SESIÓN PARLAMENTARIA ANUAL

China se arremanga para las "duras batallas" y reduce sus expectativas económicas

Pekín anuncia un incremento militar del 7,5 %

Asamble parlamentaria anual en China

Asamble parlamentaria anual en China. / periodico

Adrián Foncillas

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

China se arremanga frente a un horizonte económico inquietante. Llegan “duras batallas”, ha pronosticado la mañana del martes  Li Keqiang, primer ministro, en el discurso que inaugura la sesión parlamentaria anual. China ha presentado su objetivo económico más humilde en tres décadas y admitido que la guerra comercial y otros factores están afectando los planes del Gobierno.

Li ha diseccionado durante dos horas la actualidad nacional con un machacón énfasis en la economía. Ha sido un discurso crudo, realista y profesional, más cerca de la sangre, sudor y lágrimas de Churchill que de los triunfalistas discursos sobre el estado de la nación de otros parlamentos.

Es costumbre que la atención mediática global se concentre en los datos de la economía nacional y el presupuesto militar anunciados en la Asamblea Nacional Popular, el más importante (y único) acontecimiento político del año.  China crecerá en 2019 entre un 6% y un 6,5%, según los planes de Pekín. El pasado año anunció un 6,5 % y logró finalmente una décima más. Si las perspectivas actuales no yerran, China registrará el crecimiento más reducido desde aquel 3,9 % que provocaron las sanciones internacionales post-Tiananmén. Los mercados asiáticos, conscientes de la acreditadísima puntería de Pekín para los pronósticos, reaccionaron con las previsibles caídas.

"Duras batallas"

“Afrontamos un contexto cada vez más complicado y grave, a la vez que aumentan los riesgos y retos… Debemos estar totalmente preparados para las duras batallas”, advirtió Li frente a los 3.000 disciplinados parlamentarios que secundaban con aplausos sus inflexiones de voz. El primer ministro ha citado las fricciones comerciales nacidas en el creciente proteccionismo y unilateralismo en una alusión poco sutil a Estados Unidos. “La presión a la baja en la economía china sigue aumentando, el crecimiento del consumo interno se ralentiza y las inversiones pierden fuelle”, ha añadido.

China bajará la presión fiscal en los sectores de las manufacturas y del transporte, entre otros. También incrementará los fondos para la industria privada con aumentos del 30 % en los créditos de la banca estatal a pequeñas y medianas empresas. China respondía antes con paquidérmicos paquetes de estímulo que multiplicaban las infraestructuras en todo el país: vadeaba la crisis pero disparaba la deuda de gobiernos locales hasta lo inasumible. El cuadro actual recomienda medidas quirúrgicas.

La asunción de la banda del 6%-6,5 %  subraya que a China le preocupa menos la cifra que desvela al mundo que la salud de su economía. Los mercados reaccionan con un acentuado pesimismo a los humildes crecimientos actuales como acogían con desmedida euforia aquellas dobles cifras de la década anterior.

Pero China hace tiempo que sacrificó décimas a cambio de un patrón económico más maduro y racional, que pivota desde las manufacturas baratas a la tecnología y el autoconsumo y es más respetuoso con el medioambiente. Ocurre que aquel “sueño chino” que años atrás anunció Pekín, un vaporoso concepto que alude a la mejora de las condiciones de vida de la población, ha chocado con una economía menos briosa para afrontar las reformas sociales necesarias.

Coto al paro

China, a pesar de todo, sigue la hoja de ruta. Li prometió ambiciosas medidas contra el creciente paro que amenaza la sacrosanta estabilidad social como el aumento de prestaciones de desempleo, cursos de formación en las zonas rurales y mayores facilidades para que graduados universitarios y militares en la reserva encuentren trabajo.

El discurso en el Gran Palacio del Pueblo supone para Li un raro momento de protagonismo tras haber sido arrasado por el tsunami presidencial. Li, en contraste con Xi Jinping, adopta un papel discreto, no se sabe si por voluntad propia o imposición. La guerra comercial declarada por Trump, que incluye aranceles a las importaciones chinas y campañas difamatorias a compañías como Huawei, ha aguado las estrategias con las que Xi quería empujar a China a la cúspide global. Li ni siquiera ha citado esta mañana el plan “Made in China 2025”, que pretende culminar revolución tecnológica en ese año. El anuncio de ese plan está detrás de la hostilidad de Washington.

Desarrollo militar

China incrementará su presupuesto militar en un 7,5 %. La cifra permite interpretaciones opuestas. Es mayor que el del crecimiento del PIB pero menor que el 8,1 % del pasado año. “Implementaremos la estrategia militar para los nuevos tiempos, fortaleceremos la formación bajo condiciones de combate y protegeremos con firmeza la soberanía, la seguridad y los intereses de China”, ha anunciao Li.

Su desarrollo militar provoca sudores fríos en los vecinos con los que acumula pleitos territoriales en el Mar del Sur de China o en Taiwán. Otros tercas alusiones al “terror amarillo” suenan menos justificados. Vienen habitualmente de Estados Unidos, que invierte más en Defensa que la suma de los siete siguientes países y ha disparado el presupuesto en la Marina con el indisimulable propósito de asfixiar a China en su patio trasero. También desde Japón, alegremente subido a la carrera armamentista y en pleno proceso de demolición de su ejemplar Constitución pacifista.

Xi se ha esforzado en renovar y limpiar el esclerotizado estamento militar. Ha anunciado un doloroso recorte de 300.000 tropas y subrayado la urgencia de modernizarlo. También ha llevado su campaña contra la corrupción a un sector tradicionalmente impune, con cargos comprados en masa y dudas justificadas sobre la competencia de sus mandos en un escenario bélico.

TEMAS