Crisis política

'Macho Camacho', el empresario ultraconservador que encabezó la conjura contra Morales

El empresario ultraconservador Luis Fernando Camacho, figura clave en la oposición a Evo Morales.

El empresario ultraconservador Luis Fernando Camacho, figura clave en la oposición a Evo Morales. / periodico

Abel Gilbert

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Luis Fernando Camacho llegó al Palacio Quemado, la sede del Ejecutivo, con aires triunfales. Al entrar exhibió una Biblia como si fuera su blasón. Se persignó, tendió el libro y dio gracias al cielo y a las armas que lo acompañaron en su marcha hacia La Paz. Luego cantó victoria.

Con un verbo que por momentos recuerda al presidente brasileño, Jair Bolsonaro, este empresario de Santa Cruz, la región más rica de Bolivia, se alzó en la noche del domingo como uno de los protagonistas de la conjura contra Evo Morales. Una de las primeras cosas que hizo después de que se allanara el camino de la restauración conservadora fue festejar la posibilidad de una inminente cacería contra el presidente dimitido.

"Los militares le quitaron el avión presidencial y está escondido en el Chapare, ¡van por él!", celebró, aunque su deseo no se ajustaba necesariamente a la realidad. Se trataba entonces de transformarla a su gusto. Para eso estaba él en el centro de la escena. No en vano lo llaman el 'Macho Camacho'.

Negocios turbios

Morales y el Movimiento al Socialismo (MAS) subestimaron el crecimiento de su figura fuera de Santa Cruz. Hasta les resultó risible que ese abogado y empresario con negocios en los seguros, el gas y los servicios y unas sociedades 'off shore' familiares sacadas a luz en los 'papeles de Panamá', se propusiera llegar a La Paz para cambiar la historia. Y llegó con una carta en la que se le exigía al presidente que abandonara el Palacio Quemado mucho antes de que este convocara a nuevas elecciones en un intento tardío por detener la crisis que lo terminó por arrastrar.

Integrante de la Logia Caballeros del Oriente, un selecto grupo que defiende la supremacía de la élite cruceña, descendiente de europeos, frente a los indios, Camacho ha conspirado intensamente contra Morales en los últimos años. Pero su intervención en los asuntos públicos se remonta a 17 años atrás, cuando lideraba la Unión Juvenil Cruceñista, acusada de acciones racistas y de discriminación.

Los incendios devastadores en la Chiquitanía le permitieron dirigir hacia La Paz los efectos de la catástrofe ambiental y cobrar mayor visibilidad como líder regional. Las elecciones, con su controvertida deriva, a partir de las denuncias de irregularidades en el recuento provisional de votos, lo convirtieron luego en el principal portavoz opositor.

Cada vez más osado

Se posicionó por encima de Carlos Mesa, el candidato que había competido contra el Gobierno. A medida que se intensificó la tensión política, sus intervenciones públicas se volvieron cada vez más osadas. Las redes sociales le dieron la posibilidad de practicar el arte del denuesto y las fake news. Rechazó de inmediato el resultado de los comicios del 20 de octubre y le dio un ultimátum a Morales frente al Cristo de Santa Cruz.  Llegó a invocar la figura del narcotraficante colombiano Pablo Escobar como modelo a seguir en lo que respecta al escarmiento de los enemigos.

Los seguidores  alaban el coraje de este padre de tres hijos cuyas arengas preconciliares terminaron por seducir a un sector desencantado de la sociedad o cansado de la hegemonía política del MAS. "¡No estamos derrocando un Gobierno, estamos liberando a toda una Nación!”, aseguró antes de un desenlace que parecía conocer.

El Macho le "suplicó" al sector social que salió a las calles para acelerar la dimisión de Morales no volver todavía a sus casas y forzar a través de la movilización la limpieza política en Bolivia. "Falta un Gobierno transitorio", aseguró. Dijo que permanecerá en La Paz hasta que el Congreso acepte la dimisión al presidente. Aunque no tiene cargos electos ni poder estatal, Camacho auguró que más temprano que tarde se iniciarán juicios contra el expresidente y su vicepresidente, Álvaro García Linera, los ministros del Gobierno caído, los legisladores del MAS y todos los que rechazaron su cruzada. "Mañana empezamos las demandas", dijo y rechazó la idea de que promoviera la venganza. "No es odio. Se llama justicia divina", sentenció.