LA ENCRUCIJADA EUROPEA

¡Viva Europa!

La campaña electoral de las elecciones europeas promete no estar a la altura de lo que está en juego

El Parlamento Europeo, durante una sesión plenaria en Estrasburgo.

El Parlamento Europeo, durante una sesión plenaria en Estrasburgo. / periodico

Ramón Lobo

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En Notre Dame ardió un símbolo de Francia y Europa. Sus daños en la cubierta y en el interior podrían representar una prolongación simbólica de los desperfectos estructurales de la UE, sometida a varias tormentas simultáneas: el 'brexit', el incremento de la xenofobia y el alza de los partidos de extrema derecha, la inmigración convertida en un problema de seguridad y Donald Trump elevado a amenaza global. A diferencia del templo, aquí no hay bomberos jugándose la vida, solo curiosos en espera del milagro, o del derrumbe.

Entre el 23 y 26 de mayo, ciudadanos europeos de los 28 países que componen la UE elegirán 751 parlamentarios en la única institución de la Unión que nace de las urnas. Lo que decidan los británicos –participan tras el retraso del 'brexit' a octubre– ayudará a conservadores y laboristas a medir el tono de su opinión pública, cada vez más hastiada de un enredo que merecía estar en un guión de Billy Wilder o, si nos ponemos trágicos, en una obra de William Shakespeare. En las elecciones locales hubo un fuerte voto de castigo. Un buen resultado de los renacidos liberal-demócratas debería leerse como exigencia de un segundo referendo.

Discursos vacíos

Pese a los formidables desafíos internacionales y las alarmas que anuncian una desaceleración económica, el debate está constreñido al 'brexit' como problema, nunca como oportunidad. Ningún jefe de Estado o primer ministro se atreve a proponer otra Europa, más allá de los eslóganes y los discursos vacíos.

Otra Europa sería potenciar la estructura política que quedó relegada por lo que la izquierda poscomunista llama “la Europa de los mercaderes”: dinero, sí; valores, quizá más tarde. Otra Europa sería apostar por el Estado del bienestar y la defensa de valores consustanciales de la democracia, como la igualdad de oportunidades y los derechos sociales.

Dicen que no es el mejor momento para hablar de una ciudadanía y un pasaporte europeo, o para impulsar una política exterior común y un Ejército fuera, o al lado, de la OTAN. No lo es por las turbulencias nacionalistas que premian la tribu. Pero es ahora cuando más se necesitan superhéroes, como los visionarios que sentaron las bases de lo que hoy es la UE, y lo hicieron sobre una Europa asolada tras la Segunda Guerra Mundial. Participaron vencedores y vencidos.

No estar a la altura

El libro 'Una lección olvidada', de Guillermo Altares es una viaje por todas las Europas, desde las cavernas a las guerra en los Balcanes. Aquellos que necesitan una identidad, real o inventada, para respirar, olvidan que nuestra identidad europea nace en el Renacimiento. Es esa cultura común, pese a las innumerables guerras, la que nos conforma como personas.

La campaña electoral promete no estar a la altura de lo que está en juego. ¿Hay alguna que lo esté? En Francia se habla más de 'chalecos amarillos' y de una victoria de Marine Le Pen que de los retos del continente. Alemania ha entrado en un postmerkelismo anticipado en el que la clave es saber cuántos escaños sacará Alianza para Alemania, el partido xenófobo.

Veremos si sobrevive a estas elecciones la coalición de gobierno en Italia entre la Liga Norte y el Movimiento Cinco Estrellas (M5S). La sensación es que Matteo Salvini se ha comido a todos.

Todo en juego

No se salvan de la ola xenófoba ni los idealizados escandinavos. Puede lograr un gran resultado el Partido Popular danés, de extrema derecha. También, el ahora llamado Los Finlandeses, que se quitó el adjetivo “verdadero” en un particular viaje lingüístico al centro. Ese es el debate: los verdaderos (nosotros, blancos) frente a los falsos (los otros, los negros, los musulmanes, las feministas). Estos comicios les benefician porque la ciudadanía siente que no se juega nada en ellos cuando se juega todo, que puede gastar bromas o abofetear al sistema al votar a fuerzas que prometen destruirlo desde dentro.

El tono y fondo del debate general lo marca esta extrema derecha xenófoba, ahí entran todos, desde la derecha democrática a una parte de la izquierda, siguiéndoles el paso para no perder votos. Los enemigos de la UE, que son legión, la reducen a Europa madrastra y acusan a Bruselas de ser un instrumento del capitalismo, como si hubiera alternativas más allá de la de regresar al capitalismo de rostro humano.

La UE ha construido un espacio de diálogo y progreso, y evitado otra guerra (si exceptuamos Yugoslavia). Es un logro extraordinario. Solo juntos podremos competir con EEUU y China, solo juntos podremos poner límites a una presidencia tóxica que trata peor a sus aliados y amigos que a dictadores como Kim Jong-un. Solo juntos podremos tener voz en un mundo polarizado en el que se habla poco del mayor de los retos: el cambio climático que amenaza el futuro de la especie humana.