CAMPAÑA ELECTORAL EN EEUU
¡Es la sanidad, estúpido!
Los demócratas se centran en la defensa de la ahora popular 'Obamacare', que los republicanos han tratado de desmantelar
Durante años los candidatos demócratas huyeron de asociarse en las campañas electorales con la Ley de Cuidado Asequible, la reforma sanitaria conocida como ‘Obamacare’ que se aprobó en 2010. Demasiado confusa y complicada; demasiadas grietas, como subidas de precios en las pólizas y en lo que tenía que aportar de su propio bolsillo el ciudadano de la clase media... Todo ha cambiado de cara a las legislativas del martes.
En un país que tiene el sistema sanitario más caro del mundo, donde uno de cada cuatro estadounidenses menores de 65 años tiene problemas pagando las facturas médicas y en el que esos costes y las pérdidas de ingresos laborales por problemas de salud están detrás de cientos de miles de declaraciones de bancarrotas personales, la sanidad aparece en lo más alto de la lista de prioridades de los votantes demócratas e independientes según los sondeos. Algunos de los aspectos de Obamacare se han hecho extremadamente populares, especialmente la obligación a las aseguradoras de dar pólizas a personas que tenían problemas médicos previos, uno de cada cuatro adultos en edad de trabajar, que antes podían negar. Y los candidatos demócratas no solo pueden presumir de lo conseguido, sino dejar en evidencia a los republicanos.
Cuando Donald Trump llegó a la Casa Blanca, con las dos cámaras del Congreso bajo control del Partido Republicano, los conservadores intentaron cumplir su largamente acariciada promesa de “anular y reemplazar” Obamacare. Fracasaron estrepitosamente en ese intento, que se calculó que habría dejado a la intemperie sanitaria a 24 millones de estadounidenses, pero insistieron en el asalto a la ley por otros medios. Uno fue aprovechar la reforma fiscal para desarticular el mandato individual que obligaba a todo el mundo a asegurarse. Otro, abrir el mercado de seguros a planes más baratos pero que no cubren los problemas médicos previos ni algunas prestaciones esenciales.
Posición incómoda
No son los únicos pasos que ponen a los republicanos en una posición incómoda. En muchos de los estados que gobiernan se negaron a aceptar la expansión de Medicaid, la atención sanitaria pública para las personas de ingresos más bajos y de la que dependen uno de cada cinco estadounidenses. En esa ampliación, que sí adoptaron 34 estados, Obamacare hace que el 90% de los gastos corra a cargo del gobierno federal.
Cuatro estados, además, han aprovechado la luz verde de la Administración de Trump para imponer requerimientos de trabajo para optar a la asistencia sanitaria pública y otros siete lo han solicitado. Y 20 fiscales generales estatales republicanos demandaron Obamacare y pretender tumbar por completo la ley. La Administración Trump se ha negado a defenderla y aunque su posición es que la mayor parte podría mantenerse, también defiende que se elimine la popular medida de garantizar pólizas a gente que ya tiene enfermedades.
Todos son pasos que han puesto a algunos candidatos conservadores en la picota, aspirantes como la congresista Martha McSally, que intenta llegar al Senado en Arizona, un estado donde cerca de un tercio de los votantes son independientes que ponen la sanidad y la educación como principales preocupaciones y que se ha visto forzada a admitir que le están “dando una paliza” por haber votado el año pasado contra Obamacare.
Otros republicanos se ven empujados a hacer auténticos malabares retóricos, o a falsear la verdad, para explicarse. En Virginia, por ejemplo, Josh Hawley, que es uno de los fiscales generales en la demanda contra Obamacare y que intenta arrebatar el escaño en el Senado a la demócrata Claire McCaskill, asegura que las pólizas para enfermos podrían mantenerse.
Sanidad pública universal
Los republicanos, no obstante, no están únicamente a la defensiva. También atacan y azuzan miedos, especialmente porque algunos demócratas van más allá de la defensa de Obamacare y los candidatos más progresistas han lanzado con renovado impulso la idea de buscar una sanidad pública universal ampliando Medicare, el sistema público que ahora cubre a los mayores de 65 años, inválidos y víctimas de enfermedades raras.
Trump se ha puesto personalmente a la cabeza de ese ataque. “La sanidad llevada totalmente por el gobierno es solo el principio”, escribió en un artículo en 'USA Today0, en el que alertaba que “los demócratas son socialistas radicales que quieren seguir el modelo de Venezuela para la economía estadounidense”. Y es Trump también quien ha liderado otro esfuerzo obvio en las campañas de conservadores: vincular la conversación sobre sanidad a su apocalíptico y aterrador discurso sobre inmigración. “Millones cruzarán nuestras fronteras ilegalmente y se aprovecharán de un sistema sanitario pagado por los contribuyentes estadounidenses”, escribió el presidente.
Sabe que tiene mucho en juego. La población de mayor edad, que es la que más suele votar en las elecciones legislativas, es a la que más le afectan, y preocupan, los problemas de salud y acceso a la sanidad. Y los sondeos demuestran que los estadounidenses confían más en los demócratas que en los republicanos para encargarse de los temas de sanidad.
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