ENTREVISTA

Christophe Guilluy: "Los chalecos amarillos ya han ganado la batalla cultural"

christophe guilluy

christophe guilluy / periodico

Eva Cantón

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El geógrafo francés que ha teorizado la desaparición de las clases medias en su ensayo 'La Francia periférica' analiza en una entrevista telefónica con El Periódico la revuelta popular nacida en las redes sociales contra la fiscalidad del carburante.

¿Estamos asistiendo al germen de un proceso revolucionario?

Hay que desconfiar de la mitología revolucionaria. Lo que sorprende es que se trata de un movimiento nuevo que no se parece a lo que hemos visto hasta ahora. Son categorías sociales diversas, no controladas por partidos políticos ni sindicatos. Lo que hay es una ruptura, no un proceso revolucionario.

¿Qué Francia representan?

Es gente que pertenece a una clase media debilitada –obreros, empleados, trabajadores independientes- que vive en los territorios donde menos empleo se crea y en un contexto económico difícil. Eso no quiere decir que sean pobres, porque la mayoría trabaja, sino que no tienen sitio en el modelo mundializado. Son las zonas rurales y las ciudades pequeñas y medianas.

En las manifestaciones se expresa un potente rechazo a la figura de Emmanuel Macron

Bueno, él mismo se ha caricaturizado como perteneciente al mundo de arriba, el de los tecnócratas, los triunfadores y la mundialización. Se ha separado de su propio pueblo. Pero Macron no es el responsable de una crisis anclada desde hace veinte años en el proceso de desindustrialización y exclusión de categorías sociales cada vez más numerosas. El problema, tanto en Francia como en el resto de Europa o en Estados Unidos, es el fin de la clase media occidental. El ascensor social no funciona para ellos ni para sus hijos.

¿Cuál es el perfil electoral de los chalecos amarillos?

Hay sobre todo una enorme abstención. Las clases populares francesas no creen en la división izquierda derecha desde hace mucho tiempo. Existe una gran desafección política, no escuchan a los medios ni al mundo intelectual.

¿Qué espera esa Francia que usted llama periférica de la ‘Francia de arriba’?

Para empezar un respeto cultural. Decir que existen y que la sociedad francesa no es solamente la de los winners que viajan por el mundo Llama la atención el símbolo del movimiento. Un chaleco amarillo es para ser visible en la carretera y es eso lo que la gente se pone ahora. En este sentido, tanto si el movimiento se apaga como si se desarrolla, los chalecos amarillos ya han ganado la batalla más importante, la cultural, que es la que precede a la victoria política. Aunque el proceso será largo y la crisis no se resolverá porque el Gobierno retire la subida del precio del gasóleo.

¿La violencia en las manifestaciones puede dañar la imagen del movimiento?

Los franceses distinguen entre los revienta manifestaciones y los chalecos amarillos, así que no creo que tenga impacto. La opinión pública les sigue apoyando porque la gente se siente representada por ellos. Eso no se va parar aunque haya violencia. Además, la violencia forma parte de la contestación. Es casi inevitable.

Su último ensayo ‘No society’ arranca con una frase de Margaret Thatcher: la sociedad no existe. ¿Qué quiere decir?

Que el mundo de arriba ha roto con el de abajo. Y una sociedad está sana cuando hay un vínculo entre los dos. Antes, por ejemplo, el Partido Comunista tenía una base obrera, con intelectuales y universitarios que hablaban en nombre del pueblo. Ahora, con la concentración de las élites en las metrópolis, que son como ciudadelas medievales, no hay diálogo entre esos dos mundos.

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