BLINDAJE A LA TRADICIÓN

Kioto prohíbe las fotos a geishas para preservarlas del acoso turístico

Un comité de comerciantes y vecinos toma la medida tras el agravamiento de los comportamientos irrespetuosos de algunos visitantes

Una geisha se desplaza en un taxi triciclo por Kioto.

Una geisha se desplaza en un taxi triciclo por Kioto. / periodico

Adrián Foncillas

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Kioto ha blindado a sus delicadas y armoniosas geishas de irritantes y patanes turistas. El histórico distrito de Gion ha prohibido fotografiarlas en varias zonas e impuesto el consentimiento en el resto. No está sola Kioto en la guerra contra los desmanes del turismo de masas, pero en ningún otro lugar contrastan más algunos asilvestrados extranjeros con los refinados locales.

La medida llega después del amontonamiento de lamentos. Algunos turistas someten a las geishas a forzosas y agotadoras sesiones públicas de fotos, las acosan en busca del selfi perfecto hasta los restaurantes o manosean sus kimonos o barrocas pelucas. Otros desprecian la propiedad ajena y se adentran en viviendas con puertas abiertas. Y las autoridades han mandado parar. Las fotografías están prohibidas en los callejones privados que desembocan en la avenida Hanamikoji, que atraviesa el distrito de norte a sur y, en cualquier caso, será imprescindible el permiso de las geishas antes de disparar. Los carteles informan de las nuevas restricciones y de multas de 10.000 yenes (unos 82 euros) a los infractores. El fenómeno del selfi ha agravado un acoso que antes era más digerible.

La iniciativa fue aprobada en una votación por un comité de comerciantes y vecinos que ya reparte folletos en inglés y mandarín entre los visitantes. No está claro si la ordenanza será ejecutada por la policía, voluntarios u otra organización, pero desde el comité se confía en el efecto disuasorio de los carteles y de las nuevas y muy visibles cámaras que permitirán la identificación posterior de los infractores.

Víctima del turismo masivo

Kioto es una predecible víctima del turismo masivo. La capital imperial conserva su centenaria atmósfera a contrapelo en un país hipertecnificado. En Gion se juntan los templos sintoístas, las coquetas casas de té y las callejuelas angostas y empedradas por las que no es difícil cruzarse con geiko (geishas) y maiko (aprendices) de rostro níveo, coloristas kimonos, sandalias de madera cuadradas y sombrillas. En los restaurantes de la zona han apuntalado su reputación global las geishas durante siglos entreteniendo a los comensales. Algunos impiden el acceso a los visitantes primerizos si no llegan recomendados por un cliente habitual. Impera, pues, el respeto a las costumbres.

Los esfuerzos de las autoridades para minimizar los estragos no han sido tibios ni escasos. El Ministerio de Infraestructuras, Transporte y Turismo envía mensajes de texto a los visitantes cuando se acercan a menos de un kilómetro de Gion con unas normas básicas de etiqueta. Imponen una vestimenta decorosa que excluye los semidesnudos, aconsejan aligerar las sesiones de fotos, prohíben trastear con los farolillos de los restaurantes y recuerdan que no se puede fumar en la calle. El fracaso de la iniciativa ha empujado esta semana a los vecinos a legislar por su cuenta.

Otros gobiernos locales ya han lidiado con los atentados a sus buenas costumbres. El de Kamakura, célebre por su Buda gigante, hubo de aconsejar a los turistas que no comieran mientras caminaban, no solo por el riesgo de ensuciar sus calles, sino porque en Japón es preceptiva la reposada ingesta de alimentos.

31 millones de visitantes

Japón recibió más de 31 millones de visitantes el pasado año, casi un 10% por encima del anterior. Influyó la devaluación del yen, la flexibilización de los visados y el abaratamiento de los vuelos.  Kioto recibió en el 2017 el quíntuple de los turistas del 2012 y espera un alud cuando el próximo año Tokio albergue los Juegos Olímpicos.

Es comprensible que los vecinos teman cómo afectará a su armoniosa cotidianeidad. El grueso de los turistas, más de cuatro millones, llega de China. Cuesta imaginar un atentado mayor a la rigurosa contención japonesa que la jovial, caótica y desacomplejada espontaneidad china.