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Macron se dispone a ceder para desactivar las protestas

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Eva Cantón

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El conflicto de los 'chalecos amarillos' se enquista y la crisis social originada por el rechazo al impuesto de los carburantes es ya una crisis política en toda regla para la que Emmanuel Macron busca una salida.

El presidente francés, que hasta ahora ha mantenido silencio dejando que su primer ministro, Edouard Philippe, gestione el día a día de la contestación, se dirigirá este lunes a los franceses a través de una declaración televisada que será un momento crucial de su mandato. Se espera que anuncie una batería de medidas “concretas e inmediatas”  para mejorar el poder adquisitivo de las clases medias.

Entre ellas, según avanzan algunos medios, una ayuda económica para los franceses que usan el coche para ir a trabajar –siete de cada diez-; acelerar la aplicación de la supresión del impuesto a la vivienda para el 80% de los hogares; suprimir las cotizaciones sociales de las horas extraordinarias y apoyar a los comerciantes que han perdido ventas por los bloqueos y las manifestaciones.  

Lo que parece descartado es un aumento del salario mínimo interprofesional (1.498 euros brutos al mes), según ha anunciado la ministra de Trabajo, Muriel Pénicaud, alegando que se destruiría empleo. El portavoz gubernamental, Benjamin Grivaux, ha advertido, no obstante, que no se resolverán todos los problemas “con una varita mágica”.

Reunión con los agentes sociales

El mensaje del presidente a la nación está previsto a las 20 horas. Por la mañana se reunirá en el Elíseo con los agentes sociales, los presidentes de las asociaciones de alcaldes, del Senado, Gérard Larcher, y de la Asamblea Nacional, Richard Ferrand, así como el presidente del Consejo económico social y medioambiental, Patrick Bernasconi.

Su intención es escuchar las propuestas de todas las fuerzas políticas, sociales, económicas y territoriales para dar respuesta a las reivindicaciones de los 'chalecos amarillos'.

Si la principal queja de la calle es la dificultad para llegar a fin de mes y una insoportable presión fiscal que empobrece al ciudadano, en el movimiento se escuchan reivindicaciones dispares y la dimisión de Macron es lo más coreado en las marchas de los 'chalecos amarillos'.

El presidente cristaliza una cólera social en la que se mezclan el rechazo a sus políticas neoliberales y el desprecio con el que, en opinión de los manifestantes, trata a los franceses. El reto de Macron no es solo atajar la espiral de descontento sino tejer una nueva relación con los ciudadanos.

Más destrozos que hace una semana

La opinión pública mantiene el apoyo al movimiento de los 'chalecos amarillos pese a que la violencia sigue presente en las manifestaciones. La cuarta jornada de protestas se desarrolló en un clima de alta tensión que se ha saldado con la cifra récord 1.723 detenidos, mil de ellos sólo en París, donde este sábado se manifestaron 10.000 personas, 2.000 más que hace una semana.

Los arrestados son mayoritariamente hombres menores de 40 años, sin antecedentes judiciales y procedentes de diferentes regiones de Francia, algunos claramente de grupos ultras, tanto de izquierda como de derecha, según ha explicado el fiscal de París, Rémy Heitz.

Las detenciones preventivas, una estrategia policial mejor adaptada y un mayor dispositivo que el 1 de diciembre (89.000 agentes en todo el territorio, 8.000 de ellos en París) han limitado el nivel de violencia alcanzado la pasada semana, pero no han impedido los disturbios ni las escenas de guerrilla urbana en numerosas capitales.

Un total de 180 personas resultaron heridas y numerosos establecimientos de la capital sufrieron destrozos aun peores que el pasado sábado porque los manifestantes radicales estaban más dispersos y, por lo tanto, hubo más zonas afectadas.

El ministro de Economía, Bruno Le Maire, que ha visitado este domingo algunos de ellos, ha hablado de una “catástrofe para el comercio y para la economía”. Hasta el punto de que el PIB francés podría ser revisado a la baja.

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