CARRERA ARMAMENTÍSTICA

Corea del Norte reconstruye una base de misiles tras el fiasco de Hanói

Washington sugiere que podría aumentar las sanciones económicas

Distribución de la planta de misiles de Sohae en Corea del Norte.

Distribución de la planta de misiles de Sohae en Corea del Norte. / periodico

Adrián Foncillas

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El centro de pruebas y de lanzamiento de satélites de Sohae mide la salud del proceso de desnuclearización norcoreano. Su parcial desmantelamiento en junio reveló el compromiso de Pionyang de igual forma que el regreso de las grúas para reconstruirlo certifica que algo se torció la semana pasada en <strong>Hanói</strong>.

Las obras, que empezaron tan pronto se despidieron sin acuerdo Donald Trump y Kim jong-un, han sido detectadas por los servicios de inteligencia surcoreanos y fueron confirmadas horas después por dos webs que escudriñan con imágenes satelitales cualquier movimiento en Corea del Norte.

Los operarios levantan de nuevo una estructura móvil sobre la que se desplazan los misiles y trabajan en una plataforma para probar motores. La web 38 North sostiene que han levantado muros de protección y añadido un techo. “En la plataforma para motores parece que la estructura ha sido ensamblada de nuevo. Hay dos grúas y material de construcción diseminado por las instalaciones”, pormenoriza.

Instalación icónica

La base de Sohae es una de las instalaciones icónicas del desarrollo misilístico norcoreano. Desde ahí partieron los cohetes que pusieron en órbita satélites en los años más tensos en la península y provocaron las sanciones de la ONU. Pionyang siempre defendió que esos satélites buscaban propósitos científicos como la previsión del clima para prevenirse de las cíclicas sequías e inundaciones que azotan su agricultura. Pero la comunidad internacional vio en ellos pruebas encubiertas para sus misiles intercontinentales porque comparten tecnología.

Los expertos aclaran que las obras no indican la inminencia de lanzamientos, pero sí sugieren un volantazo en la dinámica post-Singapur. Pionyang amontonó gestos de buena voluntad: declaró una moratoria unilateral de lanzamientos de misiles y ensayos nucleares, liberó a prisioneros estadounidenses, destruyó su principal silo nuclear, entregó los restos de soldados muertos y desmanteló el citado complejo de Sohae.  “Esas instalaciones han estado dormidas desde agosto de 2018, lo que indica que su actividad actual es deliberada y significativa”, juzga la web Beyond Parallel.

Esas grúas desmienten los optimistas discursos tras una cumbre que se interrumpió antes del almuerzo por las diferencias sobre el levantamiento de sanciones. Aseguró Trump que la falta de acuerdo era apenas un paréntesis y que pronto retomarían las negociaciones. La prensa oficial del bando opuesto vendió la reunión como otro éxito rutilante de su tirano. Pero la férrea censura norcoreana permite modificar el mensaje para el consumo externo sin riesgo de que llegue a su pueblo.

El embajador norcoreano convocó aquella medianoche una rueda de prensa para desmentir punto por punto las explicaciones de Trump, culpar del fracaso a la intransigencia estadounidense y deslizar que Kim podría haber perdido la voluntad en el proceso. Sugiere un cabreo supino que Pionyang no esperara al día siguiente para dar su versión.

Amenaza de nuevas sanciones

Más inquietante que las grúas en Sohae es que ande suelto por los platós televisivos John Bolton. El consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca ha aireado la posibilidad de nuevas sanciones en una entrevista a la Fox si Pionyang no entrega todas sus armas nucleares. “Si no lo cumplen, creo que el presidente Trump ha sido muy claro… no conseguirán que aliviemos las demoledoras sanciones económicas que hemos impuesto e incluso consideraremos ampliarlas”, amenazó ayer. Trump, de hecho, había dicho lo contrario tras el fiasco de Hanói: que el pueblo norcoreano ya sufría demasiado. Correspondía así al compromiso norcoreano de no reanudar sus desmanes nucleares.

Bolton ha apuntalado su carrera política durante décadas alentando invasiones y dinamitando cualquier salida diplomática. Convenció a George Bush de que rompiera el acuerdo firmado por su antecesor, Bill Clinton, y que había funcionado razonablemente bien durante casi una década. La inmediata inclusión de Corea del Norte en aquel Eje del Mal arruinó la mejor oportunidad para haber resuelto un problema que se alarga durante 70 años. Los expertos ya alertaron de que su sorprendente presencia en la mesa de negociadores de Hanói no presagiaba nada bueno.

Vuelven las obras a Sohae, vuelven las amenazas de sanciones agravadas y vuelve Bolton a escena. El proceso de desnuclearización pasa por sus peores turbulencias desde que Kim Jong-un, en el discurso de Año de Nuevo de 2018, abriera la puerta a la diplomacia. En el último aclaró que su propósito para el diálogo seguía incólume pero que, si fallaba, encontraría vías alternativas para asegurar la soberanía nacional.