DERIVA AUTORITARIA

Orbán asesta un nuevo golpe contra la democracia en Hungría

Protesta frente al Parlamento húngaro en Budapest.

Protesta frente al Parlamento húngaro en Budapest. / periodico

Carles Planas Bou

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Hungría avanza a pasos de gigante para convertirse en el primer régimen autoritario dentro de la Unión Europea. En un nuevo golpe a los fundamentos democráticos del país, el Gobierno de Viktor Orbán se sirvió el miércoles de su holgada mayoría absoluta para aprobar una ley que le permitirá desarticular el Tribunal Supremo y crear una nueva corte bajo su control.

A pesar de las amenazas de sanciones de Bruselas, el cada vez más autócrata húngaro ha impulsado una medida que eliminará la capacidad de la mayor instancia judicial del país de tener la última autoridad en las llamadas disputas administrativas, casos que van desde las elecciones a casos de corrupción, impuestos o abuso policial. “Las elecciones ya no serán remotamente ni libres ni justas”, lamentaba Cas Mude, profesor de la Universidad de Georgia y experto en movimientos populistas.

La nueva legislación también promueve la creación de un nuevo tribunal que estará bajo el control del ministerio de Justicia, una decisión que supone una puñalada a un principio democrático tan fundamental como la supuesta separación de poderes. Aunque el ministro, Laszlo Trocsanyi, ha asegurado que respetará la independencia judicial en su mano estará elegir a los nuevos jueces y determinar el presupuesto destinado a unos tribunales administrativos en los que, asegura, debe pesar una "mayor responsabilidad política".

Protestas masivas

Para más inri, el Gobierno de Orbán también ha pasado la conocida como “ley de la esclavitud”, una escandalosa medida que permite a los empresarios aumentar un 60% las horas extras de sus trabajadores, un abuso que llevará a los húngaros a trabajar 400 horas anuales de más. Irónicamente, la controvertida ley se llevó a la Cámara el lunes 10, día internacional de los derechos humanos.

A pesar de modificar a su antojo negocios, tribunales, medios de comunicación y la academia pocas veces sus medidas han llevado a gran parte de la población indignada a las calles. Sin embargo, el miércoles Budapest vivió la manifestación más masiva del año. Alrededor de un millar de trabajadores y miembros de los sindicatos protestaron frente al parlamento, la sede de Fidesz -el partido de Orbán- y lugares emblemáticos de la capital húngara. Un 83% de los trabajadores se opone a esa medida, según un sondeo de ‘Policy Agenda’.

Dentro del Parlamento húngaro la imagen fue incluso más caótica. En un intento desesperado por revertir ese nuevo golpe autocrático de Orbán, la oposición trató de obstruir la sesión parlamentaria gritando y silbando al Gobierno ultranacionalista, un gesto de descontento que no sirvió para nada.

En la cara de la UE

Sus reiteradas violaciones han convertido a Hungría en una “democracia iliberal”. Sin embargo, en Bruselas, Orbán sigue bajo el paraguas del Partido Popular Europeo. El grupo conservador, formado por partidos como la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de la cancillera alemana Angela Merkel o el Partido Popular (PP) de Pablo Casado, aún no se ha atrevido a expulsarlo. No hace mucho, incluso el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Junckerbromeaba con el primer ministro húngaro y sus prácticas autoritarias llamándolo ‘Viktator’, apodo por el que se conoce.

Más allá del silencio cómplice de parte de los conservadores, el Parlamento Europeo ha intentado frenar la deriva autoritaria del líder de Fidesz a base de sanciones. Sin embargo, su inquebrantable alianza con Polonia le garantiza un veto que deja sin resultados los esfuerzos europeos, pues esas decisiones requieren de la unanimidad del club comunitario. Eso ha llevado a que con cada ataque de Bruselas Orbán se sienta más fuerte en casa. En las elecciones del abril consiguió revalidar su mayoría absoluta e imponerse por tercera vez consecutiva.

Miembro de la OTAN y ferviente anticomunista, Orbán no ha dudado en acercarse a la Rusia de Vladimir Putin e ignorar a su otrora gran aliado, los Estados Unidos. A pesar de “expulsar” la universidad estadounidense CEU de Hungría y negarle a Washington la extradición de dos traficantes de armas rusos, Donald Trump sigue apoyando un régimen que cada vez tiene menos complejos en mostrar su cara autoritaria.