LA CRISIS GLOBAL DE LA IZQUIERDA

El crepúsculo de los socialdemócratas alemanes

La líder del SPD alemán Andrea Nahles.

La líder del SPD alemán Andrea Nahles. / periodico

Carles Planas Bou

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Silencios, rostros compungidos y disculpas públicas para pasar a un enésimo “momento de reflexión”. Cada proceso electoral es una nueva decepción para el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD). Antaño considerado como fuente de inspiración de la socialdemocracia europea, la formación roja más antigua del continente agoniza mientras se desangra en unas encuestas que la condenan, cada vez más, a la irrelevancia política. Las alarmas se han encendido en Berlín. ¿Está el SPD cavando la misma tumba que dilapidó a sus partidos hermanos en Francia, Grecia o los Países Bajos?

Para entender la perenne crisis existencial del SPD hace falta girar la vista atrás. Fundado en 1863, el espíritu socialista del partido se fue difuminando con los años para adaptarse al poder. Pactó con los militares para frenar la revuelta de 1918, se opuso estérilmente al nazismo y, tras la guerra, abjuró de sus fundamentos marxistas para cimentar su trascendencia en la configuración de la RFA especialmente con Willy Brandt, el canciller que tendió puentes con el bloque comunista. El último gran éxito del SPD fue en 1998, cuando Gerhard Schröder, tan astuto como arrogante, obtuvo un 40,9% de los votos y formó dos gobiernos en coalición con los verdes.

Ese hito, tan remoto para sus votantes, es clave para entender la posterior debacle del SPD. Fue el Ejecutivo de Schröder quien impulsó la controvertida Agenda 2010, un programa de reformas del mercado de trabajo de corte neoliberal que recortó las ayudas sociales y que, a pesar de reducir el paro, ha disparado la desigualdad y la pobreza. El partido se fracturó y su votante tradicional, el obrero, optó por otros partidos. Como Bill Clinton en EEUU y Tony Blair en el Reino Unido, Schröder impulsó lo que la filósofa política Nancy Fraser ha llamado la crisis del “neoliberalismo progresista”, eso es, la alianza entre parte de los nuevos movimientos sociales y el capitalismo financiarizado.

Debacle histórica

Derrotado por sorpresa por una joven Angela Merkel, el partido decidió pactar con ella en una gran coalición inédita y que debía ser una excepción. Catorce años después, la fórmula se ha repetido en tres ocasiones. Desde el Gobierno, el SPD ha conseguido impulsar importantes medidas como un salario mínimo o la aprobación del matrimonio homosexual, pero su identidad se ha diluido en la de una CDU que Merkel ha girado al centro, apropiándose de esas victorias incluso cuando se ha opuesto a ellas.

En 2017 el partido eligió a Martin Schulz para encabezar un giro izquierdista que se quedó en un lema vacío. Incapaz de marcar perfil propio y diferenciarse de una CDU con la que muchos electores la asocian como lo mismo, el plan fracasó. El SPD perdió 1,7 millones de votos, una hemorragia que le llevó a un 20,5%, el peor resultado desde la creación de la RFA en 1949. Ni este mazazo fue suficiente para hacer recapacitar a las élites del partido que, tras un intenso rifirrafe interno, volvió a pactar con Merkel. “Se reconocen los problemas pero al final no cambia nada, hay demasiada gente tratando de conservar su cargo”, explica Maria Befeldt, politóloga de la Universidad Libre de Berlín y con experiencia dentro del partido. “Los de la directiva hacen lo que quieren”, añade.

Schulz dejó paso a Andrea Nahles como primera presidenta del SPD -la séptima líder en 13 años- pero ese cambio de cara que no supuso una renovación. Manteniendo la misma estrategia que les llevó a perder la mitad de su electorado en 20 años, el SPD ha proseguido su hundimiento. Así, el último año ha sufrido derrotas humillantes a nivel nacional y viendo como Los Verdes y la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) le hacían el sorpasso. El desgaste tras años sin rumbo culmina ahora con unas encuestas que apuntan entre el 15% y el 18% de los votos.

Con las elecciones europeas y cuatro elecciones regionales a la vista, el SPD se esfuerza ahora por reinventarse, librarse del legado neoliberal de Schröder (ahora presidente de la petrolera estatal rusa Rosneft) y presentar un programa más social que convenza al electorado trabajador. Un nuevo fracaso hará temblar los ya delicados cimientos del Gobierno. “Parece que el SPD aún puede tocar más fondo”, apunta Befeldt.

Auge de Los Verdes

En las sedes de Los Verdes todo son caras sonrientes y gestos efusivos. Mientras el SPD se debate entre la vida y la muerte sus antiguos socios de Gobierno viven un momento especialmente dulce: las encuestas le dan entre el 17 y el 19% de los votos, ha registrado el mayor número de afiliados de su historia y se ha consolidado como el único partido inmune al trasvaso de votos a la ultraderecha.

Controlado por los ‘realos’, el sector pragmático, el partido debe su éxito a su estrategia centrista. Lejos de su anticapitalismo, pacifismo e ecosocialismo fundacional, los Verdes se convirtieron hace tiempo en un partido burgués que más allá de los problemas obreros se centra en demandas “postmaterialistas” del votante joven y urbano como la ecología o la ética animalista. Así, se le ha apodado como "partido sandía", pues tras su apariencia verde hay un núcleo es rojo con pepitas negras, o lo que es lo mismo, una agenda socialdemócrata que también atrae al votante conservador reacio a pasarse a AfD.

Ese neoliberalismo pintado de verde les ha permitido alzarse como partido atrapalotodo, siendo una amenaza para los dos grandes partidos. Aunque esa transformación ha generado una larga lista de incongruencias históricas como su impulso a la remilitarización alemana o su reciente defensa del diésel, su popularidad no para de crecer. Los Verdes sonríen y ven con buenos ojos un pacto con la nueva CDU de Kramp-Karrenbauer mientras el SPD se autodestruye. Volver al Gobierno ya no parece un sueño.