LACRA EN LA SOCIEDAD NIPONA

Clamor en Japón por la muerte de una niña que denunció palizas paternas

Funcionarios celebran una conferencia de prensa en la oficina del Gobierno de la Prefectura de Chiba sobre el caso de abuso de Mia Kurihara.

Funcionarios celebran una conferencia de prensa en la oficina del Gobierno de la Prefectura de Chiba sobre el caso de abuso de Mia Kurihara. / periodico

Adrián Foncillas

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El cuerpo cubierto de arañazos y moratones de Mia Kurihara acelerará las reformas legales para luchar contra el abuso infantil. Es una exigencia de la sociedad, impactada desde que el cadáver de la niña de 10 años fuera encontrado la semana pasada. El caso ha certificado el flagrante fracaso de un país en la protección de los niños, incluso cuando se juntan indicios de riesgo y desesperadas peticiones de auxilio.

"Mi padre es violento. Me despierta por la noche y me pega patadas y puñetazos. Profesor, ¿puedes hacer algo?", había escrito Mia en un cuestionario escolar anunciado como confidencial en noviembre. Las autoridades la llevaron a un centro de protección y el padre acudió al colegio exigiendo saber qué había escrito Mia. Sus amenazas vencieron la resistencia de los profesores. La entrega de ese cuestionario, aseguran los expertos, precipitó la muerte de Mia.

Tres meses después, el padre acudía con otra carta en la que Mia sostenía que había mentido sobre las agresiones, se disculpaba con él por los problemas causados, desvelaba su voluntad de regresar al seno familiar y pedía que el personal de servicios sociales no la visitara de nuevo. Se la hizo caso a pesar de las razonables sospechas de intimidación: regresó con su padre y los funcionarios no regresaron ni siquiera para preguntar por qué había faltado dos semanas al colegio. Su cadáver magullado apareció en el baño del domicilio familiar de Noda la semana pasada. "Pedimos perdón por no haber sido capaces de salvar la vida de una niña pequeña", decía Yu Suzuki, alcalde de Noda.

Ayuda

Una cadena de casos mediáticos ha empujado los abusos infantiles al debate social. En marzo murió de desnutrición Yua Funato, de cinco años, quien había pedido repetidamente perdón en su diario al mismo padre adoptivo que le negaba la comida. El primer ministro, Shinzo Abe, ha prometido más brío en la lucha contra los abusos. "Hemos fallado en la respuesta a la llamada de ayuda que valientemente nos envió. Como Gobierno, nos lo tomamos de forma muy seria", ha afirmado en medio de una tormenta de críticas.

Japón registró el pasado año 80.104 casos de abusos infantiles, según las cifras oficiales, lo que supone un incremento del 25% respecto al anterior. El aumento se explica por un proceso de concienciación que desemboca en denuncias más frecuentes, explican los expertos. La policía no siempre está motivada para investigar asuntos que entiende privados como los abusos infantiles o la violencia de género y los servicios sociales carecen de recursos frente a padres que se niegan a cooperar. La repulsa tras la muerte de Mia estimula los cambios. "Estamos determinados a hacer todo lo que podamos, incluido dar apoyo total a los esfuerzos de las autoridades locales. Tenemos que trabajar para poner las vidas de los niños en la más alta prioridad", ha afirmado Abe.

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