fiesta polémica
Bailando vals palaciegos con neonazis
Hasta 2.000 personas se manifiestan en Viena contra el Baile de la Academia, una tradición anual que reúne a la ultraderecha austríaca en los palacios imperiales de la capital
Carles Planas Bou
Periodista
Periodista tecnológico entre el mundo digital y la política internacional. Centrado en capitalismo de plataformas, IA, vigilancia y derechos digitales. Excorresponsal en Berlín durante más de cuatro años, cubrió los gobiernos de Merkel, la crisis de los refugiados y el auge de la extrema derecha. También ha trabajado en Europa Central y en Canadá. Graduado en Periodismo por la URL y máster en Relaciones Internacionales por la UAB. Ha colaborado con TV3, TVE, Deutsche Welle, Catalunya Ràdio, El Orden Mundial o El Salto.
Carles Planas Bou
Durante siglos el Palacio Imperial de Hofburg fue el hogar de la dinastía de los Habsburgo, la realeza del otrora poderoso imperio austríaco, y sede de los primeros conciertos de un pequeño gran genio llamado Wolfgang Amadeus Mozart. En la Austria actual, este majestuoso edificio barroco es la residencia del presidente del país pero, una noche al año, se viste de gala para acoger una multitudinaria reunión de los círculos más conservadores de la república, el Baile de la Academia de Viena.
Conocido anteriormente como el Baile de las Corporaciones, este acto folclórico reúne desde 1952 a asociaciones estudiantiles de los países germanoparlantes —Austria, Alemania y Suiza—, fraternidades marcadas por su carácter conservador, nacionalista, identitario, racista y rayano, en algunas ocasiones, al neonazismo. Los hasta 3.000 miembros que reúne anualmente destacan por ir vestidos con la parafernalia de su grupo (e incluso con uniformes militares) y por practicar combates de esgrima cuyas heridas aún pueden verse en algunos participantes.
Debido a eso, en el 2012 la Comisión Austríaca de la UNESCO decidió apartar los bailes vieneses de su lista de patrimonio cultural inmaterial. Ese mismo año el Ministerio del Interior austríaco decidió dejar de organizar este controvertido acto que había amparado durante años. Pero eso no supuso su final. El Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), encabezado por el antiguo neonazi y actual vicecanciller Heinz-Christian Strache, recogió su testigo.
Reunión ultra
Tras la fachada de un baile marcado por el compás del vals, esta tradición dista de ser un inofensivo acto estudiantil. Con una ultraderecha austríaca cada vez más cómoda y desacomplejada, esta celebración se ha convertido en un punto de encuentro de los sectores más radicales del continente. Así, en anteriores ediciones han participado invitados tan especiales como la francesa Marine Le Pen, líder de Agrupación Nacional (el antiguo Frente Nacional), representantes de La Liga italiana, el Partido por la Libertad holandés o el marginal político xenófobo de Josep Anglada.
Actualmente en Austria hay unas 4.000 fraternidades nacionalistas alemanas aglutinadas bajo la idea compartida de un regreso a la Europa de los Estados-nación. Su presencia social se ve sobrerepresentada por la fuerza del FPÖ, que condiciona la política nacional desde el gobierno gracias a su alianza con los conservadores del canciller Sebastian Kurz. Su anti-semitismo crónico ha sido estratégicamente maquillado mientras el Islam y los refugiados han pasado a ser el nuevo enemigo.
“El FPÖ depende de las fraternidades masculinas para reclutar miembros”, explica Reinhold Gärtner, profesor de ciencia política de la Universidad de Innsbruck, en declaraciones al ‘Süddeutsche Zeitung’. Ciertamente, dos de cada cuatro parlamentarios del partido ultraderechista son miembros de estas cofradías. Y, como el ministro de Transporte Norbert Hofer, ocupan los cargos más importantes. Su llegada al poder también ha llevado a sus miembros a puestos en los consejos de supervisión de empresas públicas.
Protestas bajo cero
Este aquelarre nacionalista se celebra cada último fin de semana de enero. Algunos años el baile ha coincidido con el Día Internacional en Memoria del Holocausto —conmemorado el 27 de enero por la liberación del campo de concentración de Auschwitz—, despertando las críticas por todo el país. Esta vez no ha hecho falta que sea así para congregar a la oposición, algo que también se ha convertido en una tradición.
Hasta 2.000 manifestantes se han reunido durante la tarde del viernes en el centro de Viena en temperaturas bajo cero para protestar contra la ultraderecha y su ministro de Exteriores, Herbert Kickl, quien este miércoles pidió deportar refugiados a Siria. El ambiente ha sido más relajado que en 2018, cuando hasta 8.000 personas protestaron frente al Palacio Imperial de Hofburg.
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