GUERRA ENTRE FACCIONES

Los combates en Trípoli fuerzan la huida de más de 2.000 personas

El número de fallecidos desde el inicio de la confrontación asciende ya a unos 50

Libia Hafter Trípoli

Libia Hafter Trípoli / periodico

Beatriz Mesa

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La historia se repite para Libia después del nuevo estallido de violencia promovido por el mariscal Halifa Hafter y sus leales, que el pasado miércoles lanzaron una ofensiva para atribuirse también el control de Trípoli, la capital. Hasta el momento, Hafter se había impuesto en la región de la Cirenaica, al este del país, y en la región de Fezzan, al sur del Libia, donde ha sellado varios acuerdos con los grupos tribales de la zona en aras de alcanzar una mayor hegemonía política y económica. Su nueva incursión en Trípoli está encontrando una fuerte resistencia del Gobierno de Unidad Nacional del líder Fayez Sarraj apoyado por los grupos milicianos de Misrata, experimentados en la guerra, que lograron la desintegración del régimen de Muammar el Gadafi.

La ofensiva y la contraofensiva de ambos rivales recuperan los peores años del conflicto libio cuando las viviendas eran convertidas en montones de piedras, los edificios resultaban carbonizados o las calles quedaban salpicas de cráteres. La vuelta a los morteros y a los cohetes es ya una realidad ocho años después de la Revolución del 17 de febrero, seis años después de las elecciones abortadas del 2014 y tres años después de la desaparición del autodenominado Estado Islámico. Un largo proceso de combates continuados entre fuerzas tribales por el control territorial que apenas ha dado tregua a los civiles para vivir con algo de tranquilidad. Libia lleva más tiempo atravesando periodos de guerra que de paz.  Este nueva conflagración ha provocado miles de desplazados desde la capital a otras ciudades del este del país o del interior como Bani Walid o Tarhuna

Apoyo de aliados

Según la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, los combates han provocado que «alrededor de 2.200 personas hayan abandonado sus hogares", a los que hay que sumar los 1.300 refugiados y migrantes retenidos en diferentes centros cerca de las líneas de fuego donde se enfrentan las tropas de Fayez al-Sarraj, jefe del Gobierno de Unidad Nacional (GNA) y el Ejército Nacional de Libia (LNA), este último respaldado por actores occidentales y regionales de Oriente Próximo.

Los Emiratos Árabes Unidos han prestado aviones al mariscal para avanzar más rápido en su conquista de Trípoli y al mismo tiempo que intensifica los ataques aéreos lo hace por tierra. Una réplica del poder militar de Gadafi, solo que esta vez no habrá una OTAN que lo retenga. Los muertos de este lunes ascendieron a 30, según fuentes hospitalarias, que se suman a los 21 del domingo. 

Hoja de ruta

Si la escalada de violencia continúa en esta dirección, la organización de Naciones Unidas se verá obligada a suspender la Conferencia Nacional prevista para los días 14, 15 y 16 de abril, que tendría que haber lanzado una hoja de ruta para sentar en una mesa de negociación a los dos centros de poder enfrentados y, a su vez, haber permitido una convocatoria electoral. Ni lo primero ni lo segundo se vuelven a imponer las armas sobre el diálogo político.

¿Y después, qué?, se preguntan los libios contactados por EL PERIÓDICO con opiniones opuestas. Unos creen que la victoria de Hafter supondrá el retorno a un régimen militar imitando a su vecino Egipto, por lo que se avecinan más años de conflicto, mientras que otros consideran que se trata de la restitución a la realidad del año 2014 cuando unas elecciones legislativas dieron la victoria al clan tribal próximo a Hafter pero se impusieron las milicias misratís temiendo que los recursos energéticos seguirían bajo el control de los mismos que gobernaron a la sombra de Gadafi. 

El trágico pasado

El tráfico aéreo en la base militar de Miatiga, el único aeropuerto operativo hasta el momento, ha dejado de funcionar y se han desviando los vuelos hacia la ciudad de Misrata, situada a 200 kilómetros de la capital. Paradójicamente esta fue la mártir del conflicto del 2011, la que más muertos puso sobre la mesa cuando se produjo el asedio del antiguo régimen libio, que sacó sus tanques contra la población sublevada y ahora se convierte en una zona protegida por las nuevas élites políticas alineadas al Gobierno de Sarraj. El transfondo de este nuevo conflicto es una vez más el poder tribal y la gestión de los hidrocarburos. 

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