AMENAZA DE CISMA EN EL CRISTIANISMO ORIENTAL
La independencia de la Iglesia ortodoxa ucraniana encoleriza a Moscú
Marc Marginedas
Periodista
Premio 'Cirilo Rodríguez' al mejor corresponsal en el extranjero (2013), Premi Nacional de Comunicació (2013) y Premio Luka Brajnovic de Periodismo (2019). Autor de 'Periodismo en el campo de batalla: 15 años tras el rastro de la yihad'. Protagonista del documental 'Regreso a Raqqa' (2022)
Marc Marginedas
Las comparaciones pueden ser odiosas y más si aluden a templos reseñados de la dos grandes confesiones cristianas que, con altibajos, han venido conviviendo en Ucrania desde su independencia en 1991: la Iglesia Ortodoxa Ucraniana adscrita al Patriarcado de Moscú (IOU-PM) y la Iglesia Ortodoxa Ucraniana leal al Patriarcado de Kiev (IOU-PK).
Nada más traspasar la verja de acceso al recinto de la iglesia de San Nicolás, levantada en un barrio acomodado de Kiev y fiel a Moscú, salta a la vista la riqueza de su ornamentación, los excelentes acabados de su construcción o sus cuatro cúpulas doradas, escoltando a una gran nave central. En el interior, destaca su imponente iconostasio, que invita al recogimiento, aunque también se transpira la desconfianza de diáconos y presbíteros, que miran con recelo a los desconocidos y evitan responder preguntas incómodas.
Por contra, la iglesia de la Zarza Ardiente, bajo la jurisdicción kievita, carece de terreno cercado y de magnificencia alguna, sus puertas están cerradas a cal y canto pese a ser día laborable, probablemente por falta de fondos para mantenerla abierta en permanencia, y ocupa un espacio poco atractivo de la gran urbe ucraniana próximo a las vías de tranvía. Si, de forma imaginaria la emplazáramos junto a su homóloga de obediencia moscovita, sería algo así como colocar a una pequeña ermita de montaña catalana junto a una iglesia de la zona alta de Barcelona.
Los números oficiales también benefician claramente a la IOU-PM, más allá de la diferencia de recursos. Controla alrededor de 12.000 parroquias, mientras que su 'alter ego' kievita no más de cinco millares.
La reciente decisión de Bartolomeo, el patriarca universal de Constantinopla y cabeza visible del cristianismo oriental, de reconocer la "autocefalia" de la iglesia adscrita al Patriarcado de Kiev ha sido acogida por el Gobierno proeuropeo de Ucrania como la más relevante victoria en el pulso que le enfrenta al poderoso vecino del este desde el 2014, cuando la revolución de Euromaidán propició el abandono del poder del entonces presidente prorruso Víktor Yanukóvich.
Cuestión de seguridad nacional
El Ejecutivo de Kiev y en especial su actual presidente, Petró Poroshenko, consideran que la institución eclesiástica fiel al patriarcado moscovita ejerce de correa de transmisión de la influencia del Kremlin, especialmente en las regiones habitadas por rusohablantes del este y el sur, y limitar su predicamento es, según su parecer, cuestión de "seguridad nacional". Gracias al reconocimiento de Constantinopla, Ucrania contará con una iglesia local, al igual que los demás países de Europea oriental, algo de especial relevancia en el mundo ortodoxo, que a diferencia del catolicismo, se organiza en torno a unidades nacionales autonónomas.
Yaroslava Mishenko, periodista local especializada en temas religiosos, enumera un sinfín de ejemplos en los que sacerdotes adscritos a la iglesia rusa han azuzado, según su opinión, el conflicto civil ucraniano: "Hemos oído como desde los púlpitos se instaba, durante la revolución de Maidán, a apoyar a Yanukóvich (refugiado ahora en Rusia); en las zonas bajo control insurgente, se ha visto a diáconos bendiciendo a combatientes y blindados".
La tensión interconfesional crece, a medida que se acerca el 15 de diciembre, día en que está convocado en la catedral de Santa Sofía, en Kiev, un concilio donde se aprobará la composición de las autoridades eclesiásticas locales y se elegirá un patriarca que recibirá el 'tomos' (decreto) de la autocefalia de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana. Amparado por el estado de emergencia aprobadoestado de emergencia por el Parlamento, el Servicio de Seguridad Ucraniano (SBU) ha intensificado la presión sobre las parroquias leales a Moscú, con registros en monasterios y domicilios de religiosos y provocando airadas protestas.
Odio confesional
El metropolita Pável, abad del monasterio de las Cuevas, en Kiev, sospechoso de "discriminación" e "incitación" al odio confesional, ha denunciado que el objetivo de los cacheos es ejercer "presión política" para que se avenga a participar en el sínodo de Kiev. El Gobierno de Poroshenko, por contra, sostiene que no habrá violencia o presión en el proceso de integración y espera que "una vez materializada la autocefalia, las parroquias leales a Moscú vayan poco a poco asimilándose a la iglesia ucraniana", responde Mishenko.
La polémica religiosa ha puesto en un brete a todo el mundo ortodoxo, ya que el Patriarcado de Kiev requiere también del visto bueno de las demás iglesias nacionales. Por el momento, Grecia, Bulgaria y Rumanía han lanzado balones fuera, prometiendo estudiar el tema y rechazando las presiones de Moscú, mientras que Serbia se ha alineado con la Iglesia rusa. Para el Kremlin, es ya una cuestión de Estado, abordada incluso en una reciente reunión del Consejo de Seguridad presidido por Vladímir Putin a la que asistieron, entre otros, el ministro de Defensa, Serguéi Shoigu o el director del Servicio Federal de Seguridad (FSB, exKGB), Aleksándr Bortnikov.
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