CRISIS EN LA EXCOLONIA
La policía cerca a un millar de activistas en una universidad de Hong Kong
Los estudiantes han recibido a la policía con flechas, catapultas y adoquines
El brío y la determinación de ambos bandos sugieren que en la Universidad Politécnica se libra una de esas batallas simbólicas que marcan el signo de una guerra. Más de 30 horas suma el asedio a un punto neurálgico de Hong Kong. La policía ha abandonado este lunes los fragorosos embates para tomarla y espera paciente la rendición de los antigubernamentales. Estos ya se preocupan más en burlar el cerco que en perpetuar la ocupación.
Un millar de personas permanece en el interior del centro, según diferentes fuentes. Antes del alba repelieron el último asalto policial y desde entonces han intentado romper el cerco hasta en tres ocasiones. Ambos bandos comparten el agotamiento y discrepan en cómo finalizar el asunto. Los estudiantes exigen su derecho a regresar a casa para recuperar fuerzas y zurrarse en otro momento y lugar con la policía.
Esta juzga que sus desmesuradas dosis de vandalismo y violencia justifican el paso por la comisaría o el juzgado de guardia. Jin-Guang Teng, presidente de la universidad, negoció con ambos lo que parecía una tercera vía aceptable: se ofreció para acompañar personalmente a los jóvenes que se rindieran pacíficamente hasta las comisarías para supervisar que fueran tratados con justicia y tacto. Pero el miedo a las detenciones arruinó la oferta. Los vándalos afrontan penas de hasta diez años de cárcel si son condenados por participar en una revuelta.
Gases lacrimógenos
Los jóvenes han desoído las ofertas policiales de salir sin armas ni máscaras y se topan con los gases lacrimógenos cuando lo hacen a las bravas. Las fuerzas de seguridad han cortado todos los accesos e impiden tanto la salida como la entrada de los simpatizantes de la causa. Se han contabilizado ya 116 heridos.
Los activistas autocalificados como prodemocráticos ocuparon los campus a principios de semana como reacción a la muerte accidental de un joven. La Universidad China de Hong Kong fue la primera víctima de los choques pero el grueso de los manifestantes rápidamente se trasladó a la Politécnica.
Su valor es estratégico. Está situada en el casco urbano, a diferencia de otros campus, y ha servido durante días de base de operaciones para numerosos actos de sabotaje. El cercano túnel que une la isla de Hong Kong con la península de Kowloon ha permanecido inutilizado durante días por barricadas y adoquines. Por ese túnel pasan 110.000 vehículos diarios, según las estadísticas oficiales, y es clave en la estrategia de colapsar la isla.
Flechas y catapultas
Así que la policía trasladó el domingo a los radicales un ultimátum: abandonarlo antes de las 22.00 horas o ser expulsados a la fuerza. La jornada ofreció el contraste artesanal a una de las ciudades más modernas del mundo. La universidad, convertida en una ciudadela fortificada, fue defendida con catapultas, flechas e incendios en las vías de acceso.
El arsenal lo completan bombas elaboradas con sustancias químicas robadas del laboratorio, cócteles molotov fabricados en masa y bombonas de butano con clavos adheridos. Un agente fue herido por una flecha que atravesó su pierna en un acto calificado hoy como "homicida" y "terrorista" por la policía. "La flecha podría haber matado al oficial o a cualquier otra persona cercana", ha explicado el portavoz.
En el frente judicial cabe consignar una bofetada al Gobierno. La Corte Suprema ha declarado inconstitucional la reciente ley anti-máscaras que el Ejecutivo de Carrie Lam había aprobado el mes pasado recurriendo a una mohosa normativa colonial. El tribunal sostiene que infringe derechos fundamentales más allá de lo razonable. Esa ley le sirvió de excusa moral al movimiento antigubernamental para acentuar su vandalismo durante días.
La decisión judicial subraya dos obviedades. Por un lado, la irresponsable tozudez del Gobierno por crear y avivar incendios con leyes inútiles. Y por el otro, que la independencia judicial y la separación de poderes también protege a los apocalípticos y violentos manifestantes que definen Hong Kong como "una ciudad china más" y lamentan "el serio recorte de libertades".
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