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Las protestas lastran la economía de Hong Kong

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Adrián Foncillas

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El SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Grave) empujó en el 2003 a Hong Kong al abismo. Lo evitó con el esfuerzo de una sociedad compacta y la ayuda de Pekín, que levantó las limitaciones para los turistas del interior cuando el mundo estaba aterrorizado. Las protestas actuales suman tres meses y carecen de fin a la vista, la excolonia está fracturada y a Pekín le han cambiado el rol de salvador por el de villano. Gobierno y sindicatos pronostican que su impacto superará al del SARS.

Unos disturbios callejeros cronificados castigan cualquier ciudad. Y son devastadores en capitales financieras que manejan intangibles tan frágiles como la confianza y la reputación para atraer al asustadizo capital o impedir su huida. La caída del turismo y de las ventas minoristas son los efectos inmediatos y superficiales pero el grueso de la factura está por llegar. La agencia Fitch ha rebajado esta semana la calificación de la deuda hongkonesa por primera vez desde 1995 y alertado de las perspectivas negativas. Importantes salidas a bolsa han sido retrasadas e incluso el sector inmobiliario, de robustez acrisolada en la isla, ha bajado precios. Es sabida la alergia de los inversores a las turbulencias.

Hong Kong ha atraído durante décadas a los chinos más ambiciosos pero la economía declinante y las protestas están acabando con su lustre. Pekín, además, aclaró en julio que la vecina Shenzhen será el eje de la macroregión económica en el Delta del río de la Perla. Lee tiene 23 años, nació en la provincia rural de Hunan y trabaja en una multinacional estadounidense. “Vine a estudiar hace cinco años porque esto era Hong Kong”, dice con resoplidos enfáticos. “El año que viene me iré a Shenzhen, las cosas se mueven más ahí”, desvela.

Urbes chinas

Hong Kong conserva su relevancia como pasarela de capitales y financiación entre China y el exterior y cuenta con el cuarto mercado bursátil del mundo. Pero sus mejores días son ya lejanos, acosada por Singapur y las grandes urbes chinas. Su contribución al PIB nacional ha caído del 20% al 3% desde el regreso a la Madre Patria y su economía coquetea con la recesión. Su crecimiento del 0,6 % es el más bajo desde la crisis financiera global y, con la desaceleración de la economía china y la guerra comercial, las perspectivas son oscuras. En ese degradado contexto han emergido las protestas.

Sólo un paquete fiscal generoso evitará la recesión, sostiene Alicia García-Herrero, economista jefe para Asia Pacífico de Natixis. “La reputación lo es todo y Hong Kong la está perdiendo. Londres está en una situación similar por el 'brexit' pero puede ajustar la libra mientras la caja de conversión de Hong Kong le impide modificar su moneda para hacer frente a un impacto negativo. Podría acabar tomando medidas heterodoxas como controles de capital para evitar su salida por la pérdida de reputación que está sufriendo”, añade.

La ocupación del aeropuerto durante dos días prueba la habilidad de los  antigubernamentales para gripar la armoniosa y fiable maquinaria hongkonesa. Los cientos de vuelos cancelados supusieron una pérdida de 76 millones de dólares (68,7 millones de euros) y sufre el sector turístico. Una treintena de gobiernos han alertado de los riesgos de viajar a Hong Kong. El gobierno ha repetido que la isla es un lugar seguro para turistas e inversores pero las rutinarias y mediáticas batallas campales confabulan contra el mensaje. Preocupa menos la percepción global que la de China. Desde el interior llega el 75 % de los viajeros y los chinos han visto estos días a los manifestantes profanar la bandera nacional y detener y golpear con impunidad a compatriotas tras ser identificados como espías o periodistas.

Las autoridades han informado de un descenso de turistas de “dos dígitos” en julio y del 30% en la primera quincena de agosto. Los indicios apuntan a un cuadro serio. Cathay Pacific, la principal aerolínea local, ha reducido rutas por la demanda declinante y su cotización ha caído a sus mínimos en diez años.

Recortes en ventas

La crisis está torpedeando al sector hotelero. Un establecimiento céntrico que raramente ofertaba sus habitaciones por debajo de cien euros las coloca ahora a 38 euros. Una decena de hoteles, entre ellos el icónico Intercontinental, ha pedido a su personal que se tome sus vacaciones anuales o un descanso sin remunerar. Y el turismo menguante ha mordido los beneficios de los comercios. La Asociación de Minoristas de Hong Kong ha desvelado que la mayoría de sus miembros ha padecido recortes en sus ventas. Estas alcanzan el 30 o 40% los fines de semana en Wanchai, un distrito salpicado de relojerías y joyerías que frecuentan los turistas chinos.

La crisis enquistada también inquieta a las multinacionales. “Muchas están empezando a valorar su marcha. Otras prefieren reducir el personal a la espera de que la situación se arregle para no ser los últimos en llegar a otros destinos. Singapur es el más evidente, pero también Taipei y Tokyo”, señala García-Herrero.

Pequeños comercios, multinacionales, bancos y magnates ansían que regrese el pragmatismo y la paz sobre los que se había asentado el éxito de la excolonia. Li Ka-shing, quien ha amasado la mayor fortuna de Asia con el prosaico ladrillo, pedía estos días el final de las protestas en el “nombre del amor”.