RELACIONES DIPLOMÁTICAS

Corea del Norte pone condiciones a una tercera cumbre con Trump

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Adrián Foncillas

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Kim Jong-un ya tiene suficientes fotografías para la Historia. En Singapur y Hanói consiguió las que ningún presidente estadounidense concedió a su padre ni a su abuelo. El último eslabón de la dinastía Kim respondió a la invitación de Donald Trump a una tercera cumbre con una exigencia clara: tendrá que servir para algo más que para las palmadas en la espalda y las declaraciones de amor mutuas en un espectáculo mediático a la medida del ego del líder estadounidense.

“Es imprescindible que Estados Unidos acabe con su actual método de cálculo y llegue con una nueva actitud”, ha aclarado Kim en su discurso frente a la Asamblea Suprema del Pueblo. En el recuerdo persiste la abrupta ruptura de negociaciones en la capital vietnamita. Aquel fracaso generó en Pionyang las dudas sobre su “decisión estratégica y resolución firme” por la vía diplomática y sobre “el verdadero deseo de Estados Unidos” por mejorar las relaciones bilaterales, añadió el líder norcoreano.

Kim ha afirmado que su conexión personal con Trump no se ha resentido pero que carece de interés de verlo de nuevo sin garantías de éxito. La primera cumbre se saldó con una pomposa declaración de buenas intenciones pero sin concreciones ni garantías de cumplimiento. La segunda naufragó en las sanciones económicas. Según Washington, Pionyang exigió el levantamiento integral a cambio del desmantelamiento de Yongbyon, las icónicas instalaciones de donde salió el uranio y plutonio de los seis ensayos nucleares. Según la versión norcoreana, sólo pidió el fin de aquellas sanciones relacionadas con la economía civil que castigan a su pueblo. Los diplomáticos asiáticos ya advirtieron entonces de que Kim podría haber perdido “su interés” por las negociaciones y mostraron su estupefacción por las exigencias estadounidenses.

Acabar con las sanciones

El líder norcoreano ha defendido que Trump acudió a Hanói con “planes totalmente irrealizables” y que “no estaba realmente preparado para sentarse con nosotros y resolver el problema”. “Con esa forma de pensar, Estados Unidos no conseguirá que nos movamos ni un solo centímetro aunque se sienten con nosotros cientos ni miles de veces y tampoco conseguirán lo que desean”, finalizó.

El dictador, probados ya los misiles intercontinentales con teórica capacidad para golpear a Estados Unidos, había anunciado que su prioridad viraba hacia las reformas económicas para mejorar la calidad de vida del pueblo. El plan pasa por el levantamiento de las sanciones que estrangulan su comercio exterior. Su partida en Hanói con todas las sanciones internacionales intactas cuestionó su infalibilidad y cargó de razones a los enmohecidos sectores que echan de menos la tradicional política de “lo militar, lo primero” y desconfían del acercamiento al enemigo histórico.

Trump había aclarado el viernes tras sugerir la tercera cumbre que mantendrá en pie las sanciones. Debió de ser frustrante para el presidente surcoreano, Moon Jae-in, con el que se acababa de reunir en Washington. Moon, el incansable artífice de la paz en la península y del proceso de desnuclearización, no puede profundizar en la colaboración económica con el norte mientras Trump siga con las sanciones.

Más decisiones

Pionyang lamenta que el amontonamiento de gestos de buena fe no ha sido correspondido desde Washington. Kim marcó el límite de su paciencia: “Esperaremos hasta fin de año para que Estados Unidos tome una decisión valiente pero será difícil que se repita una oportunidad tan buena como las de las cumbres pasadas”. En su discurso de Año Nuevo ya había sentado que perseveraría en la solución diplomática pero que, si esta resultaba inútil, buscaría otra vía para proteger la soberanía nacional. Un alto funcionario norcoreano advirtió el mes pasado que el régimen se plantearía finiquitar la moratoria de lanzamientos de misiles y ensayos nucleares vigente desde 2017 si no llegaban las concesiones estadounidenses.

La preparación para una hipotética tercera cumbre tendrá que superar el inflamado orgullo de ambas partes. El relato estadounidense asegura que Pionyang acude a la mesa de negociaciones acorralada por las sanciones que han empujado a su economía al precipicio. Corea del Norte recuerda que su teórica capacidad para golpear suelo estadounidense la coloca en igualdad de condiciones. Sus exigencias de hoy sientan que pretende solventar el problema sin más dilación.