EXCOLONIA BRITÁNICA

El estraperlo que solivianta a Hong Kong

Miles de chinos viajan cada día a la excolonia en busca de productos más baratos y seguros

Distrito financiero de Hong Kong.

Distrito financiero de Hong Kong. / periodico

Adrián Foncillas

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Estación de Sheng Shui, en Hong Kong, una mañana cualquiera. Del tren bajan decenas de viajeros con maletones, enfilan la salida en ordenada carrera y se desperdigan por las calles aledañas. Unos van a las tiendas y centros comerciales, otros a destartalados almacenes y los últimos al encuentro de camiones que obstruyen sin recato el tráfico. Todos regresarán en breve al interior dejando atrás cartones, plásticos y otros embalajes en las calles y la desesperación en los vecinos.

Las masivas protestas recientes -que lograron parar la ley que hubiese permitido extradición a China continental- no han afectado en nada a la vigencia del comercio paralelo. Nuestro estrapelo. Miles de chinos del interior cruzan cada día la frontera desde la megalópolis Shenzhen hasta las primeras paradas en suelo hongkonés. La lista de la compra es larga: cosméticos, perfumes, medicinas, pañales, teléfonos, chocolates… La falta de impuestos permitirá sacarles un buen rendimiento al otro lado. También son mejores y más seguros. Parece el negocio perfecto que satisface la demanda con la oferta y estimula la economía de una anodina ciudad dormitorio. Pero el comercio paralelo ha levantado en armas a Sheng Shui por el violento cambio de fisonomía urbana y es visto desde Hong Kong como el epítome de la creciente y calamitosa influencia continental.

En Sheng Shui recuerdan cómo empezó todo. La epidemia del síndrome respiratorio agudo (SARS, por sus siglas en inglés) había golpeado a Hong Kong y China estimuló el turismo desde el interior en el 2003 permitiendo la entrada y salida sin limitaciones. Y en el 2008 llegó el escándalo de la leche en polvo contaminada con melamina. Mató a seis niños y enfermó de decenas de miles, salpicó a todo el sector lácteo, sumió al país en la psicosis y llevó el sello 'Made in China' al barro.

Leche en polvo

Hong Kong fue convertida en la despensa segura del país a costa de desabastecer a los locales. La leche en polvo ejemplifica el cuadro. Más de una década después sigue siendo el producto más demandado en la excolonia porque la cuota impuesta de 1,8 kilos por viajero solo consiguió estimular la aparición de mafias organizadas con métodos del narcotráfico. La escasa hora que necesita el tren para cubrir el trayecto permite varios viajes diarios.

El pliego de cargos es extenso. Los vecinos culpan al comercio paralelo de disparar los precios de la vivienda, de cubrir sus calles de basura, de bloquear el tráfico y de arrasar con los negocios que cubrían sus necesidades diarias. Es difícil encontrar una frutería entre tantas perfumerías, farmacias, joyerías y oficinas de cambio de divisas... En el 2013 había 142 tiendas dedicadas al comercio paralelo y el pasado año alcanzaron las 462. El 87% de los encuestados por una organización local certificaba que el comercio paralelo afectaba seriamente a su vida diaria.

Buena parte del negocio elude las tiendas y recurre a grandes camiones que descargan sus palés en las callejuelas traseras de la estación. Los porteadores esperan en fila, se identifican y se aprovisionan. El periodista occidental padece la misma hostilidad de los asuntos sensibles en el interior.

Legislación

Las autoridades de Pekín y Hong Kong han legislado para embridar el fenómeno. Han impuesto dimensiones máximas a las maletas, retirado el visado multientrada por otro que solo permite una visita semanal e instalado cámaras de reconocimiento facial en la frontera. Pero la oposición denuncia las inspecciones laxas y las lagunas informáticas en el sistema de visados. No hay valla suficientemente alta para separar a los chinos de un buen negocio.

Sheung ShuiYuen LongTuen Mun, Sha tin y otras localidades del cinturón fronterizo han encadenado manifestaciones en los últimos años y se han erigido en un foco de localismo frente a la influencia del continente. Las últimas protestas llegaron hace unas semanas en el marco de los dos meses más convulsos que se recuerdan en la excolonia. Los jóvenes se encararon con los compatriotas del interior, gritaron proclamas como "Sheng Shui es mi hogar, no tu supermercado" y les conminaron a marcharse antes de las ya litúrgicas zurras con la policía.

El Gobierno hongkonés contestó el mismo día las acusaciones de pasotismo publicando el balance de los últimos 18 meses: 126 chinos del interior arrestados por exceder las visitas legales, 9.000 casos detectados de contrabando y mercancías decomisadas por valor de 75 millones de dólares. Esas cifras no aplacan la ira que genera la visión diaria de cientos de viajeros bajando del tren con maletas. Los jóvenes dejaron una pancarta en la estación: "En Shenzhen tenéis Watson’s (una célebre cadena de tiendas), no necesitáis venir a Hong Kong".