DERECHOS HUMANOS

Obiang cumple 40 años de tiranía

Teodoro Obiang (derecha) pasa revista a la guardia de honor gabonesa en Libreville, la capital del país.

Teodoro Obiang (derecha) pasa revista a la guardia de honor gabonesa en Libreville, la capital del país. / periodico

Víctor Vargas Llamas

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"En Guinea Ecuatorial prácticamente no hay torturas"torturas, sostenía Teodoro Obiang en una entrevista con TVE el año pasado. Interpelado sobre la magnitud de ese "prácticamente", el dictador trataba de zanjar el tema con una actitud entre la sorpresa y una indisimulada incomodidad: "Ellos [en referencia a la oposición guineana] tienen que decir qué es lo que entienden por torturas. No hay ningún opositor en prisión". Una respuesta que bien podría ser la carta de presentación de los 40 años que Obiang (Acoacán, 5 de junio de 1942) cumple este sábado como jefe de Estado centroafricano y que le convierten en el dirigente en activo más longevo de todo el mundo, si no se cuentan los regímenes monárquicos. Cuatro décadas de singladura política en los que ha dirigido los designios del país con puño de hierro, desvaneciendo cualquier atisbo de la esperanza con la que buena parte de sus compatriotas recibieron su ascenso al poder.

Su mandato está permanentemente señalado por la vulneración de derechos humanos y salpicado por el hallazgo de ingentes reservas petrolíferas de las que se han servido el presidente y su cohorte para lucrarse casi obscenamente mientras la riqueza pasa de largo por las vidas de sus súbditos. No era esa la hoja de ruta que había prometido a su pueblo el 3 de agosto de 1979, cuando el entonces viceministro de Defensa lideró un golpe de Estado con el que despojaría del poder a su propio tío Francisco Macías Nguema, conocido como el Tigre por sus cruentos métodos para controlar a sus adversarios políticos y a la opinión pública. Por entonces, Obiang era un joven teniente coronel formado en la Academia Militar de Zaragoza, denotando los estrechos lazos que Guinea mantenía con España pese a que dejó de ser su colonia 11 años atrás. Poco tardó en comprobar su pueblo que casi nada había de ese "golpe de libertad" con el que el gerifalte calificó el alzamiento militar.

"En Guinea Ecuatorial prácticamente no se producen torturas"

Teodoro Obiang

— Presidente de Guinea Ecuatorial

Prueba de la desesperanza que asola al país es la decena de nuevos levantamientos militares que Obiang sostiene haber abortado estos años, incluyendo tentativas de magnicidio. Una atmósfera de descontento que no rima con las abrumadoras victorias que ha cosechado en las cinco citas con las urnas celebradas bajo su mandato y que chirrían al escuchar las denuncias de fraude electoral que sostienen oenegés internacionales y una oposición maniatada. Son tan frecuentes las detenciones de opositores como las huídas desesperadas de muchos de ellos, con España como uno de los destinos prioritarios. En las últimas elecciones, el 2017, el omnipresente Partido Democrático de Guinea Ecuatorial obtuvo 99 de los 100 escaños en juego. Durante los cinco días posteriores, el acceso a internet en el país se vio "gravemente interrumpido", según Amnistía Internacional.

Brecha creciente

Cunde la desesperanza de forma inversamente proporcional a la evolución de las cifras macroeconómicas de un país al que se le presentó una oportunidad única en la pasada década de los 90, cuando se descubrieron vastos yacimientos de crudo en sus aguas territoriales. Un hallazgo que ha encumbrado a Guinea Ecuatorial hasta el primer puesto de PIB per cápita de todo el continente, pero que no trasluce en la calidad de vida de los ciudadanos. El país ocupa el puesto 141 en el Índice de Desarrollo Humano de un total de 189 estados, "representando la brecha más amplia a nivel mundial entre riqueza y desarrollo humano per cápita", según Human Rights Watch.  

La oenegé es una de las muchas voces que señalan al régimen de Obiang como un ejemplo palmario de cleptocracia por la desinhibida institucionalización del nepotismo, las redes clientelares y el blanqueo entre un extenso catálogo de corruptelas. Pero ni siquiera las acusaciones de torturas, las detenciones arbitrarias y la vulneración sistemática de los derechos humanos denunciada por Naciones Unidas suponen la justificación definitiva para que las potencias occidentales aíslen al mandatario y le obliguen a renunciar.

Tampoco han servido los llamamientos desesperados de la oposición para que España, la antigua metrópoli, intensifique la presión sobre Obiang. Por más políticamente incorrecto que resulte, el potencial petrolífero guineano es un estímulo suficiente para que Aznar, Zapatero, Rajoy y el Rey emérito figuren en el álbum fotográfico institucional del mandatario.

Impunidad

Con esa impunidad, no debe extrañar que el político sea identificado por los medios oficiales, todos en definitiva, como "el Dios que tiene todos los poderes". A tal consideración aspira Teodoro Nguema Obiang, Teodorín, su hijo predilecto y el gran aspirante a sucederle, quien ha visto como la justicia francesa ponía trabas a su desenfrenado tren de vida, del todo indecente si se compara con el escaso dólar con el que deben pasar el día el 70% de sus compatriotas. Teodorín fue condenado por la adquisición de una espectacular mansión, automóviles de alta gama y productos de lujo con los que blanqueó más de 100 millones de euros de fondos estatales que malversó.

"Guinea tiene la mayor brecha entre riqueza y desarrollo humano"

Human Rights Watch

— Oenegé

El chasco para sus compatriotas es que los tres años de cárcel que le impuso el juez son exentos de cumplimiento, y tampoco deberá saldar la multa de 30 millones que se le impuso, siempre que no reincida. Un nuevo desengaño para muchos guineanos, que prefieren no imaginar otros 40 años con un Obiang en la poltrona.