), costeando hasta Dajla y luego enfilando al norte.

En Cruz Roja de Canarias, cuyos voluntarios están siempre en primera línea el sistema de recepción de los inmigrantes en las islas, observan con "mucha preocupación" lo que está pasando.

"Por varias razones", dice su presidente en la comunidad, Antonio Rico. "La primera es porque una de las rutas más peligrosas y que quizás estaba abandonada ha vuelto a convertirse en una forma de llegada de los inmigrantes (...) Pero es que además han cambiado las personas que llegan. Nos estamos encontrando con personas muy, muy jóvenes y con mujeres tanto embarazadas como con hijos de muy corta edad".

El primer responsable de Cruz Roja en Canarias insiste en este punto para alertar de que se trata de personas mucho más vulnerables: las probabilidades de que un niño sobreviva a un vuelco o un imprevisto que deje a una embarcación durante días a la deriva en el mar, sin alimentos ni agua (como les pasó a los ocupantes del cayuco rescatado por un petrolero, cuando dos de ellos habían muerto y otros dos estaban moribundos) son mínimas. Casi nulas, remarca.

Adaptar las acogidas

En CEAR aportan otro dato: el diferente perfil de los que llegan obliga a adaptar las estructuras de recepción, que no están del todo preparadas, porque "no lo es lo mismo un varón adulto que una mujer con unos niños pequeños", dice su coordinador en Canarias, Juan Carlos Lorezo. "Eso sí que supone un desafío a la hora de procurar una acogida adaptada", abunda el responsable de esta ONG, cuyas plazas de acogida están ocupadas en un 40% por niños acompañados.

Cruz Roja y CEAR coinciden en que la red de atención al inmigrante que llega por mar es mejorable, que requiere más medios. Pero les preocupa aún más el riesgo al que se exponen quienes se suben a una embarcación frágil, muchas veces con motores insuficientes para llegar a Canarias desde África y cada vez desde más lejos.

Porque, como subraya Helena Maleno, en el océano se están produciendo muchas muertes "invisibles". En Canarias han perecido en lo que va de año 15 inmigrantes en su intento por llegar a Europa (dos en Gran Canaria, nueve en Lanzarote y cuatro en el cayuco a la deriva socorrido por un petrolero), pero en Caminando Fronteras están seguros de que son muchas más, porque hay pateras perdidas.

"Estos días sabíamos de la salida de varias embarcaciones desde Dajla (Sahara Occidental). De hecho, estamos pendientes de la embarcación rescatada ayer, que no sabemos si es una que había salido la semana pasada y que nos tiene muy preocupados o es otra que habría partido hace dos días", explica Helena Maleno.

Sin información

Su oenegé recibe regularmente avisos de las familias de las pateras que parten o que llevan unos días en el mar, sobre todo, en las que salen de Marruecos y el Sahara; avisos que transmiten de inmediato a Salvamento Marítimo o a las autoridades competentes en cada caso.

Pero de los cayucos que zarpan desde Mauritania, Senegal o Gambia, apenas reciben información. No saben exactamente por qué, pero sospechan que en esas rutas las mafias que trafican con personas son más poderosas y retienen la información y también que los protagonistas de esos viajes no tienen ya cerca una red familiar.

"Nos han desaparecido varias pateras. Vamos a publicar datos al respecto. Esa ruta de por sí es muy peligrosa, con distancias muy grandes y con embarcaciones en malas condiciones o con motores que no valen nada", dice la portavoz de Caminando Fronteras.

Sobrevivir en alta mar

¿Qué ocurre si una de esas barquillas se queda perdida en el Atlántico? El presidente de Cruz Roja, médico de profesión, lo resume: una persona puede resistir sin comida, en función de su estado, de 25 a 30 días. Sin agua, no más de 12 o 15.

¿Y si se vuelca o se hunde? Si ocurre en alta mar, las probabilidades de sobrevivir son mínimas, pero incluso resulta muy peligroso si sucede en la misma costa, como demostró (de nuevo) el caso de hace unas semanas en Lanzarote, con nueve muertos. Después de varios días encogidos y sin poder cambiar de posición, los inmigrantes llegan exhaustos y sus piernas tardan en responder.

"Piensen nada más sobre lo que es que estar en cuclillas 20 minutos e intentar después ponerse de pie. Pues ellos llevan en esa postura sin moverse durante tres o cuatro días", dice Rico.