NUEVA MASACRE EN EEUU
Un exmarine mata a 12 personas en un bar de California lleno de universitarios
Ricardo Mir de Francia
Periodista
Especialista en política internacional y reportero. Fue corresponsal en Washington durante una década, donde cubrió las presidencias de Obama, Trump y los inicios de Biden. Antes estuvo otros seis años en Oriente Medio. Licenciado en Periodismo por la Pompeu Fabra y con estudios de posgrado en Derecho Internacional, se ocupa actualmente de la guerra en Ucrania. Interesado también en temas de investigación, geopolítica de la energía, cambio climático y economía.
Ricardo Mir de Francia
Estaba siendo una noche de diversión, con música country en los altavoces y decenas de universitarios en la pista de baile y la barra, solo dos días después de que las elecciones legislativas monopolizaran la atención de Estados Unidos. Pero aquella celebración de la vida se convirtió pasadas las 11 de la noche en un carnaval de muerte. Un hombre vestido de negro y armado con una pistola semiautomática abrió fuego contra el guarda de seguridad e irrumpió en el bar disparando metódicamente contra los parroquianos. Muchos corrieron a esconderse en el ático, bajo la mesa de billar o rompieron las ventanas en su huida, según describió la policía. Cuando todo acabó, habían muerto 12 personas, incluido uno de los policías que se enfrentó al asaltante.
Esta última masacre llega menos de dos semanas después de que 11 feligreses judíos fueran tiroteados en una sinagoga de Pittsburgh (Pensilvania) y nueve meses más tarde del asesinato de 17 estudiantes en un instituto de Parkland (Florida). Yendo un poco más atrás en el tiempo, casi coincide con el primer aniversario del tiroteo en la iglesia de Sutherland Springs (Tejas) y en un festival de música de Las Vegas (Nevada), dos incidentes muy cercanos en el tiempo que dejaron un total de 84 muertos. A pesar de la terrible periodicidad de estas matanzas indiscriminadas, la pasividad política sigue siendo la norma. “Que Dios bendiga a todas las víctimas y sus familias”, dijo el presidente Donald Trump a través de las redes sociales, una de las fórmulas clásicas para lavarse las manos cuando irrumpe la tragedia.
Internamiento desestimado
Esta última se ha producido en el Borderline Bar & Grill de Thousand Oaks, una localidad al norte de Los Ángeles rodeada de universidades. Y como ocurre a veces, su responsable era un conocido de las autoridades. Tenía 28 años y se llamaba Ian David Long. Sirvió en los Marines hasta el 2013 y todo hace indicar que tenía problemas mentales. El pasado mes de abril la policía acudió a su casa tras ser alertada por un alboroto. “Hablaron con él, estaba colérico y actuó de forma un poco irracional”, según el 'sheriff' del condado de Ventura, Geoff Dean. Los agentes sospecharon que podía padecer “estrés postraumático”, pero finalmente los expertos psiquiátricos que lo evaluaron allí mismo desestimaron su internamiento.
Las autoridades desconocen por el momento los motivos del crimen y han descartado que se trate de terrorismo. De acuerdo con la versión oficial, el pistolero se suicidó antes de que la policía acabase con él. “Es una escena horrible, hay sangre por todas partes”, dijo Dean. “No importa lo segura que sea tu comunidad, no importan los niveles de crimen en tu barrio. Hay gente en todos sitios que no piensa cuerdamente y cometen actos horribles como este”, añadió el 'sheriff'.
Vuelta a las andadas
La Administración de Barack Obama trató de hacer algo para frenar a los perturbados mentales. Después de la masacre en la escuela de Sandy Hook, perpetrada por un veinteañero con un cuadro psiquiátrico severo, aprobó una ley para restringir el acceso a las armas de los enfermos mentales. Pero Trump revocó esa ley en marzo del 2017 para devolverles todas las facilidades. Lo hizo muy discretamente, sin la presencia de fotógrafos ni fanfarria alguna. Pero el gesto no pasó inadvertido para el lobi de las armas, uno de los promotores del cambio legislativo. “Esto marca una nueva era para los dueños de armas respetuosos con la ley, y todo gracias a un presidente que respeta y apoya las armas”, dijo entonces la Asociación Nacional del Rifle (NRA).
Detrás de esos intereses económicos hay una montaña de muertos y gentes traumatizadas de por vida. Entre los parroquianos del bar de California había como mínimo dos supervivientes de la matanza de Las Vegas. O gente como Chyann Worrell, una estudiante universitaria que celebraba con sus amigos su 21º cumpleaños y que consiguió escapar de las balas. Igual que Jennifer, que salió del bar tapándose los ojos mientras sorteaba los cadáveres, según le contó a la CNN. Vio lo suficiente para darse cuenta de las dimensiones del pandemonio, una imagen que probablemente la perseguirá el resto de sus días.
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