ELECCIONES EN TURQUÍA

La recesión amenaza la hegemonía de Erdogan en las urnas

El dirigente afronta unos comicios locales con el riesgo de perder las dos mayores ciudades del país

El presidente turco Recep Tayyip Erdogan

El presidente turco Recep Tayyip Erdogan / periodico

Adrià Rocha Cutiller

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Él, aunque parezca mentira, no se presenta ni concurre para ningún puesto público. El suyo, el de presidente de la República de Turquía, ya lo tiene afianzado hasta 2023, como mínimo. Pero eso no ha impedido a Recep Tayyip Erdogan recorrer toda Turquía de principio a fin durante los casi dos meses enteros de campaña electoral por las elecciones locales de este domingo. Ha pasado por casi todas las ciudades, pueblos y plazas existentes y se ha dado tantos baños de masas como sus 65 años de edad y 15 de gobierno le han permitido.

Y lo ha hecho porque su partido, el AKP, no las tiene todas consigo. Los sondeos dicen que la formación de Erdogan podría perder las alcaldías de varias de las mayores ciudades del país. En Izmir, la tercera más grande del país, el favorito es el principal partido de la oposición, el socialdemócrata CHP —algo normal—; también lo es, aunque por poco, en Ankara —algo no tan normal—, lo que pone los pelos de punta en los despachos del palacio presidencial turco. Perder la alcaldía de la capital sería un golpe duro a la autoridad incontestable e incontestada del AKP.

Pero la cosa no termina aquí. En las demás grandes ciudades en disputa —Istanbul, Bursa, Adana y Mersin—, las tornas están tan empatadas entre AKP y CHP que solo el Señor sabe quién ganará las elecciones de este domingo.

Ese señor, según muchos analistas, tiene nombre y apellidos. No está en el cielo ni tiene una barba blanca, sino que vive en Ankara y lleva un bigote recortadito: es Recep Tayyip Erdogan. "Nadie nunca ha triunfado al pronosticar la caída política de Erdogan, pero en la víspera de estas elecciones locales tanto él como su partido aparecen más débiles que nunca —escribe en un artículo el analista Steven A. Cook—. Pero nada de esto significa que esté en riesgo. El AKP, después de casi dos décadas en el poder en Turquía, controla la prensa, los recursos del Estado y los procesos políticos en todos los niveles. Así que los turcos pueden preguntarse: “¿Hay una alternativa? La respuesta es no".

Intervenir las elecciones

Y hay más: tanto Erdogan como su ministro de Interior, Suleyman Soylu, han dicho durante la campaña que si en estas elecciones salen elegidas personas con "vínculos con grupos terroristas", serán echadas de sus puestos, donde se colocarán, si es necesario, interventores elegidos a dedo por el Gobierno. Erdogan y Soylu han amenazado a todos los partidos de la oposición: al socialdemócrata CHP, al nacionalista y conservador IYI, y al prokurdo HDP.

Y la prensa turca, mayormente controlada por el Gobierno, también se ha sumado a la fiesta: en las últimas semanas han publicado artículos constantes en los que cuentan que los líderes opositores están, todos, compinchados con sus colegas de la guerrilla del PKK o el grupo de Fethullah Gülen, acusado de estar detrás del golpe de Estado del 2016. Nadie se salva.

"Las 81 ciudades y 1.000 pueblos en los que se elige la alcaldía este domingo son cruciales, porque controlar ciudades y pueblos significa controlar el sistema de patronazgo que hace que la maquinaria del AKP funcione. ¿Por qué debería un empresario intentar ganarse el favor del AKP si otro alcalde de otro partido está en el poder?", considera Cook.

Meses tensos

Precisamente porque estas elecciones son más importantes de lo que parece, la campaña ha sido feroz. Con la inflación desbocada al 20%, la lira turca enquistada en una montaña rusa impredecible, el paro al 13%, la renta per cápita bajando y Turquía en recesión oficial, Erdogan, en sus mítines, se ha centrado en quitar del foco los problemas económicos y atacar, de paso, a todos con todo.

Ha acusado a Occidente de ayudar ideológicamente al atacante de Christchurch, de librar una guerra económica contra él y contra Turquía y de querer invadir Estambul para convertirla, de nuevo, en Constantinopla. "No lo conseguirán —vaticinó Erdogan—. Estambul será musulmana hasta el fin de los tiempos". Y para evitarlo, prometió que Santa Sofía se convertirá de nuevo en mezquita tras las elecciones. El fundador de la República de Turquía, Mustafá Kemal Atatürk, la convirtió en museo como muestra de reconciliación hacia Occidente. Erdogan va hacia otro lado.