LATINOAMÉRICA

México, el dificil equilibrio progresista en la región

El Gobierno de López Obrador puede liderar un eje progresista en Latinoamérica, pero carece de capacidad ante la dependencia comercial de EEUU.

presodente de méxico andrés manuel lópez obrador

presodente de méxico andrés manuel lópez obrador / periodico

Aitor Sáez

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“La mejor política exterior es la política interior” es el eslogan del presidente de México Andrés Manuel López Obrador (Amlo). Aunque la realidad interna se retroalimenta también de la acción exterior, tanto ideológica como comercialmente, tal y como refleja la discordante acción exterior del Gobierno mexicano.

El asilo al exmandatario boliviano Evo Morales ha impulsado el liderazgo de México entre los gobiernos de izquierdas en la región. Un paso al frente que Amlo había rehusado dar ante la insistencia de sus potenciales aliados. El futuro presidente argentino, Alberto Fernández, realizó la semana pasada su primer viaje tras su elección a México con la intención de promover un eje progresista entre ambos países, como contrapeso a Brasil. Su homólogo mexicano, sin embargo, se mostró cauto ante la invitación al Grupo de Puebla, organizado por Fernández en Buenos Aires y que reunió a los expresidentes de Uruguay, José Mújica, de Brasil, Dilma Rousseff, y de Colombia, Ernesto Samper.

Debilitado por EEUU

Además de mantener la tradición mexicana de acoger a líderes políticos exiliados, “el asilo a Evo sirve a Amlo para contentar a sus bases de Morena (partido de gobierno) que esperan ese discurso de apoyo a la izquierda latinoamericana, sobre todo después de asumir una política migratoria represiva que ha diezmado la credibilidad exterior de México”, señala a este diario Enrique Díaz-Infante, director del Centro de Estudios Espinosa Yglesias. “Aunque con este gesto (dar asilo a Evo) México ha ganado legitimidad, los sudamericanos nos siguen viendo muy alejados y cada vez más cercanos a Estados Unidos”, zanja el investigador.

México apela a la Doctrina Estrada de no intervención en otros países como pilar de su diplomacia, que alcanzó su época dorada en los setenta. No obstante, la actual dependencia comercial con Estados Unidos, donde llega el 80% de las exportaciones mexicanas, ha mermado la capacidad de liderazgo del país azteca.

“La sumisión a EEUU como se ha visto al aceptar ser su muro migratorio nos vuelve superdependientes y adoptar posturas demasiado radicales. Amlo está haciendo malabarismos para cerrar el T-MEC (acuerdo comercial con EEUU) y dando tumbos en política exterior para no enfadar a Trump”, considera a este medio el politólogo de la Universidad Autónoma de México, Jorge Márquez, quien asegura que “México está lejos de alcanzar la notoriedad que alcanzó en 1983 cuando encabezó el Grupo Contadora” para lograr la paz en Centroamérica.

El fracaso con Venezuela

Esta pérdida de peso se puso de manifiesto en el fracaso de mediación de México ante la crisis venezolana, que culminó en una infructuosa Reunión de Montevideo. En la cita entre varios países el canciller mexicano Marcelo Ebrard fue incapaz de imponer su visión. “Ahí se vio la falta de diseño de una estrategia exterior y el enorme obstáculo que significa que Amlo se niegue a viajar fuera. No es lo mismo hablar entre presidentes que con un canciller”, indica a este diario la experta en relaciones internacionales del Colegio de México, Élodie Brun.

La tibia respuesta de México, el único país grande que no ha reconocido a Juan Guaidó como presidente de Venezuela, terminó por interpretarse como un apoyo a Nicolás Maduro, aunque Amlo siempre ha esquivado sus guiños. “Si México quiere diversificar su red comercial y de inversiones, para no depender tanto de EEUU, debe potenciar su presencia exterior. Ebrard y Amlo pueden explotarse como figuras conciliadoras frente a la creciente radicalidad de los líderes en el continente, pero debe haber un interés”, zanja la analista.

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