ELECCIONES EN BRASIL

Victoria de Bolsonaro: La fiesta del rencor y la guerra fría

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Abel Gilbert

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"He venido gratis", repitió una y otra vez la multitud, por lo general de clase media y alta, en una ciudad donde pertenecer a esos estratos sociales es marcar una distancia sideral con los otros, los pobres favelados (habitantes de las chabolas).  La victoria de la ultraderecha se festejó con fuegos artificiales, música que salía de altavoces, consignas de guerra y exaltación tanto en las playas de Copacabana y Barra da Tijuca, a metros de la casa de Jair Bolsonaro. Casi todos se unían en el grito frenético de "mito".  El capitán retirado es para ellos legendario porque de la nada, favorecido por una retórica escandalosa venida del fondo de los tiempos de la guerra fría, se forjó a sí mismo.

Sin la ayuda de los partidos tradicionales, mito alcanzó la cima desde donde promete terminar con toda huella del Partido de los Trabajadores (PT) en la gestión de los asuntos públicos. El triunfo, en ese sentido, fue también un ritual de muerte, y por eso, cuando apareció un vehículo que cargaba un ataúd que simbolizaba, los cariocas lo saludaron con complicidad y sentido orgullo marcial, recordando que su bandera "jamás será roja”. Al hablar en la temprana noche de Río de Janeiro a todos los brasileños, Bolsonaro dijo casi lo mismo: "No podíamos seguir flirteando con el socialismo, el comunismo, el populismo y el extremismo de la izquierda".

Ese sentido de alivio ante el cambio y de reconocimiento a los que, años atrás, durante la dictadura militar (1964-85) pensaban lo mismo,  quedó reflejado en una bandera. "Ustra vive"”, rezaba, en honor al coronel Carlos Brillante Ustra, reconocido torturador de la presidenta destituida, Dilma Rousseff, y otros opositores, a quien Bolsonaro ha homenajeado en más de una oportunidad.

Desprecio

Situada al sur, Barra de Tijuca tiene unos de los balnearios más chics de la ciudad maravillosa. Entre sus urbanizaciones y apartamentos con vistas al mar, en los pasillos de los suntuosos y siempre refrigerados centros comerciales, así como en los restoranes con precios de Manhattan y camareros que por lo general se inhiben de mirar a los ojos a sus clientes, el voto a favor de Bolsonaro fue arrollador. También tuvo una adhesión importante entre los menos favorecidos, a los que mito no se cansó de mirar con desprecio, pero le creen a pie juntillas que acabará a tiro limpio con la delincuencia y el narcotráfico.

Pero Barra, como la llaman, a secas, le hizo saber a Brasil y al mundo hasta qué punto se siente realizada con el triunfo del PSL. Por eso, los terrenos adyacentes de la casa del capitán retirado se llenaron de camisas amarillas y banderas nacionales. Entre cantos, bailes y glosas del himno, siempre volvía eso de: "he venido gratis", sin que nadie los arrastrara. A eso de las 21 horas, la fiesta comenzó a menguar. Ya se había dicho todo lo  necesario. Había corrido la cerveza y hasta el whisky selecto. "Iu, iu, iu, el dólar ya cayó"”, se cantó, augurando no solo una fiesta de optimismo en la  Bolsa paulista sino una apreciación del real, la moneda brasileña.

Éxtasis

De repente, un helicóptero de la Policía Militar atravesó la noche y, desde abajo, se llevó los aplausos de los extasiados vecinos. A veces, intercambiaban opiniones. Querían saber si Bolsonaro ya había recibido a sus colaboradores. “Sí, ya están adentro de la casa”, dijo una mujer con la certeza que le ofrecían las redes sociales. El ganador de las elecciones departía con algunos de sus futuros ministros, el diputado Onyx Lorenzoni, quien estará al frente de la Casa  Civil, y el general Augusto Heleno, en breve  responsable de la cartera de Defensa. En la casa también estaban Michelle, la Primera Dama a partir del 1 de enero, y los tres hijos de Bolsonaro, así como el pastor evangélico Magno Malta, que no pudo ser reelecto senador.

"Acabó, acabó, Sergio Moro llegó", cantaron luego en Barra, y seguramente también en otras ciudades. Rósângela Moro, esposa del juez federal que condenó a 12 años de cárcel a Luiz Inacio Lula da Silva en el marco de una causa por recepción de favores indebidos en la que no se presentó ninguna prueba contundente en su contra, devolvió las gentilezas desde las redes sociales. En su cuenta de Instagram escribió “Feliz”, junto con una imagen del Cristo Redentor al lado del número 17, que representó al Bolsonaro.

La capital paulista fue el otro epicentro de la celebración nacional. Pero una ciudad cobró significado especial: Curitiba, donde se encuentra la cárcel que aloja a Lula. Hasta su celda debieron llegarle los gritos de "fuera PT". Al menos eso se comentaba en Barra con un placer que solo se le otorga a los vencedores.