La crisis venezolana

La utopía del zapato propio

Oferta de zapatillas deportivas en un establecimiento de Caracas, el pasado mes de julio.

Oferta de zapatillas deportivas en un establecimiento de Caracas, el pasado mes de julio. / periodico

Abel Gilbert

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"Quiero salir esta tarde a comprar / entre montones tendré que elegir / unos zapatos que me hagan subir / unos centímetros más". Las venezolanas solían contonearse alegremente al ritmo de 'Zapatos de tacón alto'. La canción de Karina fue tan popular a mediados de los años 80 que hasta se la hizo a escuchar al Papa Juan Pablo II. Una compilación de los grandes éxitos de la peruana-venezolana que alguna vez fue también figura de los culebrones, la incluye como número esencial. Pocas canciones parecen tan inoportunas en momentos que el consumo per cápita de zapatos es de 0,5 pares al año.  Según Luigi Pisella, el presidente de la Cámara Venezolana del Calzado y Componentes (Cavecal), antes del desmadre económico las ventas eran cuatro veces mayores. "Es una situación de calamidad", le dijo al portal de noticias Contrapunto. La Cavecal integra a 110 empresas fabricantes pero en la actualidad solo se usa 20% de la capacidad instalada.

"Me acuerdo de mi primer par de zapatos / ganado en un concurso de poemas", cantaba Alí Primera, un tradicional cantautor de protesta que tras la irrupción del chavismo, y mucho más tras su muerte, se convirtió en una suerte de música estatal. Sin embargo, parte de la población parece haber perdido la referencia de la última vez que entró a un negocio a renovarse. "No hay dinero", subraya Pisella. El salario mínimo que perciben tres millones de personas es 40.000 bolívares (2,6 dólares). Ellos reciben además un bono de alimentación de 25.000 bolívares (1,6 dólares).

En la actualidad, un par de zapatillas Nike tiene un costo mínimo de 48 dólares, las botas Timberland ascienden a una suma prohibitiva de 75 dólares, mientras que los zapatos de vestir se consiguen a partir de los 15 dólares. Los productos que vienen de la frontera colombiana son de mala calidad y duran poco. Por eso, los venezolanos tratan de evitarlos.

De un pie a otro

El negocio del zapato usado encuentra en cambio su florecimiento en estos días de una penuria que el Gobierno atribuye exclusivamente a las durísimas sanciones económicas de la Administración Trump. El portal Mercado Libre ofrece una amplia gama de posibilidades. El rango de ofertas va de "como nuevos", "buenas condiciones" y "buen precio" al piadoso "le queda vida", como se promocionaron unas zapatillas deportivas a 0,3 dólares. 

Los remiendos también son un problema. Las suelas de goma -gastadas de tanto caminar e incluso cruzar la frontera- pueden costar tres dólares. La imaginación y la necesidad van de la mano. Por eso se adecúan suelas de un modelo en otro o se cortan neumáticos para diseñarlas y luego adherirlas con el pegamento industrial Hércules. Cuando se vuelve imposible la combinación entre el zapato que existe y el repuesto que se necesita se llega al extremo de generar un objeto nuevo de la unión entre una media y el caucho de una rueda.

Las botas de Chávez

En el 2015, Nicolás Maduro presentó durante un mitin un prototipo de las "botas de Chávez". Se trató de un diseño similar a las Converse All Star de lona roja que se compran en Caracas por 14 dólares. "Las botas del socialismo bolivariano de la juventud", como las llamó Maduro, sustituían la estrella de cinco puntas por el logo del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Sin embargo, el producto nunca llegó a los pies de nadie. Frente a las vidrieras de  Total calzados, Aldo, Kioto damas o los centros comerciales caraqueños se repite una situación inhibitoria: los consumidores miran las ofertas de reojo y si se atreven a entrar, salen en silencio.

El calzado falta en los pies pero fluye en el lenguaje. Ha devenido metáfora política. Para algunos analistas, Juan Guaidó, el diputado a quien EEUU y otros 54 gobiernos reconocieron como "presidente encargado" es, a casi ocho meses de su autoproclamación, una "piedra en el zapato" para Maduro. Las palabras pueden volverse extemporáneas en medio de la escasez. "Pensar que tu no eras así", canta el grupo de rock Zapato 3, famoso en los años 80 y rearmado para celebrar la nostalgia, la misma a la que le canta Karina cuando le dice a sus oyentes mujeres: "Un par de zapatos de tacón alto / quiero ser tan alta como tú / para que me acerque más a tu labios / para que me beses mucho más / aún mucho más".