HOMENAJE AL PASADO

El guardián de las tumbas vacías de Hanói

Un exsoldado vietnamita cuida la memoria de los combatientes norcoreanos que dejaron su vida por Vietnam en la guerra contra EEUU

Duong Van Dau, responsable de cuidar el cementerio de las tumbas vacías de Hanói.

Duong Van Dau, responsable de cuidar el cementerio de las tumbas vacías de Hanói. / periodico

Adrián Foncillas

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Duong Van Dau deposita las ramas prendidas de incienso con una leve inclinación, los ojos cerrados y expresión solemne. “Nunca los conocí pero siempre estaré agradecido a estos mártires extranjeros que murieron por defender Vietnam”, aclara con parsimonia. Esas 14 lápidas encaradas hacia la lejana Corea del Norte simbolizan los viejos lazos entre dos aliados comunistas frente al imperialismo estadounidense. Son 12 pilotos y dos mecánicos que fueron enterrados en este vasto camposanto de Lang Giang (provincia de Bac Giang), un pueblo limitado por arrozales que remiten sin remedio a las películas de género.

La contribución norcoreana no es más que una anotación a pie de página en la vasta literatura generada por la guerra. La cumbre entre Kim Jong-un y Donald Trump la ha devuelto a la actualidad. El contexto en 1966 era opuesto al de las fraternales relaciones que mantiene hoy Washington con Hanói y las negociaciones con Pyongyang. La guerra de Vietnam vivía sus días más crudos. Los bombarderos estadounidenses diezmaban a las tropas comunistas a pesar del apoyo de China y Rusia. Ninguna ayuda era despreciable y Hanói agradeció el centenar de pilotos enviados por Kim Il-sung, abuelo del actual dictador norcoreano. Era lo más lustroso que le quedaba a Corea del Norte. Muchos eran familiares de miembros del Politburó del partido que habían sido entrenados en las mejores academias. Vietnam aportaría los uniformes y los viejos aviones soviéticos MiG-17.

La gloria de los ganadores

Su contribución exacta a la victoria no está clara. Pyongyang les atribuye 26 de las 222 naves estadounidenses derribadas entre 1966 y 1969 pero las estadísticas carecen de fiabilidad. Les sobraba arrojo y escaseaban en pericia, recuerdan sus colegas. Eran lentos e ignoraban las instrucciones de grupo, reveló el piloto vietnamita Vu Ngoc Dinh años después. Eso explicaría el alto porcentaje de bajas. Su relevancia palidece con la de los 300.000 surcoreanos enrolados en el bando opuesto pero la gloria pertenece a los ganadores. 

En las sobrias lápidas de cemento se lee en letras rojas el nombre y las fechas de nacimiento y muerte de los soldados en las lenguas vietnamita y norcoreana. Tenían entre 19 y 40 años. Duong acude regularmente desde que regresó de la guerra 44 años atrás pero sus problemas de movilidad (su rodilla quedó destrozada en la guerra) ha reducido sus visitas a las fechas señaladas a pesar de que solo 300 metros separan las tumbas de su casa. En ocasiones es su esposa la que coloca la fruta escarchada, los paquetes de té y el tabaco al pie de las tumbas.

Duong muestra la dentadura arruinada del campesinado y no acierta a calcular cuántos años tienen sus ajados pantalones del uniforme militar. Los completa con una americana tan vieja como digna porque al cementerio no se acude de cualquier manera.  “Son veteranos de guerra como yo y se merecen que limpie y cuide sus tumbas”, sostiene. Sigue mostrando su respeto a pesar de que las tumbas están vacías. Los cuerpos fueron desenterrados en el 2002 y enviados a Corea del Norte. Duong lamenta que aquel flujo de visitantes del pasado se haya reducido pero no culpa a los jóvenes de olvidar el pasado. “Nadie quiere la guerra y espero que esta reunión ayude a traer la paz a todo el mundo”, dice en alusión a la cumbre entre Trump y Kim Jong-un.

Más pragmatismo que solidaridad

En aquella remesa de combatientes hubo más pragmatismo que desprendida solidaridad comunista, razonan los historiadores. Kim Il Sung pretendía alargar el conflicto para que Estados Unidos mantuviera su atención en Vietnam y no recuperara el interés en la península cuando apenas había pasado una década del final de la Guerra de Corea. También le sirvió para legitimarse ante su pueblo como el martillo contra el imperialismo en cualquier esquina de mundo.

Aquella sintonía se torció por las opuestas formas de entender la vida y el mundo. Hanói pronto inició la reconciliación con Washington y la apertura al mundo mientras Pionyang perseveraba en el rencor y la apolillada propaganda antiamericana. Se escucharon acusaciones de revisionista, el peor insulto que se despachaba en la época. Corea del Norte interpretó como una traición que Hanói estableciera relaciones diplomáticas con Seúl en 1992 y cuatro años después se enzarzaba con Vietnam en una fragorosa disputa por un cargamento de arroz impagado. 

Los gobiernos han recuperado la sintonía en los últimos años. Hanói cuenta con dos restaurantes norcoreanos y una guardería que Pyongyang abrió en 1978. Y con 14 tumbas vacías a las que Duong aún saca brillo cuando su rodilla se lo permite.

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