TENSIÓN EN LA EXCOLONIA

China detiene a un empleado del consulado británico de Hong Kong

La jefa del Ejecutivo local propone una plataforma para fomentar el diálogo con los manifestantes

Pintadas pidiendo la liberación de Hong Kong, en la delegación del Gobierno chino.

Pintadas pidiendo la liberación de Hong Kong, en la delegación del Gobierno chino. / periodico

Adrián Foncillas

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Un empleado del consulado británico en Hong Kong ha sido absorbido por el agujero negro judicial chino. La pista de Simon Cheng se perdió 12 días atrás cuando regresaba a la excolonia desde Shenzhen. "Preparado para pasar la frontera... reza por mí", leyó su pareja en el móvil. Las autoridades de inmigración hongkonesas le han confirmado que Cheng está bajo "detención administrativa" y que desconocen su paradero y los cargos imputados. Es improbable que su desaparición combata los miedos en la excolonia hacia la turbia justicia del continente. En la ley de extradición germinaron las protestas que han hundido en el caos a la isla en las últimas 11 semanas.

La ola de protestas han embarrado las relaciones diplomáticas entre Londres y Pekín, con la primera exigiendo el cumplimiento de la fórmula "un país, dos sistemas" y la segunda recordando que los tiempos coloniales están felizmente acabados. China detuvo a dos canadienses y los acusó de espionaje en medio de la tormenta desatada por el juicio en Vancouver a Meng Wanzhou, alta ejecutiva de la compañía tecnológica Huawei. La medida fue globalmente interpretada como un castigo y el último episodio sugiere que China persevera en la estrategia.

El presente caso es menos diáfano. Cheng es ciudadano hongkonés y, según su novia, nunca se significó a favor del bando antigubernamental ni participó en las manifestaciones. La ley china permite la detención incomunicada y sin presentar cargos de un sospechoso durante 15 días. El desenlace, pues, no debería demorarse mucho más.

Comunicado del consulado

"Estamos extremadamente preocupados por la detención de un miembro de nuestro equipo cuando regresaba a Hong Kong desde Shenzhen. Estamos dando apoyo a la familia y buscando información a través de las autoridades de Hong Kong y la provincia de Guangdong", ha asegurado esta mañana el portavoz de la Oficina de Asuntos Exteriores británica.

La policía china ha acentuado los controles en la frontera terrestre entre Hong Kong y Shenzhen, separadas por apenas 20 minutos en tren. Los agentes escrutan los pasaportes con más atención y piden al periodista occidental llegado de Hong Kong que muestre las fotografías del móvil en busca de material sobre las protestas. Aquellos ágiles trámites en una de las fronteras con más tráfico del país ahora son más ásperos y trabados.

El episodio ha enturbiado una semana razonablemente sosegada. Las manifestaciones del fin de semana fueron las primeras en más de un mes que no terminaron con las litúrgicas zurras entre activistas y policías. El gobierno isleño había exigido el fin de la violencia para sentarse a negociar y los activistas aluden a la masiva manifestación del domingo como una legitimación para el diálogo. Una ligera brisa de optimismo sopla en la excolonia después de semanas convulsas aunque persisten los problemas de fondo: muchas de las pretensiones de los activistas son quiméricas y el Gobierno no transige con las razonables.

Lam propone diálogo a los manifestantes

La jefa del Ejecutivo, Carrie Lam, ha vuelto a proponer el diálogo que el bando contrario le ha denegado hasta ahora. Lam ha anunciado la creación inmediata de una plataforma ciudadana para atender los lamentos. "Espero que este diálogo pueda levantarse sobre el mutuo entendimiento y respeto y encontremos una salida para Hong Kong", ha aclarado.

También ha anunciado que el Consejo Independiente Policial de Reclamaciones contratará a expertos internacionales para investigar la actuación de sus fuerzas de seguridad y ha prometido que el informe estará listo en seis meses. No es probable que la medida contente a los antigubernamentales, quienes exigen que una tercera parte fiscalice lo que interpretan como brutalidad policial.

Ambas partes bordearon la tragedia en sus últimos enfrentamientos. Los activistas añadieron los cócteles molotov a su arsenal y los agentes respondieron con gases lacrimógenos en estaciones de trenes cerradas y balas de goma disparadas a escasa distancia.