EGO Y PATRIA

4 de julio: el show de Trump

Soldados en la parada militar de Washington.

Soldados en la parada militar de Washington. / periodico

Idoya Noain

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Patria, bandera y fuerzas armadas son para Donald Trump "un tema ganador". El populista y nacionalista presidente de Estados Unidos, que ha demostrado ese pensamiento en numerosas ocasiones, llegó a verbalizar la idea con esas exactas palabras en una conversación con asesores cuando azuzaba la polémica por las protestas por justicia racial, económica y social que empezó durante la interpretación del himno nacional el jugador negro de la NFL Colin Kaepernick. Este 4 de julio, en el 243 aniversario de la firma de la Declaración de Independencia del país, el mandatario ha llevado a nuevas cotas su apuesta.

Trump ha logrado transformar la mayor fiesta nacional, una celebración tradicionalmente apolítica, en una exhibición militarista en el Mall de la capital, Washington DC. Se ha colocado personalmente en el epicentro de los festejos, un lugar que han solido evitar sus predecesores, involucrándose personalmente en la organización de los fastos y erigiéndose en su protagonista. Y ha ofrecido un discurso con escasos precedentes no solo en las últimas décadas (Harry Truman habló en mitad de la guerra de Corea en 1951 y Richard Nixon grabó un mensaje en vídeo en 1970), sino también, en cierta forma, en su propio mandato.

Un inusual mensaje de unidad

En una intervención de 47 minutos, el mandatario se ha ajustado rigurosamente a un guion ultrapatriótico escrito con abundantes referencias a la historia, el excepcionalismo estadounidense y gran foco en la potencia y los triunfos militares de EEUU. Ha eludido sus habituales improvisaciones en las que lanza mensajes electoralistas o críticas e insultos a la oposición política o la prensa. Y con un país polarizado, una división que se ha replicado en el Mall donde se han mezclado fervientes seguidores y acérrimos críticos del presidente, sus palabras esta vez han incluido un mensaje de unidad.

"Juntos somos parte de una de las más grandes historias jamás contadas, la historia de América", ha dicho Trump en un momento. "Somos un pueblo persiguiendo un sueño y un destino magnífico", ha declarado en otro. "Compartimos los mismos héroes, el mismo honor, el mismo corazón, y estamos hechos por el mismo dios todopoderoso".

Era parte de un discurso en el que ha repasado hitos históricos como la abolición de la esclavitud o la lucha por los derechos civiles así como logros científicos y culturales, aunque la mayor parte de una intervención en la que ha prometido "plantar pronto la bandera de EEUU en Marte", la ha centrado en el poderío militar estadounidense. Y dentro de sus menciones a personajes históricos, no han faltado guiños a su base. Cuando ha mencionado a Betsy Ross, por ejemplo, era difícil eludir la última polémica reciente en la que también se ha visto involucrado Kaepernick, que pidió a Nike que retirara unas zapatillas con la primera bandera del país, que hizo Ross, porque se enarbolaba en la era de la esclavitud. 

El tono de Trump, en cualquier caso, ha sido muy distinto este jueves al que usó al otro lado del memorial de Lincoln hace dos años y medio, cuando en las escaleras del Congreso en su toma de posesión hizo un retrato apocalíptico del país y llegó a definir la situación nacional como una "<strong>carnicería</strong>".  Este jueves presumía de que "la nación es más fuerte que nunca" y era difícil no interpretar el claro mensaje de que ha sido su presidencia la que ha provocado el cambio. 

Una obsesión

La fiesta de este 4 de julio, ideada con la promesa de ofrecer a los estadounidenses "el espectáculo de sus vidas", ha culminado un ansia de Trump, que se obsesionó con la organización de un desfile militar desde que en 2017 fue testigo en París de los actos del Día de la Bastilla. Y aunque la lluvia y las protestas, así como algunas limitaciones por aspectos logísticos, han deslucido algo sus aspiraciones, ha logrado finalmente su versión. Cuando intentó hace unos meses realizarlo en el día de los Veteranos las reticencias de líderes militares y un coste calculado en 92 millones de dólares le obligaron a abortar la idea. Esta vez no se ha hecho público a cuánto ascenderá la factura.

Trump quería tanques y los ha tenido, aunque expuestos en un "despliegue estático" en los alrededores del memorial dedicado a Abraham Lincoln para evitar que su alto tonelaje en movimiento dañara las infraestructuras de Washington o el monumento, con una delicada red de salas subterráneas. Las tormentas no han impedido las acrobacias y vuelos de exhibición de aviones, helicópteros y unidades de élite' y tampoco fuegos artificiales, trasladados desde su emplazamiento habitual para acercarlos a Trump.

El presidente, además, ha estado rodeado de militares, con altos cargos a su lado y 5.000 entradas repartidas por el Pentágono a personal de menos rango y sus familias. Y esa distribución era menos controvertida que la de entradas para seguir los actos desde una zona VIP repartidas por la campaña de reelección y el Comité Nacional Republicano entre aliados y donantes de Trump.

Críticas a la politización del ejército

El esfuerzo por involucrar a los militares, no obstante, es uno de los elementos más polémicos del espectáculo de Trump y ha provocado numerosas alertas y denuncias. "Parece que esto se está convirtiendo mucho más en un acto del Partido Republicano, un acto político sobre el presidente, que una celebración nacional del 4 de julio y es desafortunado tener al ejército precisamente en medio de eso", lamentaba hace unos días en 'Politico' el teniente general retirado David Barno, uno de los muchos militares que ha alzado su voz contra la militarización de la fiesta y la posibilidad de dar imagen de politización y partidismo de las Fuerzas Armadas. Otro era el mayor William Nash, que calificaba de "absolutamente obsceno" que el presidente esté "usando las fuerzas armadas en una maniobra política para su campaña de reelección".

Si hay temor es porque hay precedentes. Trump, que se libró del servicio militar en Vietnam por un cuestionado caso de espolón óseo en un talón, ha politizado con frecuencia actos con militares. En su visita a las tropas desplegadas en Irak las pasadas navidades, por ejemplo, lanzó una diatriba contra los demócratas por cuestiones de frontera e inmigración. Y en mayo se vio envuelto en la polémica cuando se supo que la Casa Blanca había solicitado durante un viaje a Japón que no estuviera a la vista del presidente el 'USS John McCain', un buque de guerra bautizado en honor al fallecido senador republicano con quien Trump tuvo una tensa relación política y cuyo heroísmo de guerra cuestionó. Poco después de aquel incidente el entonces secretario de Defensa en funciones, Patrick Shanahan, pidió que se "reforzara la naturaleza apolítica del Ejército".