CONSECUENCIAS DE UNA LARGA CRISIS

Venezuela es el país más violento de América Latina

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Abel Gilbert

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En la parroquia Sucre, en el distrito capital, Richard Guzmán fue asesinado el 14 de diciembre por su primo, su esposa y su hijastro porque se negaba a abandonar la precaria vivienda que ocupaba como inquilino. En otra parte de Caracas, en el Petare, Enrique Luis Otero Zapatero recibió una bala en la cabeza porque se negó a entregarle a unos ladrones los dólares que pensaba regalarle a su hija en Navidad. Tenía 35 años y se ganaba la vida como escolta. A José Manuel Morgado Bello, de 48 años, también lo mataron. Pero antes, él había asesinado a cuatro niños en Los Jardines de El Valle. La policía aseguró que se había resistido a la autoridad. Sin embargo, se dijo que fue un “ojo por ojo”.  Los casos, todos espeluznantes, forman parte de las 23.047 muertes contabilizadas este año por el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV). Las cifras ubican a este país entre los más violentos del mundo y el más peligroso de la región, por encima de El Salvador y Honduras. “Seremos el país más violento de América Latina y el de más homicidios en el mundo”, se lamentó Roberto Briceño-León, el director del OVV.

De acuerdo con la organización no gubernamental, a lo largo del 2018 se registraron 10.422 homicidios, 7.523 ocasiones en las que hubo resistencia ante las autoridades y 5.102 casos de muertes que están siendo investigadas por la justicia. La tasa de muertes violentas se ubicó en un promedio 81,4 por cada 100.000 habitantes. Pero en el estado de Aragua, cuya capital, Maracay, se encuentra a 123 kilómetros de Caracas, se duplica esa tasa, mientras que en Miranda llega a 127 muertes por cada 100.000 habitantes. La del distrito Capital ocupa el tercer lugar: 100 muertes por cada 100.000 habitantes.

Política de exterminio

Para Briceño León, las autoridades enfrentan el problema de la violencia de la peor manera posible: una mano dura que apunta a hacer “desaparecer delincuentes y no reducir la delincuencia”. En ese sentido, observa con preocupación el despliegue de “una política de exterminio” y “un aumento de la acción represiva” que, en los hechos, poco parece diferenciarse de la que promete realizar en Brasil el ultraderechista Jair Bolsonaro, supuestamente en las antípodas de Nicolás Maduro. La política de seguridad venezolana, sostiene el OVV, “va en contra de la institucionalidad y los derechos humanos”.

Para la OVV no ha sido sencillo recopilar las estadísticas. Las cifras oficiales no dan cuenta de la realidad y, por eso, la oenegé trabaja en conjunto con un grupo de universidades para arrojar luz y números más fehacientes sobre lo que ocurre en las calles. Briceño-León consideró además que la violencia ha exhibido nuevas facetas y caló más hondo en los sectores sociales golpeados por la crisis y la escasez. A la vez, el director del OVV advirtió la existencia de un nexo mucho más complejo entre la acción de la policía y el mundo del delito.

Pobreza generalizada

De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la economía venezolana cayó en 2018 un 15%. La última Encuesta sobre Condiciones de Vida (Encovi) da cuenta de que un 48% de los hogares son pobres. Para el OVV, esa es la matriz de la violencia que recorre al país de punta a punta. En este contexto se ha diversificado incluso el delito. “Muchas formas se han vuelto poco rentables para el delincuente, que opera en función de los beneficios que pueda obtener respecto del riesgo que corre y los costos que debe pagar”. De otro lado, la violencia en las zonas rurales comienza a adquirir características inéditas, con prácticas grupales que podrían asociarse históricamente a las de las antiguas organizaciones guerrilleras. “Salen a las carreteras y a otros pueblos a robar”.

La naturalización de la violencia se manifiesta de diferentes formas macabras. El asesinato de los cuatro niños en Caracas ha llamado la atención del psicólogo Antonio Pignatiello. “Las formas más crueles las pueden ejercer personas que a los ojos de los demás no tienen ninguna muestra de patología o rasgo que haga sospechar que la persona es extraña. A veces quisiéramos encontrar explicaciones basadas en patologías o en alguna distorsión y resulta que no las vamos a encontrar”, manifestó al portal El Pitazo sobre los rasgos del autor del crimen. Morgado Bello era vecino de la familia y les ofrecía comida a las víctimas sin ninguna aparente retribución. El asesino era conocido en la zona.