30 AÑOS SIN GUERRA FRÍA

El lucrativo negocio del miedo

Migrantes sirios cruzan una alambrada de concertinas en la localidad húngara de Röszke, en la frontera con Serbia.

Migrantes sirios cruzan una alambrada de concertinas en la localidad húngara de Röszke, en la frontera con Serbia. / periodico

Víctor Vargas Llamas

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El miedo se está convirtiendo en uno de los negocios más prósperos en Europa. El temor a lo desconocido, a perder el estatus ante una amenaza exterior en forma de flujo migratorio es la base sobre la que se cimenta el millar de kilómetros de muros destinados a hacer del  territorio europeo un auténtico fortín. A la sazón, 900 millones de euros solo en vallado terrestre y 676,4 millones en operaciones marítimas desde el 2006 hasta el 2017, a los que hay que sumar casi mil millones en diques virtuales en forma de tecnología que se han invertido en lo que llevamos de siglo. De todas estas cifras y del tinglado especulativo que se sustenta en la necesidad creada de reforzar las fronteras continentales da buena cuenta un informe de las organizaciones Stop Wapenhandel, el Centre Delàs d’Estudis per la Pau y el Transnational Institute.

“Desde 1990, los estados de la UE y del espacio Schengen han construido alrededor de 1.000 kilómetros de muros terrestres, el equivalente a seis muros de Berlín, con el fin de detener la llegada a Europa de personas desplazadas por la fuerza. Si se incluyen las operaciones marítimas, entonces las murallas se extienden otros 4.750 kilómetros”, detalla Mark Akkerman, el autor del estudio ‘El negocio de construir muros’.

"Desde 1990, la UE y Schengen han construido 1.000 km de vallas, equivalente a 6 muros de Berlín"

Mark Akkerman

— Investigador de Stop Wapenhandel

Las principales instigadoras y beneficiadas de ese estado permanente e incondicional de alerta son algunas de las mayores empresas militares y de protección europeas: la firma francesa Thales, que produce sistemas de radar y sensores empleados por buques de seguridad fronteriza; la armamentística Leonardo, con sede en Italia, principal proveedora de helicópteros para la salvaguarda territorial, y el gigante paneuropeo Airbus, que también fábrica aeronaves de seguridad. Gigantes con presupuestos tan rotundos que no encuentran grandes obstáculos para sus propósitos, con la inestimable cooperación de grupos de presión.

“La gran influencia de esta industria deriva en la creación de espacios específicos en el entorno de la UE para que estas empresas y sus lobis influyan en las decisiones de los gobiernos. Una dinámica que impone su interés de definir las fronteras como espacios militarizados, alterando los presupuestos nacionales y erosionando la correcta gobernanza pública”, expone Ainhoa Ruiz Benedicto, investigadora del Centre Delàs.

Especulación

Al entramado mercantilista de estas fronteras de alta seguridad se suman compañías de los sectores de la construcción, el transporte y la tecnología, para completar las infraestructuras requeridas. “Paradójicamente, estas empresas también se encuentran entre las cuatro mayores distribuidoras europeas de armas en Oriente Próximo y el Norte de África, por lo que contribuyen a los conflictos que causan las migraciones forzadas”, según Akkerman. La perversión de encontrar al mismo actor en el origen y la (presunta) resolución del conflicto. Como consecuencia de ese ahínco protector, se alteran las rutas migratorias tradicionales, buscando alternativas que incrementan el riesgo para las vidas de quienes intentan salir adelante en Europa.

Y el drama se hace incluso más amargo. “En el Mediterráneo están muriendo muchas personas anónimas cuya ausencia ni siquiera se llega a denunciar”. Y por tierra la cosa no es mucho mejor, con la obstrucción de la ruta de los Balcanes, obligando a los migrantes a enfilar la conocida como ruta del Ártico, rumbo a Noruega, que se decidió a levantar un vallado en la frontera con Rusia para fortalecer la seguridad en una de las puertas de acceso al espacio Schengen. “Una ruta muy cara y muy peligrosa también por las condiciones ambientales, incrementando la vulnerabilidad de los migrantes; si se ponen en riesgo de esa manera, ¿cómo no serán sus vidas en sus países de origen?”, destaca Ruiz Benedicto. 

Sombras de sospecha

El informe resalta un aumento del ritmo de construcción de estos muros a partir del 2015, en pleno 'boom' migratorio a Europa, cuando se intensifican las tareas de seguridad activa y pasiva. Entre estas medidas hay que contar con la “muralla marítima” del Mediterráneo y los conocidos como “muros virtuales” de vigilancia y de datos biométricos, para identificar y autenticar personas, “cumpliendo con la misión de mantener a las personas alejadas” de territorio europeo, explica Akkerman.

"La justificación de cruzar algoritmos por motivos de seguridad sirve también como herramienta de control social"

Ainhoa Ruiz Benedicto

— Investigadora del Centre Delàs

Y bajo el pretexto de la seguridad, la alargada sombra de la sospecha de la trazabilidad de datos, cada vez más omnipresente en los demás ámbitos cotidianos. “Las agencias nacionales, la UE e Interpol intercambian información sobre cómo nos desplazamos, qué compramos y qué comemos –detalla Ruiz Benedicto–. Bajo la justificación de cruzar algoritmos, dicen, para determinar el nivel de amenaza de una persona particular y evitar acciones terroristas, quedan al descubierto sus hábitos de consumo y se dispone de una nueva herramienta de control social”.