INICIATIVA COMUNITARIA

Joven, europeo y solidario

Chicos de diferentes partes del continente explican a EL PERIÓDICO su experiencia colaborando con proyectos altruistas en Catalunya

De izquierda a derecha, Sarah, Daniel y Márton.

De izquierda a derecha, Sarah, Daniel y Márton. / periodico

Alex Bustos

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Al Erasmus le ha salido competencia. Los jovenes que deseen culminar su formación con una experiencia única ya disponen de una alternativa al emblemático programa europeo de educación, una propuesta alejada de la ortodoxia académica, pero que puede acabar siendo tanto o más fecunda en lo que se refiere al valioso botín que cosechan al final de la experiencia. Se trata del Servicio Europeo de Voluntariado, un programa impulsado por la UE que permite a chicos de entre 18 y 30 años conocer una nueva realidad cultural y social, al tiempo que contribuyen a apuntalar un proyecto solidario en alguna de sus innumerables facetas. 

Las estadías, cuyo coste asume la UE, se crearon hace dos años, y, en este periodo, ya han contado con la participación de más de 7.000 jóvenes. La Comisión Europea ha presentado en Barcelona la campaña Soy solidario, una más de las iniciativas impulsadas para divulgar la propuesta y poder alcanzar el horizonte de los 100.000 colaboradores en el 2020. Entre ellos, Sarah, Daniel y Márton, embajadores de excepción que han repasado con este diario sus respectivas experiencias en proyectos de voluntariado en Catalunya.

Protectora de la fauna

Sarah Sheldon cambió su Birmingham natal por Girona con la idea de integrarse en el proyecto de la Fundación Mona. Esta entidad se ocupa de cuidar de aquellos primates que han sido utilizados para el entretenimiento o como mascotas de particulares. Son simios llevan toda la vida en cautividad, por lo que es imposible liberarlos a su hábitat, pero al menos se habilitan las instalaciones para que puedan convivir con sus semejantes en espacios abiertos.

La joven británica ya había trabajado con animales con anterioridad, puesto que fue voluntaria en iniciativas protagonizadas por animales salvajes, como ballenas o delfines, así como también en el Santuario de monos de Cornualles. "Fue allí donde me dijeron que tenía la oportunidad de ir a la Fundación Mona" explica Sarah. 

Aunque Sarah ya ha vuelto a su rutina en Inglaterra, no ha menguado ni un ápice su pasión para seguir trabajando con animales, con preferencia por las especies marinas. Ahora que ya sabe qué quiere ser de mayor, le falta concretar el destino, algo que aún no tiene claro, si bien le gustaría que estuviera "fuera en el Reino Unido", para tener más facilidades de trabajar con su novio, al que conoció precisamente en Girona

Ayudar a discapacitados y evitar la mili

Al austriaco Daniel Schmitz no le motivaba su cita con el Ejército, en un país donde el servicio militar sigue siendo obligatorio para los jóvenes. Él tenía otros planes, entre los que se incluían aportar su granito de arena a la fundación FUPAR, que trabaja para la integración de personas con discapacidad intelectual desde diferentes perspectivas, como proyectos de jardinería y limpieza, así como actividades de ocio y deporte. Este último fue el destino elegido por Daniel, asuniendo un rol para la dinamización de los equipos de la entidad en las distintas ligas deportivas locales en las que participa. 

Daniel ya había vivido en España anteriormente, por lo que cuenta con un castellano muy fluido. Más problemas ha representado la necesidad de adaptarse al entorno de una gran ciudad, como Terrassa, puesto que él es originario de un pequeño pueblo de Austria. "Allí la vida es más tranquila pero menos activa", explica. En su país ya había participado en una asociación de intercambio cultural, gracias a la cual aprendió castellano y ha sido bombero de manera voluntaria.

Él es partidario de vivir el presente y afirma disponer de "10 meses organizados" sin saber con certeza qué hará al volver a Austria, aunque su sueño pasa por "hacer carrera de piloto". Conoció la iniciativa gracias a que hizo una redacción de clase que hablaba de ella y encontró la coartada perfecta para librarse de la mili. 

Otra agricultura es posible

Márton Csatlós vino desde Hungría porque sentía que necesitaba un cambio en su vida y decidió que ese nuevo rumbo podría llegar a partir de una temporada en el extranjero. Hacerlo le ha aportado una experiencia personal de lo más satisfactoria: dice haberse encontrado a sí mismo. Viviendo en una comunidad, Márton ha descubierto la "fortaleza de los vínculos" que se crean. 

Todo eso y mucho más lo encontró en el proyecto de Can Pipirimosca, una iniciativa de desarrollo sostenible basada en la permacultura, un tipo de agricultura que trabaja con la naturaleza en lugar de optar por el monocultivo. Ello supone que va variando el cultivo a lo largo del año, de manera que hay épocas del año más intensas que otras. 

Era la primera vez que Márton vivía fuera de Hungría y espera que la experiencia le sirva en su país natalí, dónde intentará enseñar a sus alumnos lo que es la permacultura en el huerto del colegio. Tras su estadía catalana, siente que es "mucho más capaz de emprender nuevos proyectos". 

En Hungría ya había sido voluntario trabajando con niños, así como enuna asociación llamada Open Doors, dónde conoció a una chica española que fue quien le abrió la puerta del Servicio Europeo de Voluntariado.