POLÉMICA EN WASHINGTON

El Congreso de EEUU trata de silenciar las voces críticas con Israel

Los demócratas preparan una resolución para condenar el antisemitismo tras las declaraciones de una de sus diputadas

La congresista demócrata Ilhan Omar, cuestionada por sus declaraciones que cuestionan el apoyo incondicional a Israel.

La congresista demócrata Ilhan Omar, cuestionada por sus declaraciones que cuestionan el apoyo incondicional a Israel. / periodico

Ricardo Mir de Francia

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Hace solo unas semanas el primer ministro israelí, Binyamin Netanyahu, recibió con sonrisas y abrazos en Jerusalén a su homónimo húngaro, Vicktor Orban, al que ha definido como “un verdadero amigo de Israel”. Orban es un autócrata en ciernes, pero también un político que ha loado la figura del regente húngaro que colaboró con los nazis durante la segunda guerra mundial e impuso leyes antisemitas o que se ha recreado en esos mismos estereotipos en su campaña contra el multimillonario judío de origen húngaro George Soros. Más recientemente Netanyahu pactó en Israel con un partido abiertamente racista hacia los árabes, cuya ideología, el kahanismo, ha sido comparada con el nazismo por uno de los grandes rabinos de Jerusalén. 

En el Congreso de Estados Unidos no hubo reprimendas ni protestas. Sus legisladores han estado ocupados últimamente en censurar a la nueva hornada de congresistas demócratas que cuestionan la alianza incondicional de su país con el Estado judío, critican abiertamente la ocupación israelí de los territorios palestinos y denuncian sin tapujos sus sistemáticos abusos de los derechos humanos. Esa retórica es nueva en Washington, donde el apoyo sin fisuras a Israel es un asunto bipartidista, que se manifiesta con proclamaciones de amor infinito durante las campañas electorales, pero también en forma de leyes, como las aprobadas en muchos estados para criminalizar el apoyo a la campaña de boicot y desinversiones (BDS) contra Israel. 

Grietas

La nueva retórica ha abierto grietas en el consenso imperante en el Partido Demócrata y ha soliviantado al 'establishment' de la capital, poco acostumbrado a que se describan las operaciones israelís en Gaza como “horrenda carnicería”, que se defina a Israel como “un Estado del apartheid” o se propongan viajes alternativos a los que organizan los lobies proisraelís a Tierra Santa para educar a los congresistas sobre la supuesta vulnerabilidad de Israel y la maldad intrínseca de los palestinos.  

El contrataque político se ha centrado en las únicas dos diputadas musulmanas en el Congreso, Rashida Tlaib (de origen palestino) e Ilhan Omar (refugiada somalí), a pesar de que hay otras voces muy críticas como Roh KhannaPramila JayapalOcasio-Cortez o John Yarmuth. Omar se ha llevado la palma a raíz de varias declaraciones polémicas. “Quiero hablar sobre la influencia política en este país que dice que está bien promover la lealtad a un país extranjero”, dijo la semana pasada al abordar las acusaciones previas de antisemitismo proferidas contra ella. 

La reacción no tardó en llegar desde ambos partidos. El demócrata Josh Gottheimer la acusó de “utilizar el histórico estereotipo antisemita que acusa a los judíos de doble lealtad”, mientras otro de sus correligionarios afirmaba que “es inaceptable” cuestionar la relación EEUU-Israel. Algo parecido le había sucedido unas semanas antes cuando dijo “es todo por la pasta” para explicar el apoyo a Israel en el Congreso y abrir un debate sobre la influencia del lobi proisraelí en Washington, encabezado por el AIPAC. Omar se disculpó por esas últimas declaraciones, pero no por las más recientes. 

Desde entonces, múltiples voces en el Congreso han pedido que sea expulsada del Comité de Relaciones Exteriores. Paralelamente, el liderazgo demócrata en la Cámara baja prepara una resolución para condenar el antisemitismo en un gesto inequívoco de repudio a Omar. 

Lealtad a Israel

Pero lo cierto es que la única congresista con hiyab en el Congreso, a la que un asesor de Trump llamó recientemente “basura” mientras el Partido Republicano de Virginia Occidental la vinculaba con los atentados terroristas del 11-S, nunca habló de esa doble lealtad de los judíos estadounidenses de la que ha sido acusada. Se quejaba de que se exigiera a los congresistas como ella lealtad a Israel, una posición que no solo fomentan los lobies, sino también los cristianos evangélicos, los partidos políticos, la mayoría de medios y hasta la presión atmosférica. 

Los ataques contra Omar han puesto también en evidencia el doble rasero que impera en el debate y el uso caprichoso que se hace del término antisemitismo. La ausencia de críticas formales a las alianzas de Netanyahu con la extrema derecha es un ejemplo. Pero hay otros, como las propias declaraciones de Donald Trump, obviadas en gran medida por su partido y nunca condenadas con una resolución en el Congreso. El presidente le dijo a un público de judíos-estadounidenses que “Israel es vuestro país”, afirmó que entre los neonazis de Charlottesville había “gente estupenda” y tuiteó un anunció contra Hillary Clinton en el que aparecía junto a una estrella de David y una montaña de dinero. 

De ahí que algunas voces estén diciendo que la polémica que rodea a Omar no tenga tanto que ver con su presunto antisemitismo sino con el intento de silenciar a las voces críticas con las políticas del Estado judío, una constante en la historia reciente estadounidense. “Si uno se atreve a criticar a Israel o criticar al AIPAC, enseguida se le cuelga la etiqueta de antisemita”, le ha dicho a ‘The New York Times’ el excongresista demócrata, Brian Baird.