GESTIÓN REPUBLICANA

La Casa Blanca tóxica

La Casa Blanca.

La Casa Blanca. / periodico

Idoya Noain

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Cuando medios como 'The New York Times' o CNN  usan términos como "locura" o "caos" para describir la Casa Blanca de Donald Trump, el presidente de Estados Unidos suele responder: “fake news”. La tumultosa realidad del Ala Oeste, no obstante, es inapelable. Y hasta en Fox News, la cadena favorita de Trump, poco sospechosa de poner bajo luz negativa esta presidencia, el comentarista Ed Rollins ha recurrido a esas dos ideas, locura y caos, para describir lo que está sucediendo en el 1600 de la Avenida Pensilvania.

El último ejemplo que ha evidenciado las turbulencias ha sido el proceso de búsqueda de quien será el tercer jefe Gabinete de Trump en menos de dos años. El viernes por la noche, casi una semana después de anunciar en Twitter que el general John Kelly abandonará a final de año el cargo en que dio relevo a Reince Priebus, Trump informó, también en la red social, de que el sustituto será Mick Mulvaney, director de la Oficina de Presupuesto, que mantendrá también esa posición aunque deje de encargarse del día a día.

Las claves de Mulvaney

La selección de Mulvaney tiene lógica. Profundamente conservador y vinculado al Tea Party, fue congresista seis años por Carolina del Sur y conoce bien cómo funciona Capitol Hill, un activo para una nueva etapa en que el presidente va a tener que lidiar con una Cámara Baja controlada por los demócratas. Ha establecido una buena relación personal con Trump, tanto de trabajo como de ocio (suelen jugar juntos al golf), aunque ahora tiene que superar el escollo de la reaparición de un vídeo de hace un par de años en que llamó a Trump “un terrible ser humano”.

Lo que es más importante, Mulvaney maneja las claves. En una cena privada este año, por ejemplo, prometió lealtad a la familia del presidente, incluyendo su hija Ivanka y su yerno, Jared Kushner

La selección, no obstante, también ha sido una cuestión de necesidad. Cuando Trump decidió la salida de Kelly tenía en mente relevarle con Nick Ayers, jefe de Gabinete del vicepresidente, Mike Pence, pero no contó con que este rechazaría la posición y no tenía plan B. Y a lo largo de la semana, la rabia de Trump ha ido creciendo conforme se propagaban las historias sobre la falta de candidatos y goteaban las renuncias públicas de algunos entrevistados para el cargo.

Chris Whipple, autor del libro de referencia sobre el enorme poder y el papel de los jefes de gabinete en EEUU, ha subrayado que el presidente “ha devaluado la posición al no empoderar a nadie para realizar el trabajo” y ha recordado que “la ironía y la tragedia es que ningún presidente ha necesitado más un jefe de Gabinete competente”. No es solo cuestión de la llegada del nuevo Congreso. La campaña de reelección se acelera en 2019. Y se acelera también el estrechamiento de los cercos legales al presidente y su círculo más cercano por la investigación del fiscal especial Robert Mueller y de la fiscalía de Nueva York.

Estar al lado de Trump en este momento puede suponer no solo un golpe para la reputación política, porque el presidente no solo es heterodoxo, volátil e impredecible. Esta semana, en una entrevista, el exsecretario de Estado Rex Tillerson ha contado que a menudo tenía que decirle: “Señor presidente, entiendo lo que quiere hacer pero no puede hacerlo así. Viola la ley”. Mulvaney ha exigido que su nuevo cargo tenga, de momento, carácter interino.