FRICCIÓN DIPLOMÁTICA

Londres convoca al embajador chino por denuncias de torturas a un exempleado en su consulado en Hong Kong

Simon Cheng asegura que las autoridades chinas le acusaron de fomentar las protestas políticas en Hong Kong

Policía antidisturbios vigila a manifestantes en el distrito financiero de Hong Kong.

Policía antidisturbios vigila a manifestantes en el distrito financiero de Hong Kong. / periodico

ADRIÁN FONCILLAS

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Un exempleado en el consulado británico de Hong Kong ha denunciado que sufrió torturas durante las dos semanas que estuvo detenido en China y que fue forzado a firmar una confesión de que era un espía.  La desaparición de Simon Cheng subrayó en los albores de las protestas los miedos en la excolonia hacia la ley de extradición. En esa ley, ya enterrada, veían muchos hongkoneses una pasarela a la turbia justicia del interior.

Cheng regresaba el 8 de agosto de un viaje de trabajo en la vecina Shenzhen cuando la policía de fronteras en la estación de tren de Kowloon le detuvo por contratar los servicios de una prostituta y lo envió de vuelta al interior. El joven de 29 años ha revelado  en varias entrevistas y en un comunicado en Facebook que los agentes le obligaron a confesar que espiaba para Londres mientras le acusaban de traicionar a su país.

En los largos interrogatorios en habitaciones sin ventanas fue esposado y encadenado, se vendaron sus ojos en algunas ocasiones y en otras le privaron de sus gafas, le estiraron del pelo con fuerza hasta desbloquear su teléfono por reconocimiento facial, recibió una buena y variada ración de golpes y le obligaron a mantenerse horas en posturas dolorosas sin moverse, según su versión. Cheng accedió finalmente a confesar en grabaciones de vídeo su papel como espía y la contratación de una prostituta.

El joven recuerda que el trato mejoró sustancialmente el mismo día en que su desaparición se hizo pública y su caso ocupó las portadas globales. También sostiene que en el centro podría haber más jóvenes hongkoneses por las voces escuchadas durante su detención.

Cheng trabajaba en el departamento de inversiones cuando en junio se ofreció voluntario para recoger información sobre el movimiento antigubernamental con el que simpatizaba. Para ello fue instruido por el consulado e ingresó en los grupos de redes sociales donde los activistas coordinan sus acciones. Su finalidad, aseguran el joven y Londres, era la de observar y no dirigir las protestas.

El 'caso Cheng' es el enésimo desencuentro entre Londres y Pekín. El secretario de Asuntos Exteriores británico, Dominique Raab, ha llamado a consultas al embajador chino, manifestado su “indignación” y ha exigido el castigo de los responsables. El Ministerio de Exteriores chino ha recordado que Cheng ha confesado sus delitos, ha defendido que sus derechos fueron garantizados, ha aclarado que rechazará las quejas de Londres y, en una pirueta diplomática, ha anunciado que llamará a consultas al embajador británico para expresarle su "indignación".

Cheng, en una entrevista en la BBC, ha rehusado contestar a la pregunta de si pagó por sexo. "Sólo quiero dejar claro que no hice nada lamentable a la gente que valoro y quiero", ha afirmado. El joven ha dejado su trabajo y se ha marchado de Hong Kong hacia un país no desvelado porque no se siente seguro en la exclonia.