DISTURBIOS EN LA EXCOLONIA

La semilla de la discordia en Hong Kong

Oficiales de la policía antidisturbios vierten agua sobre un manifestante durante su detención en Hong Kong.

Oficiales de la policía antidisturbios vierten agua sobre un manifestante durante su detención en Hong Kong. / periodico

Adrián Foncillas

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La historia desatiende en ocasiones a los personajes capitales. Chan Tong-Kai es apenas una nota a pie de página en la crónica de los peores disturbios en décadas en Hong Kong a pesar de haberlas generado y ser probablemente su único beneficiado. Chan saldrá en libertad este mes tras un año escaso en la cárcel por matar a su novia, descuartizarla, apretar los restos en una maleta y arrojarlos en un parque durante unas vacaciones en Taiwán.

La madre de la víctima envió cinco cartas a la jefa ejecutiva, Carrie Lam, rogándole ayuda después de que el asesino fuera detenido a su regreso a Hong Kong. En la excolonia solo pudo ser condenado por robarle la tarjeta de crédito y la ley local impide su envío a Taiwán. Lam se puso manos a la obra y tramitó la ley de extradición. La norma, argumentó, acabaría con esas lagunas procedimentales, ayudaría a la lucha internacional contra el crimen e impediría que Hong Kong siga siendo un refugio para fugitivos.

Sin armas

Para sus críticos, la ley serviría de pasarela  hacia el oscuro sistema judicial del interior y terminaría con la protección que los disidentes políticos, miembros de Falun Gong y otros elementos molestos para Pekín han disfrutado en la excolonia desde el colonialismo británico. Nunca lo sabremos: el gobierno, tras una resistencia numantina, acabó suspendiéndola el mes pasado en un intento inútil de pacificar a los contrarios. Ni siquiera sirvieron las enmiendas que excluían su aplicación en casos políticos y religiosos o incluían el examen de cada caso por el Gobierno y tribunales.

La prensa local ha informado de que saldrá probablemente a finales de este mes. Parlamentarios afines a Pekín le han visitado en la cárcel para convencerle de que se entregue voluntariamente a las autoridades taiwanesas y se sabe que está en contacto con un sacerdote. En esas gestiones se concentran las esperanzas porque el cuerpo jurídico hongkonés, sin esa ley de extradición, carece de armas para retenerlo un día más la cárcel.