DERECHOS HUMANOS

Así se caza a un dictador

Yahya Jammeh, en el 2016, cuando aún era presidente de Gambia.

Yahya Jammeh, en el 2016, cuando aún era presidente de Gambia. / periodico

Víctor Vargas Llamas

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Los grandes depredadores actúan sin recato. Se saben en lo más alto de la cadena trófica y campan desacomplejados por sus dominios, sin la precaución que se haría necesaria ante el riesgo de que un intruso atente contra su supremacía. No sospechan que un advenedizo se aposte para observarle con puntillosa discreción, tome nota de la coreografía fúnebre con la que somete a sus víctimas y repare en sus puntos débiles. Por eso, cuando ocurre lo inesperado, la hegemonía del rey de la fauna se torna vulnerabilidad. Y la suficiencia, fatalidad. Ocurre que a veces el depredador escapa antes de acabar acorralado. La bestia ya no merodea por su hábitat, pero eso no pone fin a la misión que se encomendó al cazador. Las víctimas han perdido el miedo, pero no pueden olvidar.

Cambian entonces el escenario y la naturaleza de la batida, pero no el propósito. La paradoja quiere que esta vez víctima y depredador sean de la misma especie. También el cazador. Una rareza más de la especie humana incluso en un territorio tan curtido en la ley de la supervivencia como es el de la nutrida fauna de África. Hasta allí, concretamente en Gambia, acude el abogado Reed Brody, el cazador de dictadores, una figura clave de la mano de Human Rights Watch (HRW) para que sátrapas como Augusto Pinochet, Jean-Claude Duvalier Hissène Habré se vieran obligados a dar cuenta de sus atrocidades ante un tribunal. Algunos murieron durante la cacería, sin tiempo para purgar sus abusos. Pero incluso cuando la reparación no es plena, queda un poso de consuelo para millones de personas en Chile, Haití y el Chad. La misma sensación que hoy necesita la sociedad gambiana.

Yahya Jammeh es ahora la pieza de caza mayor que Brody persigue. Sabe bien dónde dar con él. En Guinea Ecuatorial, adonde se refugió tras saberse arrinconado por las protestas de un pueblo harto de sus barbaridades y el ultimátum de los países del entorno ante la escandalosa violación de derechos humanos del dictador. Pero aun sabiendo dónde dar con su zulo de lujo, el letrado es consciente de que es momento de templar ánimos y aguardar el momento propicio para ajustar la mira y abatir al depredador. Solo hay una bala en el cargador. El disparo debe ser certero.

Obsesión

"Jammeh cuenta con la gran ventaja de conocer nuestros movimientos y eso dificulta el factor sorpresa", expone el abogado. De ahí que, para llevarle al estrado, la dimensión política del caso se revele fundamental. "Necesitamos que se involucren diferentes gobiernos y actores internacionales, conseguir que al menos un país pida la extradición del dictador. Se trata de elevar el coste que supone para Guinea proteger a Jammeh". Ese coste puede aumentar exponencialmente si otras naciones se toman las tropelías de Jammeh como una cuestión de Estado.

"Hay que involucrar a diferentes gobiernos y actores para compensar que Jammeh conoce nuestros movimientos, no hay factor sorpresa"

Reed Brody

— Abogado de Human Rights Watch

Y en ese punto cobra una relevancia esencial un tenebroso episodio del 2005, cuando más de medio centenar de inmigrantes perdieron la vida a manos de los Jungulers, el escuadrón de la muerte del sátrapa, quien en su obsesión por abortar conspiraciones para desalojarle del poder otorgó la categoría de mercenarios a quienes no eran más que migrantes desesperados. La paranoia del tirano se tradujo en torturas y asesinatos a golpes, un cruel final para el grupo, integrado por al menos 44 ghaneses, así como nigerianos, senegaleses, togoleses y costamarfileños. HRW y Trial International reivindican el testimonio de Martin Kyere, el único superviviente de la matanza, para involucrar a las naciones agraviadas, especialmente a Ghana, el país más afectado.

No será fácil. El entonces ministro de Exteriores ghanés, Nana Akufo-Addo, impulsó una investigación que no pudo culminarse ante la cerrazón gambiana a colaborar en las pesquisas. Tras una crisis diplomática entre ambos países, Ghana consideró suficiente una pírrica indemnización del Ejecutivo de Banjul a los familiares de las víctimas. En el reverso de la moneda, la menguante influencia de Jammeh, ya fuera del país, y la reciente identificación de un ciudadano nigeriano entre las víctimas, extremo que amplía la nómina de países perjudicados y puede "precipitar acontecimientos", detalla Brody.

Caza de brujas

Pero esta batalla no solo se libra en las oficinas diplomáticas, sino también en la propia Gambia, donde Jammeh aún cuenta con partidarios que desean su retorno. Muchos de ellos son de la etnia jola, la misma que la del exdirigente, y que representa un 10% de la población. Hacerles cambiar de opinión es una ardua tarea, incluso con las atrocidades que están saliendo a la luz en la Comisión de la Verdad, la Reconciliación y las Reparaciones, el órgano dispuesto por el nuevo Gobierno democrático para investigar las violaciones de derechos humanos perpetradas por el exmandatario en sus 22 años de mandato. "Se están desvelando pruebas flagrantes y testimonios de víctimas incluso de su propia etnia, pero aun así es difícil hacer cambiar de opinión a sus seguidores, que ven la comisión como una mera caza de brujas", dice Brody.

"Nos inquieta que el actual presidente gambiano evite juzgar a Jammeh para no perder los votos de sus seguidores"

Reed Brody

— Abogado de Human Rights Watch

No es la única preocupación en clave interna del letrado de HRW. También está expectante ante la reacción del nuevo presidente, Adama Barrow, el candidato que consensuaron los partidos de la oposición toda vez que Ousainou Darboe, el líder del partido mayoritario de Gambia fue encarcelado por Jammeh. Hoy Darboe está en libertad e incluso fue ministro de Exteriores y vicepresidente del Ejecutivo, pero discrepancias internas hicieron que hace unos meses fuera expulsado por Barrow, desencadenando una escisión política que merma sus respectivas fuerzas. "Nos inquieta que el actual presidente priorice los cálculos electorales y evite juzgar al dictador para no descontentar a los votantes que aún le apoyan", sostiene Brody.

Torturas y abusos

Mientras se despejan esas y otras incógnitas, las fuerzas de Brody preparan el arsenal y avanzan hacia el escondrijo del tirano con paso lento pero firme. La última semana de junio, la s fuerzas de Brody se acuartelaron en Dakar, a más de 3.000 km de la presa, pero con la sensación de sentirle un poco más cerca. Entre los trofeos de caza del letrado neoyorquino lucen las cabezas de Pinochet, Habré y Duvalier, pero esa experiencia no facilita la hoja de ruta para acabar con el exgobernante gambiano. No hay dos déspotas iguales. "Pinochet era muy inteligente, un gran defensor de los valores cristianos. Duvalier, un dictador casi por accidente, no muy capaz. Habré es tan cruel como calculador", resume Brody.

Al mandatario chadiano lo conoce bien, pues no en vano anduvo tras sus pasos durante 18 años para conseguir que compareciera ante un juez. Con Jammeh hace falta más tiempo, reconoce. "Hace poco que le investigo. Es muy instintivo, alguien con una profunda fe en la magia y en sus poderes divinos y curativos. Cree en lo supernatural, y por tanto es alguien más impredecible, que se escapa a la lógica", revela.

En la expedición para apresar a Jammeh se integra un pequeño equipo de abogados y asistentes, así como Toufah Jallow, una joven que acusa de violación al dictador. Otras dos afectadas prefieren mantener su identidad en el anonimato. Toufah ha perdido el miedo al sátrapa y al estigma del entorno, decidida a traspasarle su condición de víctima. También suman fuerzas Baba Hydara, hijo de Deyda Hydara, un periodista asesinado por el dictador en el 2004, y Fatoumatta Sandeng, hija del opositor Solo Sandeng, que murió torturado en dependencias policiales. Fatoumatta pudo ser una nueva víctima del depredador sexual, que la tuvo retenida tres días en un hotel y la dejó marchar hasta nueva orden. Hoy lidera la campaña para llevar a Jammeh ante la justicia.

Esperanza

La labor de Brody trasciende la de un mero abogado, obligado por las especiales circunstancias de sus representados. La organización del evento para que Toufah haga público su testimonio supone un alto desembolso entre viajes, alojamiento y manutención. Para sufragar el despliegue, el abogado se encarga de recaudar donaciones. También planifica la relación con los medios que darán eco a las denuncias. Sin olvidar las horas dedicadas a trazar la compleja estrategia jurídica a desarrollar. Un hombre orquesta que vive acoplado al portátil y el teléfono móvil.

"Pinochet era muy inteligente. Duvalier, dictador por accidente, no muy capaz. Habré es tan cruel como calculador"

Reed Brody

— Abogado de Human Rights Watch

Un esfuerzo que debe acabar mereciendo la pena. "La vida de Toufah va a cambiar. La veo en las portadas de revistas femeninas, entrevistada en el programa de Oprah Winfrey... Lo tiene todo: Una mujer joven y fuerte, una reina de la belleza que hace frente al dictador que la violó", describe Brody. Pero no será un camino fácil. A Toufah, que recibió asilo en Canadá, le desasosiega saber que ella regresará a América pero su familia seguirá en Banjul y será presa fácil de ataques de nostálgicos de Jammeh. Se calma cuando el letrado le informa de que la residencia de los Jallow tendrá vigilancia privada las 24 horas. Y esboza una gran sonrisa al saber que su desgarrador testimonio ya cala entre la opinión pública de un país que parece prepararse para cambiar su destino. Apenas 24 horas después de que Toufah señalara a Jammeh, seis mujeres gambianas dieron el paso de denunciar públicamente a un abogado extranjero por abusos sexuales.