PROCESO DESCARRILADO

Otoño caliente en Afganistán

Soldados de la OTAN retiran uno de los vehículos siniestrados en un atentado suicida en Kabul.

Soldados de la OTAN retiran uno de los vehículos siniestrados en un atentado suicida en Kabul. / periodico

Adrià Rocha Cutiller

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Este otoño tenía que ser tranquilo en Afganistán porque Estados Unidos y los talibanes debían de llegar a un acuerdo de paz que, de perdurar, podría poner fin a 40 años de conflictos en el país centroasiático. Pero al final todo indica que va a ser mucho peor que de costumbre como consecuencia de la sorprendente decisión del presidente estadounidense, Donald Trump, de terminar con unas negociaciones de paz que se venían produciendo desde hace casi un año.

Sin embargo, aunque pueda parecer paradójico, hay gente que en Kabul celebra la decisión del presidente estadounidense. Uno de ellos es el presidente afgano, Ashraf Ghani. "No tiene sentido buscar la paz con un grupo, [los talibanes], que tienen como objetivo asesinar a personas inocentes", dijo el líder afgano esta semana, tras el anuncio de Trump.

Ghani y quienes piensan como él tienen más motivos para estar tranquilos. "Nunca estuvo demasiado claro que los talibanes estuvieran dispuestos a cumplir con los compromisos necesarios para la paz —escribe Kate Klark, miembro de la Red de Analistas de Afganistán—. Siempre ha existido la posibilidad de que el acuerdo fuese una forma de que los talibanes pudieran deshacerse de su mayor adversario en el campo de batalla [en referencia a EEUU], y que creyesen que entonces podrían controlar militarmente Kabul".

Estado fallido

En la actualidad, los talibanes controlan directamente o tienen presencia militar en dos terceras partes de Afganistán. Nunca han tenido tanto dominio territorial desde que George Bush Jr. los echara del poder tras la invasión estadounidense en el 2001, una de las reacciones de Washington tras el atentado contra las Torres Gemelas.

De las 34 provincias afganas, en estas últimas semanas ha habido combates entre talibanes y soldados del Ejército regular afgano en al menos una decena de ellas, situadas, mayormente, en el norte del país. Afganistán está en llamas.

Y lleva tiempo estándolo, porque mientras los representantes de EEUU y los talibanes negociaban en Qatarlos combates se multiplicaban sobre el terreno. "Los talibanes nunca aceptaron un alto el fuego —explica a este periódico el experto afgano Said Sabir Ibrahimi, investigador del Centro para la Cooperación Internacional la Universidad de Nueva York—. De haberse firmado un acuerdo en Doha, no sabríamos qué habría pasado entre el Gobierno afgano y los talibanes. Acabar de verdad con la guerra hubiese necesitado mucho más. No ha habido diálogo entre las diferentes facciones afganas".

Guerra y muerte

Y quien paga la cuenta de todo esto, evidentemente, son los civiles. Los atentados, tanto en Kabul como en otras capitales afganas, están a la orden del día. Son varios a la semana. En el 2018 más de 1.700 civiles murieron causa del conflicto (otros 3.400 resultaron heridos); en lo que llevamos de año, la cifra de muertos llega ya a los 1.300 civiles. La de heridos, a los 2.400.

Los datos son de Naciones Unidas, que añaden más cifras inquietantes: en los primeros seis meses de este año, los bombardeos del Gobierno afgano y de la OTAN —cuya misión, en Afganistán, lidera EEUU— han matado a más civiles que los talibanes. Es la primera vez que pasa desde que hay registros, iniciados hace algo más de una década.

"Hasta hace poco, las fuerzas de seguridad del Estado afgano habían estado a la defensiva, pero desde hace un año, pasaron a la ofensiva. Los estadounidenses tampoco han parado de luchar. Todos han usado la violencia como ventaja negociadora, aunque quienes lo han hecho con mayor intensidad han sido los talibanes, que pensaban que si dejaban de luchar perderían puntos en las conversaciones. Veían un hipotético alto el fuego como una amenaza», explica Ibrahimi.

Desasosiego

La rotura de las negociaciones ha creado un clima de desasosiego. Este acuerdo, aunque no fuese a acabar con la guerra en Afganistán -que comenzó con la invasión soviética de 1979-, sí que podría haber servido como un primer paso hacia algún tipo de reconciliación nacionalTrump, sin embargo, se ha encargado de tirar a la basura estas esperanzas. Como consecuencia, la incertidumbre y el miedo a un gran repunte de la violencia reinan ahora  en Afganistán.

Y más aún si se tiene en cuenta que en tres semanas el país centroasiático celebra elecciones presidenciales. El 28 de septiembre no será un día fácil. "Los talibanes han dicho que atacarán los colegios electorales. Los civiles serán también su objetivo", vaticina Ibrahimi.